Usted se levanta a las 5 a. m., e inmediatamente se toma un batido de proteínas, se pone ropa y zapatos de ejercicios para dirigirse al gimnasio o a cualquier lugar donde practique un deporte y ahí pasa de una a dos horas en una intensidad física, de moderada a fuerte. Y esta rutina se repite todos los días.
Pero, ¿qué pasa después? Luego de esos entre 60 y 120 minutos diarios de ejercicio, usted se monta en el carro, va al trabajo y se sienta frente a su escritorio, donde deberá cumplir una jornada de ocho horas. Es probable que en ese lapso solo se levante para ir al baño un par de veces y para calentar el almuerzo en el microondas. Al salir del trabajo, está tan agotado, que llega a su casa a comer frente al televisor.
Este ejemplo ilustra lo que le sucede a muchas personas, quienes a pesar de ejercitarse a diario, aún así pueden ser catalogados como sedentarios, según las mediciones más recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pues pasan la mayor parte del día sentados.
Entonces, por más ejercicios que hicieron en la mañana o en la noche, la salud de estas personas está en riesgo de sufrir complicaciones, incluso más que alguien que no practica un deporte de manera concienzuda, pero que por su tipo de actividad laboral o doméstica, pasa en movimiento constante, aunque este no le haga sudar.
Dentro de los riesgos están: una mayor posibilidad de que placas de grasa y calcio se acumulen en sus arterias, mayor probabilidad de diabetes y de hipertensión, lo que aumenta la probabilidad de enfermedades cardiovasculares como infartos o accidentes cerebrovasculares (derrames cerebrales).
“Pasar todo el día sentado es la nueva forma de fumar. Aún cuando hagas ejercicio a diario, si pasas todo el resto del día sentado eso podría llegar a afectarte tanto como fumar”, señaló Emmanuel Stamatakis, especialista de fisiología del ejercicio e investigador de la Universidad de Sidney en Australia.
Estas palabras las dijo al presentar un estudio publicado en abril pasado en la revista Journal of the American College of Cardiology, en el que participaron 149.077 personas mayores de 45 años.
A ellos se les dio seguimiento por nueve años. Se vio que, incluso en los participantes que eran físicamente más activos su riesgo de desarrollar males cardiovasculares y de muerte por estas causas era mucho mayor en quienes pasaban al menos cuatro horas del día sentados sin moverse.
“El organismo humano está diseñado para moverse mientras se esté despierto. Hemos visto casos de deportistas que son muy disciplinados, pero terminan de entrenar y pasan el resto del día sentados, si vemos sus vasos capilares más pequeños, veremos que la grasa en ellos también se acumula”, subrayó Stamatakis.
Yoah Sui, investigador de la Universidad de Londres, Ontario, Canadá, también le ha dado seguimiento a cómo el cuerpo necesita moverse de manera constante.
“Aún si nos ejercitamos a diario, si nos ponemos a ver la mayoría pasamos sentados o apoyados a una pared un promedio de 11 horas a la semana. Nuestros cuerpos no están diseñados para funcionar bien con tan poco nivel de actividad”, afirmó Sui.
En acción
Para Severita Carrillo, médico fisiatra, máster en movimiento humano y coordinadora del Programa de Rehabilitación Cardiopulmonar y Oncológico del Hospital San Juan de Dios, debemos estar en movimiento constante para que realmente puedan sentirse beneficios a nivel cardiovascular.
“Sí, usted puede hacer ejercicio y luego de eso quedar sedentario el resto del día, entonces usted es sedentario”, sentenció Carrillo.
“Es que hay una confusión entre ejercicio y actividad física. Ejercicio es lo que se pide que se haga 150 minutos a la semana: caminar, correr, trotar, nadar, jugar fútbol. Actividad física es ese movimiento en el que debemos estar durante todo el día”, especificó esta especialista.
Y añadió: “a mí me pasaba, yo en época de ‘la platina’ (arreglos en el puente sobre el río Virilla en la General Cañas), cuando el tráfico era de lo peor, me iba corriendo de mi casa en Lagunilla de Heredia hasta mi trabajo de aquel entonces en el Cenare. Eran cinco kilómetros que yo corría en media hora. Y después de eso no hacía más porque yo creía que ya había cumplido. Conforme me puse a estudiar comprobé que si durante el día pasaba sentada, esos cinco kilómetros no iban a bajar el riesgo cardiovascular si el resto de la jornada yo no me movía más”.
Para la especialista, es necesario que al menos cada hora nos levantemos del asiento y vayamos de un lado a otro.
“No tiene que ponerse a hacer jumping jacks o sentadillas o lagartijas, es simplemente caminar, ir al baño, ir a preguntarle algo a un compañero que se sienta más lejos, acompañar a alguien a la fotocopiadora o a otro departamento. Subir las gradas hasta el segundo o tercer piso”, sentenció.
Stamatakis también lo evidenció al presentar su estudio: “ponerse de pie no es suficiente, muévanse, aunque sea solo para caminar hasta el final de pasillo y devolverse”.
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¿Qué pasa con nuestro cuerpo al sentarnos?
Al sentarnos, la mayoría de los músculos de nuestro cuerpo entra en reposo y no se fortalecen, con esto puede comenzar un proceso (lento, pero constante) de debilitación. La circulación baja y la frecuencia cardíaca también.
Si el cuerpo está acostumbrado a ejercitarse y moverse, pedirá que nos levantemos, aunque sea solo por unos segundos.
“Con solo ponernos de pie, la cosa cambia”, apuntó Carrillo. “Por ejemplo, los músculos grandes, que son los que me sostienen en pie, se ponen a trabajar. El esfuerzo es mayor con solo levantarse, aunque ni nos demos cuenta; ahora imaginemos lo bien que le hacemos al cuerpo con movernos a preguntarle algo a un compañero en lugar de mandarle un correo”.
Para los especialistas, lo descubierto tampoco es excusa para decir: “Entonces me muevo durante el día y ya el ejercicio no hace falta”. ¡Jamás! Esto no sustituye el que debamos “movernos de forma más intensa” durante unos 30 minutos al día (o sumar 150 minutos durante la semana). Cada quien escoge si quiere nadar, correr, trotar, ir al gimnasio, bailar o simplemente caminar por el barrio, pero ese tiempo debe sacarse, por el bien de la salud.
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