“Se nos vino un tsunami de pacientes descompensados. La pandemia nos dejó esto también”.
Con ese énfasis, Manuel Cerdas, presidente de la Asociación Costarricense de Nefrología (Ascone) y nefrólogo del Hospital México, manifestó la preocupación que le genera la situación de los diabéticos y pacientes con otras enfermedades crónicas.
Según él, esta es una de las explicaciones por las cuales, entre 2019 y 2020 las muertes derivadas de complicaciones de la diabetes subieron en un 32,6%. Datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) indican que, en cuestión de ese año, pasaron de 1.709 a 2.267.
El nefrólogo indicó que esto coincide con la pandemia y no necesariamente tiene que ver con la acción del virus SARS CoV-2, causante de la covid-19, en el cuerpo de las personas. Él habla de otras razones que tienen que ver con cuestiones médicas, administrativas y de estilos de vida.
Al estar en pandemia se cancelaron muchas consultas o se dieron de forma virtual. Hubo casos de pacientes que no tenían teléfono o facilidad para hacer videollamadas o no contestaban cuando se les llamaba.
“En un importante grupo de pacientes se perdió el control de su padecimiento crónico”, subrayó.
Además, hubo gente que “se encerró y comió” más de lo necesario sin preocuparse por el ejercicio. Que un paciente diabético o prediabético engorde o se haga más sedentario no ayuda a controlar su situación.
“Lo peor que puede hacer un diabético es ponerse sedentario y gordo” resumió.
La otra razón es que a un diabético, aseveró Cerdas, se le debe ver cada cierto tiempo (entre tres y seis meses) para controlar el azúcar. La pandemia hizo que mucha gente perdiera sus citas, en algunos casos, por miedo al contagio, pero también influyeron otras barreras.
“Hubo pacientes que en uno o dos años no supimos cómo andaba su azúcar. Esto fue caótico para el manejo de los diabéticos”, afirmó.
Esto impidió que a muchos de ellos se les vieran no solo los niveles de azúcar, sino también revisiones de su presión arterial y funcionamiento del corazón. Tampoco se le hicieron exámenes necesarios.
El escenario se complica si se considera que el 14,8% de los mayores de 19 años tienen esta enfermedad diagnosticada. En 2012, el porcentaje era cercano al 10%. Estos son los casos ya diagnosticados, a los que se les debe añadir quienes ya desarrollaron el padecimiento y aún no lo saben.
Para agravar los hechos, algunos pacientes no son solo diabéticos, también hipertensos o con niveles altos de colesterol y triglicéridos. En 2019, datos de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) revelaron que tres de cada diez hipertensos también son diabéticos.
Cerdas llamó a los pacientes ya con un diagnóstico a estar bajo control y a quienes no lo han sido, estar vigilante de signos como aumento de la sed y de las ganas de orinar, aumento del apetito, fatiga, visión borrosa, entumecimiento u hormigueo en las manos o los pies, úlceras que no cicatrizan y pérdida de peso sin razón aparente. En estos casos es mejor acudir con un médico para descartar y, en caso de confirmar, entrar a un control.
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El peligro del mal control
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Los diabéticos pueden llevar una vida normal siempre y cuando mantengan su enfermedad controlada, con alimentación, actividad física y los medicamentos que se les recetan.
“Digamos que una familiar suya se le diagnostique a los 40 años. Si ella no controla su azúcar todos los días y su presión arterial ya a los 50 años va a tener daño del riñón, daño del corazón y, eventualmente, daño cerebral. A esto se le unen problemas vasculares y en la retina”, expuso.
El especialista señaló que el descuido de la diabetes paulatinamente va complicando procesos en el cuerpo y puede llevar a infartos, accidentes cerebrovasculares (popularmente conocidos como “derrames cerebrales”) y daños graves a los riñones. Estos son los que con el tiempo pueden llevar a hospitalización y muerte.
Cuando dos o más enfermedades coexisten, la situación se complica si no se tienen bajo control. Un estudio de la Asociación Estadounidense para el Corazón, publicado en la revista Circulation, indicó que cuando la hipertensión y la diabetes coexisten el riesgo de males cardiovasculares y problemas en los riñones aumenta al doble.
El peligro es independiente de cuál padecimiento apareció primero. La hipertensión acelera y empeora los efectos nocivos de la diabetes sobre las arterias.
Por otra parte, la diabetes incrementa la probabilidad de tener hipertensión. Esto se debe a su acción negativa sobre las arterias, que predispone el estrechamiento de las mismas y conduce a la hipertensión.
A esto se le debe agregar que, si usted tiene diabetes y la tiene mal controlada y contrae covid-19, aumenta sus probabilidades de hospitalización.
En marzo pasado, Roy Wong McClure, médico epidemiólogo de la CCSS, afirmó que al menos un 60% de los casos que se hospitalizaron en la última ola pandémica tiene una condición de riesgo: diabetes, obesidad, hipertensión o es adulto mayor; en la mayoría de los enfermos crónicos, la enfermedad no estaba controlada. Además, un 30% de los internados tiene comorbilidades, es decir, una o más enfermedades además del padecimiento primario.
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Los ‘consejos de oro’
Cerdas definió sus “consejos de oro” para que, quienes no son diabéticos, eviten al máximo esta enfermedad crónica:
- Mantenga un peso adecuado.
- Tenga actividad física.
- Ojalá que nunca fume ni ingiera licor.
- No coma “comida chatarra”.
- Por lo menos anualmente se revise su presión arterial y su nivel de glucosa.
- Dormir satisfactoriamente al menos siete horas diarias.
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