Es un viejo conocido de los científicos: cada vez que se prueba un medicamento, a un grupo de pacientes se le hace tomar un fármaco en proceso de investigación, y al otro grupo se le da un placebo; es decir, una pastilla que se ve igual que la original, pero que generalmente está hecha de azúcar y no posee los químicos que podrían sanar a la persona.
Sin embargo, no son pocos los casos en que personas que tomaron estas pastillas de azúcar tienen una mejoría y hasta logran calmar sus dolores o aliviar su enfermedad. A esto se le conoce como “efecto placebo”.
Anteriormente, los científicos explicaban el fenómeno creyendo que era una sugestión mental del propio paciente que, al creer que le estaban dando algo para lidiar con sus síntomas, efectivamente los superaba.
Hoy, un grupo de investigadores estadounidenses e israelíes le añaden una variable más a la ecuación: la genética.
Según científicos del Programa de Estudios de Placebo en el Centro Médico Beth de Israel, de la Universidad de Harvard y del Hospital Brigham en Estados Unidos, los genes juegan un rol destacado cuando la persona recibe el placebo.
En otras palabras, la genética de cada persona determinará si esta responderá favorablemente al tratamiento falso o no tendrá reacción alguna.
Metodología. En la primera fase de este estudio, publicado esta semana en la revista Trends in Molecular Medicine , los investigadores introducen el término “placeboma” para explicar esta situación. La palabra surge de la unión de “placebo” y “genoma”.
“El placebo no es el único componente del ‘efecto placebo’”, explicó el autor Ted Kaptchuk en un comunicado de prensa.
“Las vías que recorren los neurotransmisores en el cerebro son modificadas por la genética. Tanto los medicamentos reales como los placebos o pastillas de azúcar llegan a estos neurotransmisores. Ahora esto nos sugiere que la genética del cerebro no solo puede hacer que un placebo funcione, sino que un fármaco puede modificar la respuesta de un placebo y viceversa”, añadió.
Los genes. ¿Cuáles son las variantes que motivan a nuestro cerebro a poner en acción los placebos? Los académicos hablan del gen catecol-o-metiltransferasa (conocido como COMT).
Variantes de este gen harían que la dopamina (neurotransmisor relacionado con emociones) se active con intensidad y que las vías que recorre en el cerebro les den un mayor efecto a los pacientes que toman el placebo.
“Existen mensajeros químicos que aumentan o inhiben las funciones nerviosas del cerebro, muchos transmisores juegan roles clave en el dolor y la recompensa”, señaló Kathryn D. Hall, otra de las investigadoras.
“Nuestra hipótesis es que las variaciones genéticas ponen a actuar proteínas en las vías que recorren los transmisores y esto modifica la reacción al placebo”, añadió Hall.
Repercusiones. Estas son buenas noticias que ayudarían a quienes tienen estas variantes genéticas; sin embargo, también se complicaría el desarrollo de nuevos medicamentos.
El reporte científico explica que la existencia de personas que reaccionan positivamente a algo sin componente médico activo, hace más difícil medir el efecto real del fármaco que se busca probar.
Es decir, significa que hay personas con respuestas positivas ante el posible medicamento, pero también las habría ante un placebo. Eso provocaría que los científicos no alcancen absoluta certeza de cuán buena es la nueva medicina.
La investigación sugiere que la metodología de las pruebas farmacológicas podría cambiar.
“Un próximo paso podría ser el incluir un grupo control al que no se le entregue ni el fármaco experimental ni el placebo. Esto es barato y, además, puede dar mayores luces sobre la respuesta entre los genes y las moléculas”, cita el documento científico.
Los autores reconocen que aún falta investigar más para conocer detalles sobre la interacción entre genes y placebo.