Lo primero fue la sorpresa. Una pequeña inhalación y unos segundos de silencio. Lo segundo fue un llanto tímido, contenido. Lo tercero, un sollozo absolutamente inconsolable. Un llanto firme y prolongado que venía desde lo más profundo. No tenía que decir nada para decirlo todo. Aún así, lo hizo.
“Oh, Dios mío”.
Su reflejo en el espejo la dejó sin palabras. Después de un rato las encontró. “Es increíble. Yo nunca había pensado volverme a ver así. De verdad muchas gracias. Ya no más”.
La mujer de 47 años cerraba con candado uno de los capítulos más amargos de su vida. El agradecimiento se lo dirigió al hombre que le ayudó a hacerlo: un colombiano que tardó poco menos de una hora para devolverle a su busto lo que la vida le borró un día.
Arriba de la cicatriz que atraviesa su pecho izquierdo ahora hay tinta y color. Hay sobre su clara piel, nuevamente, un pezón y una areola.
A partir de ese día, su imagen en el espejo dejó de estar incompleta. La batalla contra el cáncer ya la había ganado. Ese tatuaje venía a resumirlo todo en una sola palabra: victoria.
Trazos sobre piel
El primer tatuaje de pezón y areola que realizó el colombiano Fabián Henao fue hace unos cinco años.
Nunca imaginó que llegaría a tatuar a más de 400 mujeres sobrevivientes de cáncer de seno, ni que su talento lo llevaría a recorrer varios países de Latinoamérica.
Tampoco que su campaña Tinta Esperanza iba a viralizarse y que sus publicaciones alcanzarían a millones de personas alrededor del mundo. Su recorrido se inició de una manera más simple y menos planificada, en una noche ociosa.
“Realmente no tenía mucho que hacer un sábado por la noche y me puse a pensar. Tomé la decisión de aportar algo de mi talento a una causa. Me pareció que ayudar a las sobrevivientes de cáncer de mama es muy importante”, cuenta el tatuador, oriundo de Armenia, con más de 25 años de experiencia. “Podía hacer un aporte económico desde mi estudio Lienzos de piel, pero quise más bien hacer un aporte con mi trabajo. Algo que realmente sí les cambiara la vida”.
La campaña Tinta Esperanza empezó en el año 2015 en México. Henao, posteriormente visitó Panamá, Colombia, Guatemala y del 29 de abril al 3 de junio estuvo en Costa Rica.
Con la coordinación de diferentes fundaciones y patrocinadores, Fabián ha grabado pezones en la piel de cientos de mujeres a las que ya se les ha concluido el proceso de reconstrucción de seno y sin cirugías pendientes.
“A los pocos días de hacer la publicación de inicio de la campaña comencé a tener muchos mensajes de mujeres que necesitaban el procedimiento”, cuenta Henao. “Yo realmente no había captado el impacto social de esto. La necesidad la vi luego, al momento de hacer la publicación y que en tres días se recorrió el mundo. 37 millones de personas alcanzadas con mi imagen en tres días... fue una viralización increíble. Tenía mensajes de Marruecos, de Rusia y ahí vi que esto estaba en el olvido”.
Son pocos los que trabajan tatuajes médicos reconstructivos de pezón en el mundo, dice. Y menos los que donan su trabajo.
“La campaña Tinta Esperanza es un regalo para ellas”, asegura. “Es como una luz en el camino porque cierran todo este capítulo. Me baso en lo que me cuentan ellas mismas. Le estamos cambiando un poco la calidad de vida a muchas mujeres”.
Así como hay mujeres que lo saben llevar bien, otras se derrumban. “Es muy trágico para ellas verse incompletas”, agrega. “Por medio de la campaña les estamos devolviendo esa seguridad y dentro de esa seguridad hay muchísimas cosas más”.
Muchas personas no lo asimilan. Creen que se trata de algo meramente estético... algo banal. “Esto no tiene nada que ver con vanidad. Cuando uno ve realmente lo que se hace se da cuenta de que sí, esto va más allá”, asegura. “El pezón tiene un valor agregado. Al nacer, lo primero que uno hace es amamantarse. Es parte de la vida y del proceso de la crianza. No solamente es por bonito. El pezón es símbolo de vida. Es la mejor definición que he podido dar”.
Sobreviví
Gracias al apoyo de la Fundación de Solidaridad contra el Cáncer de Mama (Fundeso) y al patrocinio de la marca Payless, cincuenta y tres mujeres fueron tatuadas por Henao en su campaña en nuestro país.
Mientras pequeñas agujas unían tinte con piel, ocho de ellas compartieron sus historias de supervivencia, su recorrido en una batalla de la cual salieron triunfantes.
Sus testimonios los cuentan ellas mismas, las protagonistas de una guerra a la que se enfrentan miles de mujeres costarricenses día a día.
46 años. San Pablo de Heredia
A mí me diagnosticaron el cáncer hace 10 años. Estaba dándole de mamar a mi hija y sentía algo en el pecho derecho. La doctora de mi trabajo me dijo: ‘vaya tranquila y se hace un ultrasonido’. El oncólogo me dijo que era de operar inmediatamente.
Dios a uno le da una fortaleza increíble. Yo pensaba: ‘bueno, si me tengo que hacer quimio voy a ponerme una peluca de pelo lacio’, porque yo soy crespa. Estaba positiva.
En medio de la operación, me contó mi esposo, tuvieron que hacerme una biopsia por congelación. Me quitaron un pedacito y lo mandaron a biopsiar esperando al patólogo. Apareció con la noticia de que era de los cánceres más agresivos que hay. ‘Hay que quitarle el pecho’. Salieron y le dijeron a mi esposo: ‘si no se le quita el pecho ya, no dura un año’.
Después de la operación lo primero que dije fue: ‘me lo quitaron’. No pregunté, lo afirmé. Yo como que lo sentía. El médico les había dicho que no me dijeran, que él me iba a decir. Seguro pensaban que yo iba a reaccionar terrible, y no. Yo super tranquila. Yo soy muy pendeja, pero en ese momento me sentí la mujer más fuerte del mundo. Más bien fui yo la que le di fortaleza a toda mi familia.
Cuando ya el médico se fue mi esposo se atacó a llorar. Le pregunté: ‘¿por qué llorás? ¿Yo no estoy aquí? Me quitaron el pecho pero todavía tengo otro’.
Duré 10 años sin el pecho. Una amiga fue la que me alentó a ir a que me pusieran el implante. Mi esposo me apoyó cualquier cantidad. Me dijo: ‘lo importante es que estás aquí. A mí no me hace falta que tengás el otro… si querés hacelo, sino no’.
Mi hijo tenía como 6 años y un día que me estaba cambiando, me estaba viendo en el espejo. Me dijo: ‘¿mami a ti te dolió?’. Le dije que no. Me preguntó: ‘¿y cómo fue? ¿Agarraron un cuchillo y te la quitaron?’. Me veía de pies a cabeza y le pregunté: ‘¿qué pasa? ¿Me veo muy fea?’. Me vio y me dijo: ‘te ves como una mujer’.
42 años. Heredia.
No es una noticia fácil. Uno nunca piensa que le va a dar a uno. Cuando a uno le dicen ‘cáncer’ uno piensa que se murió. Pero realmente hay muchos tipos.
Fui diagnosticada en el 2014. Yo me hice una prueba genética. Tengo BRCA positivo: un examen que uno se hace para ver si usted tiene el gen o no. Me operaron en el 2014 y me hice una mastectomía bilateral con reconstrucción inmediata.
Después pasé por todo el proceso. Me hicieron la reconstrucción, me pusieron expansores, me pusieron los implantes y después, al final, Fabián me tatuó el año pasado en la campaña en Panamá.
No me tocaba ni siquiera hacerme los exámenes. Lo que pasa es mi abuelita paterna tuvo cáncer de mama.
A pesar de que alrededor de la pelotita todo estaba limpio, la doctora me dijo que por la edad tenía que ponerme cuatro sesiones quimio.
A mí no me molestaba el hecho de no tenerlos (los pezones). Para mí era más importante estar viva y durar más años para mis hijos.
Ya tener esto es ilusionante. Ya el cerebro logra olvidarse de una cicatriz. Paso en el espejo y me veo normal, como si los tuviera. Es ponerle el punto final a todo el proceso de la enfermedad.
Es como haberle puesto la cereza al pastel. Es decir, ya. Ya con esto terminé. Hasta se me olvida que es un tatuaje. Es mi pezón nuevamente.
47 años. Barranquilla, Colombia.
Desde hace 15 años vivo aquí. Una mañana desperté y tenía una gotita de ‘aguasangre’. Como a los tres días volvió a aparecer. Me fui a trabajar y cuando regresé en la noche me quité el brasier y tenía la gotita otra vez. Al otro día me fui al médico general, al Ebais. Me revisó y me dijo que todo estaba normal. Que me iba a hacer un ultrasonido y me iba a remitir al ginecólogo.
El doctor me hizo el ultrasonido y me dijo que no tenía nada, que tenía los ‘cornetes’ un poco inflamados pero que era normal cuando uno había dado de mamar.
No quedé contenta con ese resultado. Como yo acababa de cumplir los 40, le dije que me mandara una mamografía.
Me remitió al Hospital México con la orden para la mamografía. Llevé esos papeles y me dieron la cita para la mamografía hasta enero del 2012. Estábamos hablando de julio del 2010. Me dieron la cita para evaluación de medicina general a los ocho días.
Cuando regresé a la casa mi hijo me preguntó cómo me había ido. Le conté que me dieron la cita hasta el 2012. ‘Mejor salgamos de duda, mañana busca dónde hacerte eso’, me dijo mi hijo. Al otro día, cuando yo me levanté a las 6 de la mañana para hacerle el almuerzo me dijo: ‘mami, ya te conseguí la cita. Te van a hacer el examen ahora a las 11 en la Bíblica’.
Me hice el examen y me llevé los resultados a la cita de medicina general. Me hizo unos exámenes y me dijo que lo buscara dentro de 15 días. Cuando salí de ahí el pecho se me inflamó terrible. No aguantaba esos días esperando que llegara la cita.
Cuando llegó ese día me empezó a revisar. Me dijo: ‘salió positivo’. ‘¿Positivo qué?’, le pregunté. ‘Tienes cáncer’, me dijo.
¿Qué piensa uno? ‘Me morí… mis hijos’. Tenía tres hijos. Digo ‘tenía’ porque ese hijo mayor que me dio los medios para hacerme los exámenes se me murió en un accidente de tránsito como al año de que pasó esto.
No me dio tiempo de digerir nada. Cuando el otro día me levanté al baño y me quité esa bata dije: ‘por Dios’. Ahí fue donde yo lloré de verdad. Lloré de ver lo que estaba pasando. ‘¿Qué me hicieron, por Dios?’.
Cuando llegó esa cita de la mamografía en el 2012 yo ya estaba requete operada.
Pensé que me iba a morir. Pero no, gracias a Dios aquí estoy. Sobreviviente porque no tengo nada ya.
52 años. San Antonio de Desamparados.
Hace rato me diagnosticaron microcalcificaciones. Los doctores me dijeron que no me preocupara, que nada más era de darle seguimiento y así lo hice hasta que me fui donde una doctora privada. Ella me dijo que había que actuar de inmediato.
Me hizo una biopsia y salió que tenía cáncer en el pecho izquierdo. Era un cáncer agresivo y había que mastectomizar. Por lo agresivo del cáncer se tomó la decisión de quitar la otra mama.
Fueron momentos muy difíciles. Fue horrible verse a uno mismo amputado. Hicimos lo posible porque se me pusieran implantes y lo logramos con la ayuda de toda la familia.
Es un dolor muy grande para todos. Lo primero que uno piensa es que se pierde todo. ‘Ya me morí’. Ni siquiera se está abierto a que le digan que hay mucho por hacer. Es un miedo tan terrible que a uno le digan eso.
El apoyo de mi esposo fue increíble. Siempre súper positivo y eso me ayudó a mí. Yo nunca lo vi triste o angustiado. Siempre mantuvo eso y me mantuvo a mí bien positiva.
Sí le cambia a uno la vida, totalmente. Ya valora uno más las cosas. No las ve uno por verlas, sino que uno las observa, analiza y disfruta más. Es otra cosa.
Fue una alegría cuando yo estaba viendo el periódico y vi a este muchacho, al tatuador colombiano. A pesar de que me veo bien, te mirás al espejo y ya no te ves tan bien. La idea es genial. Uno siente que este ya es el final de todo el proceso de lo que uno ha pasado. Es ya la cereza en el pastel. Es verse a uno mucho mejor y sentirse mucho mejor.
Ahora que venía de camino venía pensando que esto viene como a sanar todo, como a liberar todo. A pesar de que no es que viene uno con un médico a decirle, ‘tranquila, ya lo suyo pasó, te damos de alta’, esa es la sensación que estoy sintiendo en este momento: ya se terminó todo.
57 años. San Mateo de Alajuela.
Hoy hace exactamente un año y seis meses me operaron y me hicieron la reconstrucción. Al mes empecé con la quimio, luego con la radio.
Cuando me vio el oncólogo por primera vez me dijo que me iba a mandar cuatro quimios. Me dijo que quedan pendientes ocho o más, dependiendo de un resultado que estaba esperando.
Cuando iba por la segunda me dio la excelente noticia de que ya no necesitaba más además de esas cuatro sesiones. El radiólogo me mandó 25 radios. Fueron 25 días ir y venir, ir y venir al Hospital México. Todos los días excepto sábado y domingo.
La mía me tocaba a las 8:30 de la mañana. Agarraba un bus de 5:30 a. m. y cuando eso estaba lo de La Platina. Siempre estaba bajándome del bus a las 8:02, 8:05 lo más tarde. Me venía sola.
Se me cayó todo el pelito, hasta las cejas. La quimio me dio los efectos que da: náuseas… nunca vomité. Se me fue el apetito pero comí a la fuerza.
Nunca lloré. Cuando me faltaban como tres radios, o dos, estando acostada recibiendo una sesión y ahí sí me bajaron dos lágrimas y me agarró un sentimiento. Creo que fue como de alegría por saber que ya me faltaban solo dos.
La parte más dura fue verme sin pelo, pero por otro lado agradecí mucho porque yo me parezco mucho a mi papá. Hace dos años y medio él se me fue. Cuando a mí se me cayó el pelo, yo era ver a mi papá. La gente me decía: ‘sos un clon de José’. A mí me daba un orgullo saber eso.
Mi cuñada me cortó el pelo y no le dije nada a mi mamá. Cuando estaba de espaldas le dije: ‘tará, vea lo guapa que me veo’. Para ella fue una impresión tan grande. Me abrazó, me agarró la cabeza a besos. Yo le dije: ‘¿mamá por qué estás llorando? ¿No me parezco a su amado? No hay que llorar. Oritica tengo pelo otra vez, va a ver’.
Mi hijo trabaja en un call center y cuando llegó ese fin de semana y me encontró sin pelo, bueno... delante de mí no, pero luego sí supe que entró al cuarto y lloró. Se me desapareció y cuando volvió fue sin un pelo.
Él también se había cortado todo el pelo para acompañarme en ese momento. Fue un gesto muy lindo. ‘Mamita, no es nada esto. Yo la amo y quiero que usted me vea igual... que vea que la apoyo en todo’.
Yo lo acepté así. Si ya estoy así, estoy así. Yo no tengo pareja desde hace muchos años. Casi desde que tuve a mi hijo. No tengo pareja, ya a esta altura no la voy a tener. Y si llegara a tenerla, que me quiera como estoy.
43 años, Aserrí
Yo no tenía síntomas. No tenía pelotitas que es lo que la gente normalmente siente. No tenía dolor, no tenía nada. Yo me hice una mamografía por rutina.
Me la hice a los 39 años a pesar de que decían que era después de los 40. Como dos meses después fui al resultado. La doctora me dijo que habían salido microcalcificaciones. Me dijo que usualmente son benignas, pero que igualmente me iba a mandar a hacer un ultrasonido para descartar.
Me hicieron un ultrasonido en noviembre del 2014 y en diciembre ya me estaban llamando de La Carit. Me citaron para hacerme una biopsia. Me la hicieron la primer semana de enero. A los 15 días me dieron el resultado: tenía cáncer de mama.
El cáncer se había esparcido en todo el pecho. El doctor me decía que le llaman el ‘cáncer silencioso’. Es de los que no te avisa hasta que te toca un órgano.
Eso fue como que me hubieran echado un balde de agua fría. Yo me puse a llorar, mi esposo también y mi mamá. Mi mentalidad no fue como de muerte, sino del hecho de tener que pasar por quimioterapia. Eso es algo que yo no quería. Me asustaba mucho.
Soy instructora de aeróbicos. Siempre he hecho ejercicio por lo que uno lo que menos se imagina es que le iba a pasar eso. La bendición que tuve fue que no tuve que someterme a quimioterapia ni a radioterapia. Ahorita lo único que tomo es un tratamiento por cinco años.
Si yo no me la hubiera hecho (la mamografía) y hubieran pasado los años, no sabría si estaría contándolo ahorita.
Al principio sí me afectó haber perdido el pecho y verse diferente, pero después a todo se acostumbra uno. ¿Qué quiero más que la vida? Uno empieza a verlo en un segundo plano.
Yo con mi esposo nunca tuve problemas con esto. Él más bien me dijo: ‘mita, si quiere hágalo para que usted misma se sienta bien pero si no quiere, tranquila’. Fue algo así, como para al verse en el espejo sentirse más completo.
56 años. Naranjo.
Hace cinco años exactamente estaba pasando por la operación. El caso mío fue muy, muy a tiempo. Entonces no fue tan traumático como se piensa. El mismo día que me operaron me hicieron la reconstrucción.
Tuve la oportunidad de pagar la mamografía, la biopsia y todo. Por eso fue tan rápido. Después vino el proceso de quimio. Por ser las dos operaciones (mastectomía y reconstrucción) al mismo tiempo fue un poquillo tedioso.
Enterramos una hermana de cáncer y luego empecé yo. El mismo año que iba yo con ella a quimio llegué yo a la misma sala.
En la quimio a uno le dicen que el pelo, que aquí, que allá. El muchacho súper buena gente me decía: ‘véalo así. Ese pelo lo ha tenido toda la vida. Va a echar uno nuevo para el resto de la vida’. Me nació un pelo, vieras. Un colocho cerrado lindísimo.
Es complicado ver esos cambios. Fue mi sobrina la que se enteró que venía Fabián. Sí tenía la curiosidad de ver cómo se vería. Para la autoestima.
43 años. Palmares.
Fui diagnosticada hace ocho años. Vine a hacerme una mamografía porque desde muy joven yo sentía como una pelotita.
Tuve mi primer embarazo y el doctor me decía que seguro era como leche de los pechos. Como a los cuatro años tuve mi segunda hija. En el pecho me seguía como supurando un líquido. Mi esposo me decía que sentía que la pelotita se me hacía cada vez más grande y me hice la mamografía.
Cuando fui donde la doctora, ese mismo día me hizo la biopsia. Cuando entramos me dijo que el resultado había salido alterado y que tenía cáncer. Me dijo que ella me podía operar y reconstruir. Eso fue un miércoles y al martes siguiente ya me operó.
Es muy duro, cuando a uno le dicen que tiene cáncer uno cree que el mundo se le acaba. Yo tenía una chiquita de un año.
Detrás de todo esto hay como otra historia: nueve meses antes se había muerto mi mamá y seis meses antes mi papá. Dicen que supuestamente todo esto es por todo lo que yo pasé. Todo el sufrimiento de la muerte de mi mamá y mi papá yo me lo tragué y a raíz de eso se me desarrolló el cáncer.
Yo siempre le decía a mi mamá: ‘el día que yo falte, por favor usted se hace cargo de mis hijas’.
Pensé que me iba a morir y con mis hijas tan pequeñitas… ya no estaba mi mamá. Mi papá murió en junio, en marzo murió mi mamá y al mes mi suegra. Fueron golpes muy fuertes.
El doctor me dijo: ‘si quiere comienza mañana la quimioterapia’. Yo le dije: ‘doctor, póngamela en la tarde porque en la mañana tengo que ir a trabajar’. El doctor solo me preguntó: ‘¿usted no sabe qué es la quimioterapia?’. Usted va a estar incapacitada ocho meses’. Según yo iba a ir a trabajar y me ponía la quimioterapia.
Como a los 15 días se me comenzó a caer el pelo. Subí al segundo piso de mi casa y cuando estaba arriba mi esposo me encontró llorando.
Me preguntó qué quería y le dije que me rapara. Duró como cuatro horas rapándome. Me dejó como una bolita de boliche. Mi hija de un año y la otra de cuatro ahí estaban viendo como mi esposo me rapaba. La mayor me decía: ‘mamita, no importa que tu estés sin pelito. Para mí eres la mamita más linda del mundo’.
La gente es muy cruel. Cuando uno comienza a salir la gente le pregunta: ‘¿cómo está?’. Pero se le queda viendo a la cabeza. A veces llamaban a mi casa a preguntar si era cierto que yo me estaba muriendo.
Mis papás me hicieron mucha falta. Siempre quise hacerme el tatuaje pero me daba un poquito de miedo. Por eso me había quedado.
Ya voy a cumplir ocho años de operada. Los más duro ya pasó.