La receta para tener una buena salud es aprender a ser feliz, asegura le cardiólogo Emilio La Rosa.
"El aprendizaje de la felicidad consistiría en dar herramientas para que cada uno construya su propia felicidad, pues no existe un solo camino para llegar a ser feliz", dijo. Esas herramientas consisten en una serie de prácticas preconizadas por la psicología positiva y la meditación budista que permiten crear conciencia sobre la interrelación que existe entre salud y felicidad, sostiene el médico peruano de 67 años.
"Ambas se basan en el principio de la neuroplasticidad o capacidad de los sistemas neuronales de remodelarse, una especie de gimnasia de la felicidad", explica el médico peruano.
"Hay que estudiar la felicidad hasta lograr convertirla en un patrón cultural".
La Rosa se interesó en la felicidad cómo tópico de salud desde hace unos 20 años, cuando empezó a observar que las personas felices tienen mayor esperanza de vida y menor incidencia en enfermedades crónicas, como la hipertensión arterial, entre otras.
Además, comprobó que sus pacientes estresados se enfermaban más y los problemas de salud de ellos nacían de un estado de infelicidad permanente agudizados por el estrés.
De esa experiencia, La Rosa extrajo dos hipótesis: "Cuando estamos felices no hay estrés y se estimula el sistema inmunitario".
Salud pública. Los gobiernos deben fomentar el aprendizaje de la felicidad en las escuelas para evitar la manipulación política que intenta mostrarse como único camino para alcanzar ese estado, señala el investigador.
"Hay que evitar que el Estado pueda establecer los parámetros de lo que es la felicidad, pues deriva en una manipulación política".
La Rosa está convencido de que la democracia es consustancial a la felicidad.
También piensa que uno de los puntos de partida de la infelicidad es la falta de fe, un escenario que prospera casi siempre en tiempos de crisis moral, económica, política y ecológica de las sociedades.
"La falta de fe lleva a buscar felicidad, pero hay que evitar que esa búsqueda se convierta en una nueva religión", advierte el autor, para quien las religiones representan el mismo peligro de manipulación que los gobiernos autoritarios.