Besar bien en los labios es una destreza muy deseable. Y aunque nadie logra explicar todavía qué determina la calidad de los besos, todos parecen coincidir en que estos son esenciales en la vida personal.
Un buen beso puede despertar el amor con el ser menos pensado o hundir una relación promisoria. La ciencia lo explica y, mejor aún, instruye qué hace de un beso algo memorable o un episodio digno de olvidar.
El primer indicador de desempeño es cuánto se besan las parejas, cifra que es proporcional a su grado de satisfacción con la relación. En lo anterior están de acuerdo investigadores de diversos campos citados en el libro La ciencia de los besos: lo que nuestros labios nos están diciendo .
Su autora, la científica e investigadora Sheril Kirshenbaum, afirma que un primer beso romántico entraña un riesgo porque es un gran intercambio de datos sensoriales entre dos personas: están involucrados el tacto, el gusto, el olfato y silenciosos mensajeros químicos del cuerpo llamados feromonas, que inducen comportamientos en otras personas.
No hay besadores malos ni buenos, solo malas combinaciones. El texto indica que gran cantidad de literatura científica sugiere que las personas se besan como parte de un evolucionado mecanismo biológico de los seres humanos para detectar quién es potencialmente una buena pareja y quién no.
Cita el libro que las mujeres dan más importancia a los besos cuando eligen pareja o al iniciar y mantener una relación de largo plazo. Además, se interesan mucho en los dientes del hombre y su higiene.
Según la experta, las mujeres en general sienten atracción por el olor de hombres que portan un código genético distinto al de ellas pues, de esa manera, se aseguran una mejor descendencia.
Ellos, en cambio, tienden a considerar los besos solo como un paso previo al sexo y suelen centrar su interés en el atractivo facial y corporal de las mujeres.
Después de los labios, el cuello es el sitio preferido donde las mujeres prefieren ser besadas y una queja común es que los hombres hacen pocas variaciones al besar o en los sitios donde lo hacen, aparte de que su estilo es, en general, mecánico.
Investigaciones citadas por la autora revelan que las diferencias descritas entre el papel de los besos para hombres y mujeres persisten en diversas culturas del mundo.
Tan delicado es para las mujeres el asunto, que las trabajadoras del sexo evitan besar en la boca a sus clientes alegando que, para hacerlo, se requiere un “verdadero deseo y amor”, indica una investigación de los científicos sociales Joanna Brewis y Stephen Linstead.
En las relaciones largas (de años), los besos contribuyen a mantener a la pareja unida. Según la indagación de Kirshenbaum, besarse de forma habitual es una forma de mantenerse conectado y cerca a la otra persona pues en cada beso se libera oxitocina, una hormona de función estimulante que, en niveles elevados en la sangre, mejora la capacidad propia de confiar en la otra persona.
Método infalible. El gran reto es cómo saber cuándo alguien quiere ser besado y cómo se rompe el nerviosismo y la torpeza del trance previo. La autora concluye que la única forma posible de averiguarlo es ingresar en el espacio personal de él o ella y observar cómo reacciona pues, para acercarse tanto a alguien, se requiere cierto nivel de confianza o expectativa.
Un método directo para “evaluar las posibilidades”, es acomodarle el cabello a quien se desea besar. Al ser un gesto tan personal e íntimo, un simple estremecimiento de la otra persona basta para detener la maniobra o, si la reacción es positiva, proseguirla.
De cualquier modo, la caricia en el cabello brinda la información necesaria sin complicar mucho las cosas para ninguna de las partes.
Aparte, añade el libro, es vital para quien busca robarse el beso, lucir bien, mostrar higiene en general, escoger el momento correcto y conocer qué le gusta y le disgusta a esa persona especial.