El martes 3 de agosto la gimnasta estadounidense Simone Biles obtuvo una medalla de bronce en los juegos olímpicos. Solo una semana antes, había abandonado la competencia por equipos alegando razones de salud mental.
En el transcurso de siete días, la joven de 21 años se tomó su tiempo para acallar los “demonios que había en su cabeza”.
“Tan pronto como subo a la plataforma, solo estamos yo y mi cabeza, lidiando con los demonios. Tengo que hacer lo correcto para mí y concentrarme en mi salud mental y no dañar mi salud y bienestar”, dijo en sus declaraciones a la prensa.
Sus decisiones, tanto de retirarse como de regresar, pusieron en el ojo público las presiones de los atletas olímpicos y el daño que esto puede causarle a la salud mental... y también al ojo público salieron detractores que la criticaron de “débil” de “que no le importaba su país” y de ser “generación de cristal”.
Más allá de esto, la historia de Biles tiene mucho para enseñarle a cada persona acerca del cuido de su salud mental, de cómo esta estalla, de la importancia de las pausas, los altos, y retornar a hacer lo que nos gusta (ya sea parte de nuestro trabajo o un pasatiempo) cuando sintamos que es el momento.
La psicóloga Paola Vargas Gómez conversó con La Nación sobre las lecciones que nos deja esta historia a todas las personas: a quienes se presionan a sí mismo en el ámbito laboral, académico o familiar, y a quienes presionan a los demás; a quienes deciden hacer un alto para proteger su salud mental, y a quienes critican la decisión.
“Las Olimpiadas nos mostraron una cara más humana, de una atleta de alto rendimiento que no es una máquina, es una persona como todos, que son frágiles. De eso tenemos mucho para sacar”, manifestó.
“Es algo tan normal poder decir, ‘estoy cansado, estoy agobiado, estoy quemada’. Todo eso que ella sintió podemos experimentarlo en nuestro entorno laboral, en quienes son mamás a tiempo completo, en quienes tienen que dividir tiempos entre oficina, casa, personas que te necesitan y piden algo tuyo”, añadió.
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Autoconocimiento
Para la especialista es necesario en determinados momentos decir “no puedo”. Para eso, conocerse es vital.
Sin embargo, muchas personas, al decir esto se enfrentan a un: “¿cómo que no puede, si usted es capaz? Y entonces, uno dice: “¿en qué momento me metí aquí, en esta carrera de la que no puedo bajar, y si me bajo quedo como si fuera débil?”, explicó.
Reconocer los momentos en los que nos sentimos cansados, agobiados, con miedos, con dolores y comunicarlos es vital para todo esto.
“¿Estoy haciendo las cosas por los demás o por mí? Si yo hago todo en función del otro, va a ser una frustración absoluta. Debemos encontrar el propósito”, comentó Vargas.
“¿Por qué Simone Biles volvió? Porque tenía un propósito, porque le gustaba, quería disfrutarlo”, agregó.
En este sentido, es trascendental no compararse con otra persona: ninguna persona ni ninguna situación es igual a la otra.
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Miedo a perder lo que tenemos
En una época donde las opciones laborales son menos a las vistas antes de la pandemia, muchos de quienes tienen un trabajo se aferran a este, y esto se ha vuelto terreno fértil para que algunas jefaturas se aprovechen de esto.
¿Cómo actuar?
“El otro día tenía a una paciente que me decía que estaba trabajando 12 horas al día. La virtualidad también nos está haciendo trabajar más. La situación actual responde a miedos y temores. Hay que cuidar el trabajo, pero también, si trabajo 12 horas no voy a rendir bien, porque mi cerebro va a estar cansado y mi cuerpo agobiado”, recalcó.
El trabajo en ese nivel hace que las personas tengan menos concentración (y por ende menos rendimiento), pero también van a estar más expuestos a accidentes de tránsito o laborales.
“¿Dónde están entonces mis horas de sueño, mis horas de familia, mis horas de esposa y de mamá, mis horas de ser persona? Las organizaciones también deben tomar eso en cuenta. Sus trabajadores necesitan estar bien”, añadió.
Para la especialista es necesario defender esos espacios y tiempos para descansar, estar con las personas.
“Las máquinas se reemplazan. La vida de un ser humano, no”, sentenció.
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Reconocer las señales
¿Cómo saber cuándo la salud mental ya pide atención?
Para Vargas, es vital reconocer cada emoción.
“Cada emoción es sumamente útil”, resume. “No puedo tapar mis emociones. No puedo resolver un ‘estoy triste’ con ‘me pongo a comer’”, añadió.
La especialista recalca que cada persona siente diferente las emociones, pero el cuerpo siempre habla. No podemos sentir el enojo de la misma forma que la tristeza, o la alegría, o la frustración. Y es vital reconocerlo para poder expresarlo.
La psicóloga dice que un buen paso es partir de cuatro emociones básicas: tristeza, enojo, felicidad y miedo. Y tratar de ver cómo se siente cada una en mi cuerpo. Con base en eso examinar cómo nos hemos sentido esta semana.
Una vez que se reconoce la emoción, buscar las razones detrás de ella. ¿Por qué el enojo, por qué la frustración? Y ya con base en eso, comunicar y actuar.
“Es algo que es de cada uno de nosotros. Lo que a mí me sirve para gestionar el estrés no es lo mismo que para otra persona”, señaló.
Por ejemplo, a Simone Biles le sirvió hacer una pausa. A otra persona le podría servir seguir más.
“Biles reconoció que seguir ahí de esa forma era su kryptonita. En otra persona tal vez no. Todos debemos buscar la nuestra”, afirmó.
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¿Y si es otra persona quien está así?
¿Qué sucede si quien se siente así es mi mamá, papá, hermano o pareja? ¿Cómo apoyarlos?
Para Vargas, lo más importante es entender que ninguna persona es igual a otra y que, lo que para nosotros tal vez es mínimo, puede resultar un mundo para quien tenemos en frente.
Lo primero es agradecer la confianza que la persona nos tiene y preguntar cómo podemos ayudarle. No todos tienen las mismas herramientas ni necesitan lo mismo.
“No empecemos a dar soluciones si la otra persona a la larga quiere nada más ser escuchada. Por eso lo mejor es preguntar cómo es la mejor forma de ayudar”, aseguró la especialista.
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