El clima de Costa Rica provoca que los residuos sólidos se descompongan de una forma muy diferente a cómo ocurre en Alemania, Austria o Japón, por citar ejemplos. Niveles de humedad que superan un 70%, un clima principalmente cálido y patrones muy lluviosos durante al menos seis meses al año, conducen a un proceso mucho más rápido y de ahí que el abordaje debe ser diferente.
En otras palabras, un envase de plástico o cartón, con un mismo uso o contenido, va a a tener una descomposición diferente según las condiciones del lugar. En Costa Rica, esto podría ocurrir de manera más rápida, con más hongos, bacterias y otros organismos.
Estas características convierten la manipulación y gestión de residuos en un asunto sumamente complejo. Además, no todos los desechos son comunes, como los vistos en hogares u oficinas, también hay residuos peligrosos o especiales, como los que resultan de algunas industrias u hospitales.
Todas estas condiciones climáticas y tipos de desechos deben tomarse en cuenta al momento de manipular, gestionar y disponer de los residuos, pues no es tan sencillo como decidir aplicar estrategias que son exitosas en países con menores niveles de humedad, menos lluvias y con temperaturas mucho más templadas.
“Nuestro residuo es sumamente húmedo”, resumió Freddy Bolaños Céspedes, director de ejercicio profesional del Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos (CFIA) y especialista en Ingeniería ambiental.
Bolaños fue uno de los especialistas del CFIA que compareció este lunes 4 de marzo en la Comisión de Ambiente de la Asamblea Legislativa, donde en las últimas semanas se discute el futuro del manejo de desechos en el país y el agotamiento de los rellenos sanitarios actuales.
“Podemos tener ejemplos de otros países con prácticas que les funcionan, pero hay que tener presente que para el manejo de los residuos sólidos deben tomarse en cuenta las características de cada país”, advirtió.
Ronald Arrieta Calvo, consultor académico en investigación y otro de los representantes del CFIA que acudió ante los diputados, coincidió con Bolaños, pero además llamó la atención sobre los errores en el uso de los desechos.
“Se ha agravado la situación por una insensatez grande de toda la sociedad. En 1949 yo estimo que más del 80% de los desechos era biodegradables, ¿y qué pasó? nos llenamos de plástico. ¿Qué hubiera pasado si desde ese entonces hubiéramos comenzado con el compostaje? En un suelo fértil como el nuestro habría funcionado”, comentó Arrieta.
Estas características de Costa Rica, así como sus microclimas, hacen que los niveles locales deban trabajar más a lo interno, pero como algunas municipalidades son más pequeñas, sería más eficiente regionalizar la gestión de los desechos.
Comenzar por casa
Para Freddy Bolaños, la disposición final de los residuos sería más sencilla si desde el principio se manejaran adecuadamente. Lo más básico es separar los tipos de desechos pues no mezclarlos ayudan a una mejor recolección, gestión posterior y disposición final. Otra buena práctica es reutilizar todo lo que sea posible y cuántas veces sea posible.
Una comunidad que ha visto los frutos de esos buenos hábitos es Belén, en Heredia. Según Luis Eduardo Rodríguez Ugalde, representante de ese cantón, afirmó que aunque el territorio ha crecido en desarrollos urbanísticos y en población, gracias a la reutilización, reciclaje y compostaje se ha bajado en un 8% la cantidad de desechos que se envían a los rellenos sanitarios.
Para lograrlo, dijo, fue fundamental la acción de las comunidades en la gestión de desechos orgánicos y biodegradables en la generación de compostaje.
Arrieta fue enfático en que ahora no se trata de buscar culpables de las situación actual, porque todas las esferas de la sociedad lo son en algún punto, pero sí de entender que deben buscarse soluciones integrales, comenzando por las autoridades de salud y los gobiernos locales, pero con un papel activo de las asociaciones comunales, las industrias y las familias.
La discusión se da en momentos en que el país está al borde de una crisis de manejo de residuos sólidos, principalmente en la Gran Área Metropolitana (GAM), donde uno de los principales rellenos está muy cerca del cierre técnico. Es el caso de las instalaciones ubicadas en La Carpio, en la Uruca, cuya vida útil es de máximo dos años, sin que se tenga previsto abrir nuevos rellenos.
Entretanto, tecnologías como la biodigestión anaeróbica se utilizan para fines puntuales.
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