Tratar con píldoras el alzhéimer en sus fases tempranas para frenar la evolución del trastorno suena lejano. Sin embargo, este es el proyecto en el que trabaja un grupo de científicos internacionales, dentro de los cuales se encuentra el costarricense Juan Pablo Palavicini Chaverri, biotecnólogo y doctor en neurobiología.
La investigación ya dio sus primeros resultados, pues los ensayos clínicos en fase I ya lograron comprobar que este medicamento es seguro y que sí logra obtener una respuesta. La fase I es apenas el comienzo del camino y faltan años de estudios para obtener respuestas definitivas que den con un tratamiento, pero es un avance que no se había visto antes.
Las conclusiones de esta fase de estudios fueron publicadas la mañana de este 7 de setiembre en la revista científica Nature Medicine.
¿En qué consiste este tratamiento y cómo trabaja? La Nación conversó con Palavicini, investigador del Instituto Barshop de Longevidad y Envejecimiento de la Universidad de Texas, en San Antonio.
Frenar el envejecimiento al matar a ‘las células zombie’
Para entender cómo funciona este tratamiento, todavía experimental, primero hay que conocer el objetivo de estas pesquisas. Ellas no van directamente sobre el alzhéimer, sino sobre su principal factor de riesgo: el envejecimiento.
“Por más que haya genes que te hagan más susceptible al alzhéimer, por más que haya otros factores de riesgo, como la diabetes, el factor número 1 para desarrollar alzhéimer, por muchísimo, es la edad”, precisó el científico.
Según comentó, después de los 65, cada año se duplican las probabilidades del desarrollo de este trastorno. A los 65 años ya hay un 20% de probabilidades, y para los 85 años, en promedio, casi la mitad de las personas están en alto riesgo o ya tienen alzhéimer.
Para frenar el envejecimiento, el equipo dirigido por la doctora Miranda Orr, se basa en la llamada “terapia senolítica”. Esta actúa sobre un tipo específico de células a las que Palavicini comparó con los zombies.
Estas células se llaman senescentes, las que, podría decirse, tienen ciertas similitudes con las células cancerosas, porque deberían morir, pero no lo hacen. Quedan vivas, pero no funcionan bien y se van acumulando en los tejidos, especialmente en el tejido graso; el cerebro no es la excepción. Conforme envejecemos, la cantidad de células senescentes que acumula nuestro organismo va en aumento.
“Una célula normalmente se genera, se divide, cumple su función,y luego naturalmente se muere. Pero estas células senescentes quedan ‘arrestadas’ en medio ciclo celular y no llegan a morir, quedan vivas y de forma no funcional”, explicó.
Al trabajar de forma no funcional comienzan a liberar una serie de sustancias que causan inflamación. Estas, afirmó el investigador, tienen varios problemas. Por un lado, comienzan a ejercer presión sobre las células vecinas y la van convirtiendo en senescentes también. Por otro lado, estas sustancias inflamatorias van creando un ambiente tóxico y esto va deteriorando las funciones de otras células.
Y justo ahí es donde entra la terapia senolítica. Su objetivo es claro: matar a las células senescentes y así evitar su acumulación.
“La idea de la terapia senolítica es tratar el envejecimiento en sí, no la causa de la enfermedad sino el envejecimiento. Si atrasamos el envejecimiento podemos tratar de atrasar el alzhéimer”, apuntó.
El estudio: ¿por dónde va?
Hay algo que no podemos perder de vista: este es un estudio en Fase I, la primera de un largo proceso antes de tener un medicamento o terapia definitiva. Cada fase toma varios años.
En este caso, el estudio de Orr comenzó años antes de que Palavicini se involucrara. El punto de partida, como sucede en muchos casos, comenzó con células de laboratorio, luego se usaron ratones.
Con estos roedores se les había inducido el empequeñecimiento de su cerebro, algo que sucede también en el alzhéimer. Posteriormente, se les trató con dos compuestos o reactores senolíticos, a los que se denominó D y Q.
“Con los ratones, ella encontró que dos reactores senolíticos, al mezclarlos de manera intermitente, lograban matar estas células senescentes”, puntualizó el científico tico.
Estos resultados en ratones fueron la puerta de entrada para ese primer estudio en seres humanos cuyos resultados se presentan este jueves.
Esta fase I se caracteriza por tener muy pocos pacientes, todos en fases tempranas de la enfermedad y a todos se les da el medicamento experimental. En este caso, se entrevistó a una veintena de personas para escoger a cinco que llevarían toda esta primera fase del ensayo.
El objetivo de esta fase era determinar, en primera instancia, si el producto era seguro (con efectos adversos menores a los beneficios). Además, se quería ver si los compuestos D y Q lograban llegar al cerebro de la persona, y, posteriormente, ver si mataron células senescentes.
Se llegó a la conclusión de que Q no llegaba al cerebro de manera eficaz, pero D sí. Esa primera noticia, de sabor un tanto agridulce, fue acompañada de otras buenas noticias. La primera es que el producto demostró ser seguro. La segunda buena noticia es que se logró comprobar que el compuesto D estaba matando las células senescentes.
¿Cómo se comprobó? A los pacientes se les daban las tabletas durante dos días, tiempo que, según lo visto en los estudios preclínicos, era suficiente para acabar con las células senescentes. Luego, se daban 14 días, tiempo necesario para que las células volvieran a acumularse, y posteriormente se volvía a suministrar dos días de medicamento.
“Las células senescentes sí estaban muriendo como lo esperábamos”, subrayó Palavicini.
A futuro
Para llegar a un producto terminado hacen falta más estudios, pero ya hay camino trazado. Ya comenzó la fase II del estudio con 50 personas que están en las etapas iniciales de la enfermedad, a las que posteriormente se van sumando más en varios centros de investigación.
En esta segunda fase, a diferencia de la primera, se divide a los participantes en dos y a uno se les da el medicamento y a otros un placebo para comprobar la eficacia de la nueva terapia. Si esta resulta exitosa, se repite en una tercera fase, con una cantidad todavía mayor de participantes para determinar las proporciones más reales de seguridad y eficacia.
Todo esto podría tomar varios años, pero para Palavicini, estos primeros resultados ya dan esperanza.
“Al ser una terapia oral, todo es más sencillo. Es más fácil de tomar. Los costos son mucho más bajos, una opción más económica para la gente. Solo se tiene que tomar dos veces cada dos semanas”, destacó.
El científico comparó este medicamento en estudio con Leqembi, la terapia aprobada recientemente por la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) contra el alzhéimer.
Este fármaco consiste en un anticuerpo que se administra por vía intravenosa cada dos semanas.
Leqembi no puede reparar el daño cognitivo ya causado ni revertir el curso de la enfermedad, tampoco puede detenerla, pero los ensayos clínicos con 1.795 pacientes con síntomas leves de alzhéimer mostraron que puede hacer más lento el deterioro cognitivo. Este periodo sería de entre 5 y 18 meses menor y la velocidad del deterioro sería un 27% más baja.
El costo del tratamiento se estima en aproximadamente $26.500 al año (unos ¢14,6 millones).
Para Palavicini, aunque todavía no hay un precio para estas píldoras, sí sería mucho menor, además de que el paciente podría tomarla en la comodidad de su casa solo dos veces por semana.
“Esto no solo ayudaría al alzhéimer, sino a otras enfermedades, porque el envejecimiento es factor de riesgo para todas las enfermedades. Si retrasamos esta parte del proceso de envejecimiento podríamos dar respuestas contra más de un mal”, concluyó el tico.
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