Estados Unidos, Canadá y varios países europeos comenzaron a colocar en los últimos días las nuevas vacunas contra covid-19. Estas son una “versión actualizada” con la subvariante XBB.1.5 de la variante ómicron, una de las de mayor circulación en este momento (tanto en Estados Unidos como en otros países, incluida Costa Rica).
Estas vacunas, de las casas farmacéuticas Pfizer & BioNTech y Moderna, todavía no están disponibles ni en Costa Rica ni en países de América Latina. Los países que ya las están aplicando tienen la particularidad de tener cuatro estaciones. Esta vacuna se coloca con miras a que el sistema inmunitario esté preparado para el otoño y el invierno, en donde por las características climáticas es más común que se den virus respiratorios y las personas se compliquen.
Aunque todos los países aplicarán los mismos productos, no en todos se distribuirán por igual ni a todos los grupos de la población. Las autoridades de salud pública de los diferentes países han tomado diferentes decisiones. Por ejemplo, en Estados Unidos, el Centro de Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) recomienda la inoculación a toda persona de seis meses de vida o más, sin importar sus factores de riesgo.
En Reino Unido, estos biológicos están destinados a grupos específicos de la población: quienes tienen 65 años o más, los trabajadores de servicios de salud o de hogares de larga estancia de adultos mayores y quienes tienen algún tipo de inmunocompromiso (es decir, que su sistema de defensas no trabaja de forma competente). China tiene las mismas reglas que los británicos, pero en este caso se vacunará a partir de los 60 años y también recomienda vacunarse a quienes viven con personas con problemas inmunitarios.
En Francia, por su parte, la vacunación se recomienda únicamente para los adultos mayores, trabajadores de salud y personas con factores de riesgo. Sin embargo, la vacuna no se le puede negar a nadie que la solicite, siempre y cuando haya existencias suficientes que se destinen primeramente a los grupos prioritarios.
También hay diferencias en el tiempo que debe de haber pasado desde la última dosis o infección. En Estados Unidos se da a partir de los dos meses después de la última dosis. En la mayoría de los países de Europa se pide dejar pasar al menos seis meses.
Costa Rica todavía no cuenta con estos biológicos. Las más recientes son las vacunas bivalentes, que comenzaron a aplicarse a finales de febrero de este año. Un mes después, la obligatoriedad de inocularse contra covid-19 fue eliminada.
Sin embargo, la experiencia vista en otros países podría dar una idea de cómo utilizarlas para beneficiar más a quienes más lo necesitan. De esta se deriva otra pregunta, ¿cada cuánto deberíamos vacunarnos contra la covid-19?
Entender el momento y las vacunas
Antes de entrar a los grupos prioritarios, es bueno tener presente el momento de la evolución de la enfermedad en el que llegan estos fármacos. Para este momento, muchas personas ya han pasado por varias dosis, otras muchas por infecciones y una mayoría ha pasado por ambas. En este sentido, la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó desde marzo pasado priorizar los refuerzos a la población con mayores riesgos. En estos grupos estarían los adultos mayores, adultos jóvenes con problemas crónicos (como diabetes o enfermedades cardíacas), personas con problemas inmunitarios, embarazadas y trabajadores de la salud en primera línea.
Esto no quiere decir que las otras poblaciones más jóvenes y saludables no se beneficiarían del todo, igual se potenciaría la respuesta inmune, pero estas personas no tendrían mayor riesgo de complicaciones en caso de infectarse.
También es necesario entender el funcionamiento del producto. Las vacunas Comirnaty, de Pfizer y Spikevax, de Moderna, utilizan la misma tecnología de las que han sido utilizadas en Costa Rica: la ARN mensajero o ARN-m. A través de esta tecnología, se le inyecta a la persona una porción de la proteína espícula (spike o S, en inglés) de esta subvariante y se le da instrucciones al sistema inmunitario para producir los anticuerpos necesarios para reconocer al virus y enfrentarlo en caso de encontrarse con él.
La única diferencia con las anteriores es que, en lugar de tener la versión que se utilizó hace un tiempo del virus, se actualiza a una subvariante más dominante hasta el momento.
Como sucedió con las vacunas anteriores, el propósito de estas no va enfocado en impedir la enfermedad, pero sí sus complicaciones, hospitalizaciones y muertes.
De acuerdo con lo observado en la revisión de la FDA, la protección se mantendría contra nuevas subvariantes de ómicron que han entrado en circulación, como la EG.5 (ya presente en Costa Rica) y la BA.2.86.
Los plazos
Para que estas vacunas lleguen a Costa Rica, el primer paso es que las farmacéuticas presenten un dossier donde se incluya el prospecto detallado del producto, los ensayos clínicos en los que se basó y lo dicho por las agencias reguladoras internacionales. Graciela Morales, líder de Asuntos Científicos y Médicos para mercados emergentes de la división de Vacunas y Antivirales de Pfizer confirmó a La Nación que ya se encuentran en el proceso de recopilación y podrían presentar la documentación en noviembre próximo para que las autoridades de salud hagan sus valoraciones.
En entrevistas anteriores, especialistas costarricenses indicaron que no vislumbran una vacunación muy frecuente para toda la población. No hay recetas únicas y deberá priorizarse para quienes más podrían complicarse en caso de infectarse. Por lo mismo, ya no veremos las campañas masivas que se vieron en 2021. Esa priorización recae en la Comisión Nacional de Vacunación y Epidemiología (CNVE).
“Necesitamos una discusión sobre actualización de esquemas según grupos poblacionales. Es un trabajo que debe hacerse y comunicarse con claridad, pero no imagino que sea una vacuna que se coloque para toda la población todos los años”, dijo a La Nación en mayo pasado María del Rocío Sáenz, exministra de salud y expresidenta ejecutiva de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
La viróloga Eugenia Corrales Aguilar coincidió con esa apreciación.
“Si nos vamos a tener que vacunar una vez al año o una vez cada dos o tres años, yo lo dudo. Es mi opinión. Porque uno no está viendo en las personas que tienen tres dosis un brote muy grande o que terminen en cuidados intensivos o que colapsen los hospitales”, añadió.
Corrales y Sáenz coincidieron en que podrían ser necesarias vacunas actualizadas más frecuentemente en población de riesgo y de forma voluntaria, como sucede con la influenza: trabajadores de la salud, adultos mayores, personas con problemas inmunitarios y con enfermedades crónicas.
De momento, deben cumplirse los requerimientos para que la vacuna se administre en suelo tico. En este caso, ya no será posible viajar a Estados Unidos por una vacuna, porque esta está reservada para los residentes. La población asegurada la obtiene a través de su seguro y quienes no, a través de campañas humanitarias, pero el llamado turismo de vacunas que una vez se dio ya no será posible.
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