El 7 de enero pasado, científicos de Chipre dieron la luz de alerta y comunicaron a la prensa de su país el hallazgo de una nueva variante que combinaba mutaciones de delta y de ómicron. La bautizaron “deltacron”, por ser una combinación de ambos nombres. Dijeron que se había reportado en 25 pacientes y al día siguiente colocaron en el repositorio de análisis genómico GISAID, otras 27, para un total de 52.
Científicos de diferentes partes del mundo hoy le dan la espalda a esa posibilidad. Un artículo publicado este viernes en la revista Nature indica que una contaminación en el laboratorio o errores en el muestreo pudieron hacer creer que existía esta recombinación genética, cuando no era así. Los investigadores de Chipre removieron esta información de la base de GISAID para hacer más estudios.
Cheryl Bennet, quien trabaja en la oficina de GISAID en Washington indicó que no es de extrañar que se presenten errores humanos en la base. “Sin embargo, saltar a conclusiones basados en datos que apenas acaban de ser reportados y que sean los mismos laboratorios los que los hagan noticia, en medio de todas las presiones para generar datos ‘a golpe de tambor’ no ayuda en el contexto de ningún brote o pandemia”, manifestó a Nature.
Conforme se comenzó a difundir la noticia, investigadores de diferentes disciplinas de la ciencia cuestionaron este hallazgo, pues, aunque es normal que los virus muten y compartan mutaciones con otras variantes, lo descrito por los chipriotas no lo veían probable.
A esto se le unía un llamado a la calma: no solo no era probable, incluso si lo fuera, algo así no redundarían en síntomas más graves ni mayor letalidad para quien se infectara.
Una de las primeras en cuestionar el hallazgo de la supuesta variante fue la doctora especialista en enfermedades infecciosas Krutika Kuppalli, quien usó como primera medida sus redes sociales y luego lo amplió a otros foros.
“No existe algo como ‘deltacron’ (de la misma forma que no existe algo como flurona (nombre atribuido a covid-19 e influenza al mismo tiempo). Ómicron y delta no forman una supervariante”, expresó en su cuenta en Twitter el 9 de enero, cuando las noticias sobre este tema se hicieron más frecuentes.
“Esto pudo suceder por una contaminación en laboratorio de utilizar artefactos que tenían fragmentos de ómicron para analizar una muestra de delta”, añadió.
Okay people let’s make this a teachable moment, there is no such thing as #Deltacron (Just like there is no such thing as #Flurona) #Omicron and #Delta did NOT form a super variant
— Krutika Kuppalli, MD FIDSA (@KrutikaKuppalli) January 9, 2022
This is likely sequencing artifact (lab contamination of Omicron fragments in a Delta specimen) https://t.co/DDvM24bt9g
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El virólogo Jeremy Kamil secundó el comentario. “Si algunas partículas de ómicron se mezclaran en otra muestra podrían hacer ver a esa otra muestra como si tuviera características de ómicron”, señaló.
Otro de los puntos en contra indica que estas mutaciones reportadas por el análisis chipriota también están en otras variantes, y no son exclusivas, por lo que, aun cuando no se diera una contaminación o un error de muestreo esto no sería una “variante recombinada” de ambas variantes. Esta sería o una nueva variante en sí misma o una subdivisión de una variante ya existente.
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El origen
El anuncio de las secuencias de “deltacron” se dio cuando el virólogo chipriota Leondios Kostrikis observó una “firma similar a la de ómicron” en un gen de la proteína espiga (spike, en inglés) que es la puerta de entrada del virus a las células humanas.
Kostrikis explicó a Nature que su hipótesis inicial fue que algunas partículas virales de delta evolucionaron en forma independiente para formar mutaciones en la proteína espiga similares a las vistas en ómicron.
Él negó la hipótesis de la contaminación. Aseguró que quienes lo critican ni siquiera han visto sus datos completos y que él y su equipo seguirán estudiando estas mutaciones.
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El artículo en Nature se une a otras voces de científicos que claman por no darles nombres sencillos a cosas que no necesariamente existan o que representen mayores riesgos.
El caso más reciente es de la “flurona”, pues los científicos y médicos recalcan que no se trata de una nueva enfermedad surgida de la combinación de ambos virus.
“No significa combinación de ambos virus para ‘hacerse peor’, significa que la persona tiene ambos al mismo tiempo; algo que nuestro sistema inmunitario probablemente ya ha visto antes. No necesariamente va a desarrollar síntomas más graves o a tener peor pronóstico”, recalcó el pediatra y epidemiólogo salvadoreño Wilfrido Clara.
La coninfección entre dos virus (que una persona se infecte con un virus al tener otro y los dos “convivan” en un mismo espacio de tiempo) es muy común. Y la coinfección entre covid-19 e influenza ya se había visto antes de que se le bautizara así. Esto no quiere decir que el paciente vaya a tener mayor gravedad.
“Ya habíamos visto esto antes, solo que ahora le pusieron un nombre y esto preocupó a algunas personas. Pero no es nada más grave de lo ya visto anteriormente. Querer bautizarlo todo es un error”, señaló la infectóloga Elena Obieta.