Vacuna. Mascarilla. Lavado de manos. Distanciamiento físico. Optar por espacios abiertos y al aire libre. Son algunas de las recomendaciones para minimizar el riesgo de transmisión de la covid-19 que llevamos meses de escuchar. Pero hay otro aspecto que también es protagonista para bajar las probabilidades de infección y es poco mencionado: la ventilación en espacios cerrados.
¿Por qué es tan importante? Por la forma principal de transmisión del virus: los aerosoles. Cuando un portador del SARS-CoV-2 tose, estornuda, habla, grita o canta, partículas del virus salen disparadas a través de su saliva. De ellas, algunas, las más grandes, podrían impactar directamente en las personas cercanas y contagiarlas, pero en su mayoría caerán al suelo; pero las más pequeñas quedan suspendidas en el aire por más tiempo, viajarán más lejos y podrían infectar a quienes las inhalan antes de que caigan. Y estas partículas fluyen de forma más eficiente en los espacios cerrados y con poca ventilación. Cuanto menos ventilado esté el espacio, mayor será el riesgo de infección.
El buen flujo de aire en sitios cerrados cobra importancia cuando más empresas regresan a la presencialidad y los trabajadores compartan espacios que no siempre permiten abrir puertas y ventanas al exterior. Coincide con mayores aforos en sitios comerciales, pues las compras navideñas poco a poco toman fuerza. También se acerca una época de reuniones sociales, muchas de ellas en casas, donde no siempre hay opciones de sitios abiertos.
“La ventilación es clave en la calidad del aire de un espacio interior”, puntualizó José Félix Rojas, investigador de la escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad Nacional (UNA). “Con la pandemia necesitamos otra dinámica, otro enfoque. El virus es un bioaerosol. Necesitamos reducir el contagio en el aire donde más puede concentrarse, los espacios cerrados”, agregó.
El meteorólogo y profesor de la Universidad de Costa Rica (UCR), Marcial Garbanzo, complementó: “Desde el punto de vista de la Física, el aire por si solo puede sostener ciertas partículas, algunas por su peso caen, pero otras, las más ligeras, se mantienen. En espacios cerrados el aire se mueve y se mezcla todo el tiempo, pero no habría tanto recambio con aire exterior. Si hay alguien infectado, la concentración del aire con el virus va a aumentar con el tiempo, si tengo las ventanas abiertas, el aire sí tendría recambio”.
“Lo ideal es estar al aire libre o en espacios abiertos la mayor parte del tiempo que compartimos con otras personas, pero esto no siempre es posible. Si estamos en espacios cerrados la opción es ventilar: abrir puertas y ventanas. Si no podemos hacer esto queda filtrar el aire a través de ventilación artificial”, expresó José Luis Jiménez, químico especialista en aerosoles, quien desde la Universidad de Colorado, en EE. UU., se ha convertido en uno de los referentes mundiales en las formas de transmisión de la covid-19.
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Evitar compartir ‘aire contaminado’
No es posible medir la concentración del virus en el aire, pero sí puede medirse si hay mayor concentración de partículas ya exhaladas por otras personas. Si alguien en la habitación tuviera el virus, es ahí cuando la transmisión se vuelve más eficiente.
“El aire exhalado contiene CO₂ (dióxido de carbono) y contiene carga viral también. Al medir las concentraciones de CO₂ en un ambiente veo cuando se sobrepasan niveles sanos. Esto puede saberse en tiempo real. Los aforos son muy relativos, la cantidad de dióxido de carbono sí es una medida más precisa”, subrayó Tomás de Camino, director de la Escuela de Sistemas Inteligentes de la Universidad Cenfotec.
Para él, la ventilación en espacios cerrados debe transformarse en una especie de “código sísmico” y ser referente en la forma en la que los edificios garanticen más pureza del aire.
“No es lo mismo un aforo de 50% en un banco, donde nadie habla, a un bar donde tengo un partido de fútbol y la gente se quita la mascarilla para comer y grita, a un gimnasio donde el esfuerzo físico te hace exhalar más aire”, subrayó.
José Luis Jiménez, el químico especialista en aerosoles, también considera vital medir el CO₂: “Al aire libre hay unas 400 partes por millón, esto quiere decir que de cada millón de moléculas del aire 400 son de dióxido de carbono, pero en un espacio cerrado con gente se va acumulando el CO₂ que exhalamos. A veces en un espacio cerrado hay 1.100 partes por millón, esto quiere decir que más o menos el 2% del aire que estoy respirando lo estoy respirando por segunda vez. En un sitio con personas infectadas esto puede ser una situación de peligro”.
¿Cuánto dióxido de carbono es mucho? El Ministerio de Salud tiene en su sitio web un lineamiento para sistemas de ventilación y aires acondicionados, en el cual se agrupan diferentes niveles de riesgo según la concentración de este gas.
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Para José Félix Rojas, investigador de la UNA, es primordial que estos lineamientos se den a conocer, pues no todos los establecimientos saben de ellos. Las empresas y los comercios que reciben público podrían monitorear constantemente el local para tomar decisiones como ventilar mejor, reducir aforos, o por ejemplo, en caso de centros educativos, dar recreos.
“A veces por diseño no se puede tener una ventilación natural. Lo ideal sería que usted tenga una puerta o ventana abierta al exterior y que justo al otro lado usted pueda abrir otra puerta o ventana. Algunos lugares tienen eso, otros no, y ahí debe buscarse ventilación mecánica, con extractores o ventiladores que permitan reforzar ese aire”, manifestó Rojas.
Para ello, los establecimientos podrían comprar medidores de aire acondicionado que se venden por internet, sus precios son variados, según lo que ofrecen.
Andrés Robles, profesor de la Escuela de Seguridad Laboral e Higiene Ambiental del Instituto Tecnológico de Costa Rica (Tec), aseguró que existen varias opciones.
“Las empresas pueden hacer estudios sencillos de calidad del aire. Son evaluaciones bastante sencillas con las renovaciones de aire, te permiten saber cada cuánto se limpia el aire de un espacio. Depende mucho de por dónde entra el aire, por dónde sale, del tamaño de ventanas”, recalcó Robles.
Tomás de Camino complementó: “En un día de mucho calor y humedad, la calidad del aire baja. Un centro de trabajo puede tomar decisiones rápidas, como mandar a un grupo a trabajar a la terraza o a otro espacio para bajar el riesgo”.
¿Las mascarillas no son suficientes?
Cuando se dispuso la obligatoriedad de la mascarilla en sitios cerrados, la transmisión por aerosoles era la principal razón. Así, las partículas de saliva quedarían en gran medida atrapadas en la tela o filtros del cubrebocas y esto minimizaría la transmisión.
¿Entonces, por qué se hace necesaria la ventilación y filtración del aire en espacios cerrados?
“No hay sistema perfecto. Ninguna medida por sí sola funciona al 100%. Necesitamos de varias medidas en todo sentido para minimizar el riesgo todo lo posible. No todo son las vacunas. No todo son mascarillas. No todo es lavarse las manos. No todo es buscar espacios abiertos. Necesitamos varias estrategias en varias direcciones para bajar el riesgo al máximo”, aseveró Andrés Robles, profesor del Tec.
José Félix Rojas, investigador de la UNA, coincidió con Robles: “También depende del tipo de mascarilla, no es lo mismo una N95, que una de tela corriente, del material con que estén hechas. Con el tiempo, con la respiración y la humedad, la misma mascarilla va reduciendo su capacidad, si la ventilación es mala, la mascarilla se va a saturar más rápido, por eso debería cambiarse más rápido, pero una buena ventilación alarga el tiempo de vida de la mascarilla”.
De Camino añadió: “Por más mascarilla, el aire que inhalamos y que exhalamos sigue ahí. Se hace con varias capas para que el virus tenga más probabilidades de quedar ‘pegado’ en una de estas capas y no escaparse al ambiente. Dependiendo de las mascarillas —o de cómo se coloquen y ajusten— a veces entra o sale aire por los lados, por ahí podría escaparse el virus”.
Para el ingeniero mecánico José Daniel Garbanzo, las mascarillas ayudan al ser un filtro adicional en los lugares cerrados donde hay sistemas de aire acondicionado: “Es una forma de terminar de darle una filtración al aire”.
El manejo del aire acondicionado
Hay otro punto clave con el aire de interiores: los sistemas de aire acondicionado. Estos podrían contribuir a una mejor filtración o en caso de tener mal mantenimiento o no estar bien diseñados, más bien podrían contribuir con la proliferación de los virus.
“Hay diferentes niveles de filtros. Están los HEPA, que son los que se utilizan en los quirófanos, filtran hasta partículas de 0,1 micras, son capaces de filtrar virus, es como ponerle una mascarilla al aire acondicionado. La otra opción que se está usando mucho es la utilización de filtros ultravioleta, que irradian el aire que pasa por ellos y terminan desinfectando el aire. Estas son las acciones que se han tomado más activamente en las tomas de aire acondicionado”, expresó Garbanzo.
Sin embargo, estos pueden resultar mucho más caros y no necesariamente adaptarse a los equipos. Para el especialista, el principal desafío es la entrada de aire fresco.
“Es lo más difícil de atacar, a nivel comercial no se estaba preparado para eso. El ingreso de aire fresco, no recircular todo el aire anterior al pasarlo por la máquina una y otra vez, buscar aire exterior que nos dé esas renovaciones que son necesarias para tener muy bajas concentraciones del virus y que el aire, en caso de tener partículas de virus, no se torne peligroso”, especificó el ingeniero mecánico.
Para los especialistas consultados, estas recomendaciones pueden asegurar espacios más seguros. El riesgo cero no existe, pero sí formas de minimizarlo para evitar al máximo una posible infección.