Quienes sufren de un infarto cardíaco tienen un alto riesgo de morir súbitamente en los siguientes 30 días de la emergencia. Este riesgo lo corren incluso quienes tienen los mejores pronósticos de recuperación.
A esa conclusión llegó un estudio sobre la muerte súbita cardíaca, publicado en The New England Journal of Medicine .
La causa más frecuente de ese mal es un problema estructural en el corazón, el cual puede conducir a un ritmo cardíaco irregular y mortal en el paciente.
Los médicos sabían que el primer mes luego de un infarto era un tiempo de alto riesgo para fallecer de esa forma, pero desconocían que ese período era igual de crítico para quienes salían mejor librados de un ataque cardíaco.
"Lo que no esperábamos es que los pacientes con mejor función cardíaca estuvieran en igual riesgo durante ese período precoz", comentó Scott D. Solomon, autor principal del estudio.
El trabajo siguió a 14.600 pacientes, dentro y fuera de los Estados Unidos, en los meses siguientes a un ataque al corazón.
De ese grupo, el 1,4% murió súbitamente o necesitó de resucitación en los 30 días siguientes a un infarto del corazón.
Ese riesgo fue disminuyendo hasta llegar a un 0,14%, por mes, después de dos años.
En total, 1.067 pacientes del grupo de 14.600 fallecieron o fueron resucitados luego de un paro cardíaco durante los siguientes dos años.
En busca de soluciones. "Estos resultados presentan un desafío para la comunidad médica: averiguar cuáles pacientes están en el mayor riesgo y desarrollar nuevas estrategias, tecnologías y terapias para reducir ese riesgo", afirmó Solomon.
Los médicos señalaron que prolongar la estadía de los pacientes en los hospitales no es la solución para atender ese problema.
Las directrices actuales aconsejan la implantación quirúrgica de un desfibrilador para aquellos supervivientes de un ataque del corazón, cuya capacidad para bombear sangre se ha reducido significativamente (grupo de pacientes de alto riesgo).
Ese dispositivo administra un choque eléctrico para reiniciar de inmediato los latidos del corazón cuando ese órgano deja de latir.
Sin embargo, las directrices ordenan que deben implantarse hasta 30 días después de un ataque del corazón.
Una estrategia alternativa que investigan los expertos son los desfibriladores externos.
Esos dispositivos pueden ofrecerse a los pacientes de alto riesgo cuando dejan el hospital, ya que no necesitan implantarse mediante una cirugía.
Algunos se usan como chalecos, mientras que otros se colocan en la piel del paciente.
Los desfibriladores externos automáticos están siendo evaluados en un ensayo a gran escala financiado por el Instituto Nacional de Corazón, Pulmones y Sangre de los Estados Unidos.
Los investigadores esperan tener pronto resultados.