Santiago, Chile. Solastalgia. Es probable que muchas personas nunca hayan escuchado este concepto a pesar de que ya viven con él. Fue el investigador y filósofo ambiental australiano Glenn Albrecht quien definió de esta forma, hace poco más de una década, los efectos negativos del cambio climático en la salud mental.
La palabra -que combina los términos nostalgia y solaz (del latín solatium , alivio o consuelo)- define una suerte de tristeza, ansiedad o incluso estrés causado por la pérdida y deterioro del medio ambiente y la degradación del paisaje natural, como consecuencia de los efectos del calentamiento global.
Emociones que el actual panorama ambiental contribuye a generar: según la ONU, las consecuencias visibles del cambio climático están ocurriendo a razón de una por semana, desde incendios forestales en Australia o el norte de California hasta sequías, ciclones e inundaciones en India y Mozambique.
El último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, publicado a fines de 2019, solo confirma que la situación es crítica y que si no se toman acciones, “podrían haber condiciones catastróficas hacia 2030”.
Advertencias similares se escucharon durante la última Cumbre del Clima, COP25, celebrada en Madrid en diciembre pasado.
A pesar de que una de las consecuencias más nefastas y directas del cambio climático es su impacto negativo en la salud, “no es una prioridad en la asignación de fondos”, lamentó entonces la doctora María Neira, directora de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud de la OMS.
Ecoansiedad
La Asociación Psicológica de Estados Unidos. ya utilizó el término “ecoansiedad” en un informe de 2017, para definir el “miedo crónico a la destrucción medioambiental”, y que de a poco ha comenzado a ser un tema en las consultas.
De hecho, la misma entidad detalla problemas clínicos como ansiedad y trastornos depresivos como subproductos de los cambios ambientales.
El dolor, la sensación de pérdida, tensiones en las relaciones sociales y el abuso de sustancias también se identificaron como efectos secundarios de la crisis climática.
“Los efectos psicológicos directos están relacionados fuertemente con los grandes cambios que se están viviendo, como olas de calor o sequías, huracanas o inundaciones, que determinan pérdidas en muchos ámbitos”, comentó el doctor Pedro Retamal, profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
“Hay una situación de riesgo global, que genera ansiedad, angustia y miedos”, agregó.
Una encuesta realizada en noviembre en 18 países latinoamericanos concluye que el 89% de la población reconoce estar “muy” o “bastante preocupado” por el cambio climático.
Según el estudio realizado por la empresa StatKnows con apoyo del Centro del Clima y la Resiliencia (CR)2, de la Universidad de Chile, los sentimientos más frecuentes asociados al tema son preocupación (74%), tristeza (35%) y miedo (19%).
Lawrence Palinkas, profesor de política social y salud de la Universidad del Sur de California (Estados Unidos), que ha publicado artículos sobre el tema, sentenció que “los desafíos y su impacto en la salud mental son quizás la consecuencia más olvidada del cambio climático”.
A su juicio, la angustia deriva, en parte, de la sensación de indefensión e impotencia por la magnitud del problema. Además, las personas perciben que sus acciones individuales son insuficientes, y que quienes deben tomar medidas drásticas (gobiernos, empresas) no lo están haciendo.
Estos sentimientos de impotencia son más frecuentes en quienes experimentan la crisis de primera mano. Así ocurre, por ejemplo, con los inuit del Ártico, las comunidades indígenas de la Amazonía o los afectados por fenómenos extremos de devastación ambiental.
Según una encuesta realizada en Groenlandia, los niveles de miedo, tristeza, disgusto, culpabilidad y falta de esperanza a causa de la crisis climática alcanzan niveles sin precedentes entre los isleños, que ven su forma de vida directamente amenazada por el deshielo.
Conectarse con el entorno
Pese al impacto negativo, es posible revertir su efecto. O al menos minimizarlo. El primer paso, según Palinkas, es la concientización: conocer qué está ocurriendo y qué se puede hacer.
Una mirada que comparte el doctor Tito Pizarro, académico de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Santiago. “La reacción al cambio climático ha llevado a esfuerzos y actitudes positivas”, afirmó.
Por ejemplo, hay quienes han comenzado a incorporar en sus vidas medidas que tengan un menor impacto en el ambiente, como cambios en la alimentación o en el uso eficiente del agua u otros recursos.
“Desde la antropología médica, hay una mirada muy coherente con los pueblos originarios y esa relación más armoniosa con el entorno. Esto da la oportunidad de empezar a valorar otras especies y espacios, darse cuenta de que uno es parte de un todo y que hay que respetarlo”. GDA/El Mercurio/Chile