A primera vista, los perfiles de Epsy Campbell y Marvin Rodríguez, candidatos del Partido Acción Ciudadana (PAC) a las vicepresidencias de la República, se asemejan a una fórmula que nació divorciada. Una defensora de la eficiencia en el gasto del Estado ha aceptado hacer equipo con un exdirigente sindical.
Durante su segundo paso por la Asamblea Legislativa, Campbell ha estado lejos del primer gobierno de su partido y ha ejercido un férreo control político. Junto con el diputado Ottón Solís, la candidata a la primera vicepresidencia ha sido una piedra en el zapato para la administración de Luis Guillermo Solís.
Por otra parte, Rodríguez es un recién llegado a la política y al PAC, y su pasado como dirigente del Sindicato de Trabajadores de la Educación Costarricense (SEC) genera cierta alergia en el sector empresarial. No obstante, ambos candidatos insisten en juzgar sus historias y trabajos por encima de las etiquetas.
Antes de la campaña no se conocían. Su vínculo es Carlos Alvarado, quien los presentó. ¿Qué quiso lograr el candidato presidencial? Ambos confían en formar un equipo que mire a los principios fundadores del PAC –representados por Campbell– y, de la mano de Rodríguez, apuntan a la capacidad de negociar con diversos sectores, no solo con los gremiales.
En su trato, ambos aspirantes también parecen agua y aceite. Ella es una política sin afición por andarse con rodeos. Él es, por el contrario, un flemático educador jubilado con tendencia a tomarse su tiempo para llegar al punto.
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Primerizo
Marvin Rodríguez es un educador de 56 años, nacido en zona rural, que llegó a la pista central de la política costarricense sin haberlo buscado.
Su nombre, confundido a menudo con el del recordado entrenador de fútbol nacional (Marvin Rodríguez Ramírez, qdDg), se empezó a escuchar cuando fue electo secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Educación Costarricenses (SEC), aunque ahora prefiere desmarcarse del ala sindical.
En caso de que el PAC gane la segunda ronda, Rodríguez deberá tender puentes para aprobar una reforma al empleo público, algo a lo que se ha comprometido su candidato y a lo que se oponen los sindicatos.
Sobre este asunto, el aspirante a vicepresidente habla con cuidado y apegado al guión. “No me voy a apartar en ningún momento de lo que hemos dicho y lo que está en el plan de gobierno”, aseveró en tres ocasiones.
Empezó su carrera como maestro unidocente en La Esperanza de Cóbano, en Puntarenas. Luego se movió por varias escuelas rurales donde lideró los comités locales– de caminos, salud, deportes– al tiempo que se preparaba en administración educativa.
Esa experiencia lo llevó a convertirse en un líder del Magisterio. “Yo terminaba liderando las reuniones de personal, de directores, ayudándole a los educadores en los trámites. Siempre buscando soluciones a problemas que no tenían nada que ver con sindicalismo”, añade.
Según Rodríguez, esto explica por qué fue escogido para dirigir el SEC, puesto designado por educadores de todo el país.
Militando en ese sindicato participó de la negociación y firma de la primera convención colectiva de los educadores en el 2013. El convenio laboral cubre a 80.000 funcionarios del Ministerio de Educación Pública (MEP) y le cuesta al Estado unos ¢6.000 millones al año, un 0,2% del presupuesto de la entidad.
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También fue uno de los dirigentes de la huelga general de educadores que recibió al actual gobierno, debido a problemas con el pago de salarios. El movimiento se prolongó por 21 días y le costó al país ¢155.000 millones.
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Desde su plataforma de dirigente sindical, Rodríguez criticó la exclusión del sector comunal en el Banco Popular, así como una sobrerrepresentación de los cooperativistas y solidaristas. Luego, algunos agremiados lo impulsaron para presidir la Asamblea de Trabajadores de la entidad, cargo al que llegó en el 2014.
Rodríguez negó que el diputado independiente Víctor Morales Zapata hubiera influido para impulsar su nombre. “Fueron representantes del sector cooperativo y comunal”, afirmó.
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En ese cargo, promovió un cuestionado proyecto de ley para aumentar la cantidad de miembros que conforman la junta directiva de la entidad y reducir los requisitos académicos para los representantes comunales.
En calidad de presidente de la Asamblea de Trabajadores del Banco, Rodríguez lideró una mesa de reactivación económica, donde debió trabajar con la Asociación de Empresarios para el Desarrollo y la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones de la Empresa Privada (UCCAEP).
Su paso por el SEC genera temores y recelos, especialmente en el sector empresarial, pero el aspirante del PAC cree que esa página ya pasó y ahora su papel es otro.
“En un momento yo ejercí un liderazgo dentro del sector comunal y estoy muy satisfecho de los logros alcanzados. También ocupé un puesto de liderazgo en el SEC, pero hoy mi papel como candidato a la vicepresidencia trasciende cualquier grupo, cualquier gremio, cualquier sector”, defendió.
La cara conocida
A Rodríguez, Epsy Campbell no solo lo conoce poco, sino que también desde hace poco. La candidata a la primera vicepresidencia de la República lo ve como una pieza clave para acercarse a los sectores comunitarios más que como un exdirigente sindical.
Cuando se le pregunta cuál fue la intención de Carlos Alvarado cuando le pidió conformar una pareja dispareja junto a Marvin Rodríguez, Campbell responde que una fórmula presidencial debe reflejar los equilibrios que tiene el país. Para ella, ambos representan el balance entre lo social y lo económico.
La candidata se presenta como una persona con una visión estricta de responsabilidad fiscal, enfocada en la eficiencia del Estado. Reconoce la reforma al empleo público como uno de los componentes para aliviar las finanzas del Estado. ¿Acaso el antecedente de Rodríguez como dirigente sindical no la inquieta?
La candidata dice que el compromiso fijado por Carlos Alvarado para ordenar la materia fiscal ha sido claro:
Epsy Campbell Barr, de 54 años, ha sido militante del PAC desde su fundación (en el año 2000). Entre el 2002 y el 2006 se estrenó como diputada de oposición.
Hoy, al final de su segundo paso por el Congreso, continúa con una vocación de control político hacia el Poder Ejecutivo. Ni siquiera la ha frenado el hecho de que, por primera vez, su partido lleva las riendas en Zapote.
La primera vez que aspiró a una vicepresidencia fue en las elecciones del 2006, junto al candidato y fundador del partido Ottón Solís. Con él ha tenido una relación de cercanías y alejamientos a lo largo de los años. Pero en los últimos tiempos, ha sido uno de los bastiones del “ottonismo”, y junto con Solís, ha marcado a presión al actual gobierno por su falta de definición en el tema fiscal y con el recorte del gasto público.
También fue una de las diputadas que vocalizó más enérgicamente los cuestionamientos contra el exviceministro de la Presidencia, Daniel Soley, y el exministro de la Presidencia, Melvin Jiménez, por el caso del supuesto ofrecimiento indebido de una embajada a la procuradora general de la República, Ana Lorena Brenes, en el 2015.
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Otra marca de sus enfrentamientos con el Ejecutivo fue la oposición a su colega diputado y presidente del Congreso, Henry Mora, durante la pugna por la aprobación del primer presupuesto de un gobierno PAC, además de su negativa a aprobar el préstamo chino para ampliar la ruta 32.
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“En la lógica de la política de antes, quien señalaba al Gobierno era la oposición, y la lógica del partido de gobierno era siempre defender”, dice Campbell. Ella afirma que, dentro de la lógica fundadora del PAC, son los partidarios los primeros que deben señalar los errores propios.
Campbell es economista con una maestría en cooperación internacional para el desarrollo y un posgrado en ciencias políticas. Cuando no está en la Asamblea Legislativa o en campaña política, hace consultorías para organismos internacionales. Sus temas son desarrollo, inclusión social, participación política de las mujeres, pueblos afrodescendientes, comunidades rurales. “De eso es de lo que yo vivo”, asegura.