“El marido es el principal obligado a sufragar los gastos que demanda la familia”, dice el artículo 35 del Código de Familia, vigente desde 1973.
Cuarenta y tres años después, ese texto refleja la realidad en la que vive casi la mitad (46%) de las mujeres emparejadas en Costa Rica, para quienes dedicarse a los oficios domésticos es la principal barrera que las aleja del mundo laboral.
Se trata de 318.395 mujeres que dependen, totalmente, del salario de su esposo o compañero, o, en menor medida, del de otros miembros del hogar.
Otras 204.882 mujeres (29%) sí ganan dinero, pero este no sobrepasa el 40% del total de ingresos que percibe la familia.
Solo el 25% de las casadas o que viven en unión de hecho (172.261) gana lo mismo o más que sus parejas.
Tales conclusiones se desprenden de un análisis de La Nación sobre la situación económica de los hogares de parejas casadas o en unión libre. Los datos se extrajeron de la Encuesta Nacional de Hogares del 2015, efectuada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
La mayor dependencia la enfrentan las mujeres con menor escolaridad (primaria o menos) y de bajos recursos. Siete de cada diez de ellas reportan cero ingresos y, por ende, tienen que pedir dinero a otros miembros de su familia.
En contraste, un 35% de las mujeres del quintil de ingreso más alto, y que fueron a la universidad, contribuyen de forma equitativa (entre el 40% y 60% del ingreso total). Una cuarta parte de ellas asume el rol de principal proveedora.
Carga doméstica. El principal obstáculo que señalan ocho de cada diez mujeres para no participar en el mercado laboral es la obligación de dedicarse a tareas propias del hogar.
Los datos muestran que existe una división de género en el trabajo doméstico, donde las mujeres tienen la mayor carga.
Mientras ellas dedican, en promedio, 28 horas semanales a ese tipo de labores, la mitad de los hombres no destina ni una sola.
Dicha situación se mantiene, incluso, para las mujeres que contribuyen equitativamente a los recursos de la familia. Aunque ellas trabajan en promedio 40 horas semanales, dedican 18 más a las tareas domésticas. Sus parejas, en cambio, solo aportan seis horas a la semana.
Esta dinámica respondería a factores culturales que separan los papeles que, se supone, deben cumplir hombres y mujeres, dice la economista Laura Blanco.
“Hay un grupo de mujeres que interioriza esos roles de género y no participa del mercado laboral, por opción, voluntariamente, porque ese espacio no corresponde con la forma en que fueron criadas”, explicó Blanco.
La maternidad y el cuido de los hijos también influyen. La mitad de quienes tiene al menos un hijo menor de edad, no aporta dinero a la familia. Lo mismo ocurre con una tercera parte de aquellas que no tienen niños.
Para las mujeres con hijos existen una serie de barreras que les impiden trabajar, como la ausencia de redes de cuido para los niños o la falta de jornadas de trabajo flexibles que se ajusten a las necesidades de esta población.
“Mientras sigamos responsabilizando a las mujeres del cuido vamos a seguir teniéndolas solo en la casa o saliendo parcialmente al mercado laboral con salarios no competitivos”, comentó Alejandra Mora, ministra de la Condición de la Mujer.
A lo anterior se suma la discriminación laboral contra las mujeres, la cual limita el ingreso que pueden percibir y la segregación ocupacional que las ubica en trabajos con menor remuneración.
De acuerdo con Blanco, una mayor participación económica de las mujeres trae múltiples beneficios. Generar recursos permite a ellas, por ejemplo, mejorar su poder de negociación sobre las decisiones de la familia.
“Hay cambios en los patrones de consumo en bienes orientados a los hijos y a la mujeres. Cuando la mujer se inserta en el mercado laboral, contribuye al sistema de pensiones y, además, hay una oportunidad potencial para el crecimiento económico”, aseveró la economista.
Por otra parte, Mora añadió que hay mujeres de bajos recursos que sí generan ingresos, pero que no los reportan por estar en la informalidad.
“Trabajan por cuenta propia y sí están aportando dinero a la familia, pero ni siquiera se reconocen a sí mismas como generadoras de ingreso”, sostuvo.
Cambio a la ley. Para promover un cambio, el diputado del Partido Acción Ciudadana (PAC), Marco Vinicio Redondo, presentó, en mayo, un proyecto de ley que pretende reformar el artículo 35 del Código de Familia.
“Resulta improcedente que en pleno siglo XXI separemos quién debe de generar los aportes dentro de la familia y no valoricemos el trabajo de las mujeres. Buscamos un cambio cultural”, indicó.
Si la iniciativa prospera, las mujeres serían reconocidas en el nuevo texto, al menos, como proveedoras: “Ambos cónyuges son responsables de sufragar las necesidades y los gastos de la familia y cada uno responderá solidaria y proporcionalmente de acuerdo con sus posibilidades e ingresos”, diría la ley.
*¿Cómo se hizo este reportaje?: A partir de la Encuesta Nacional de Hogares de 2015 (Enaho), se seleccionaron los hogares con una pareja casada o en unión libre en la jefatura y en donde alguno de los miembros generara ingresos. La base de datos se filtró para elegir solo los hogares en donde la mujer tenía entre 18 y 65 años y se eliminaron aquellos en donde el ingreso de otros miembros superaba el 50% del ingreso total. Para estimar la contribución según el número de hijos, se consideró a las mujeres menores de 45 años. Se utilizó el ingreso total neto (ingresos salariales y otras fuentes). La muestra total es de 5.401 observaciones que representa a 695.538 hogares, o el 48% de las familias en Costa Rica. Para calcular la brecha en los ingresos, se utilizaron datos de las Encuestas de Hogares y Propósitos Múltiples del 2001 al 2009 y las Enaho de 2010 al 2015. Aunque ambas encuestas tienen diferencias metodológicas, estas no impiden efectuar una comparación aproximada sobre la evolución del indicador.