Alexandre Guimaraes no se inmuta, ni siquiera frunce el ceño, cuando le decimos que su hijo ya lo superó. Incluso, se muestra orgulloso, sin apego a la vieja gloria de Italia 90 o sus posteriores éxitos como entrenador.
Alexandre Guimaraes no se inmuta, ni siquiera frunce el ceño, cuando le decimos que su hijo ya lo superó. Incluso, se muestra orgulloso, sin apego a la vieja gloria de Italia 90 o sus posteriores éxitos como entrenador.
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