Marcial Menocal es oriundo de Guanacaste. En su tierra natal trabajaba con ganado diariamente y no fue hasta que se mudó a Limón que empezó su vida en la agricultura. Hoy tiene 68 años y no para de aprender del cultivo que le da de comer a él y su familia.
Desde hace siete años comenzó a “conocer el cacao”, pero antes tuvo que probar con otros cultivos. La agricultura es más de prueba y error y don Marcial ya pasó por el proceso, varias veces.
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“Ahora que vine a esta zona (Matina) sembré guanábana primero. Después sembré dátil (banano dátil) como por diez años. Pero las llenas –inundaciones– que eran a cada rato, hacían que lo que trabajaba en un año, lo perdiera en un día”, explicó don Marcial. Esa fue la antesala que los hizo decidirse por cambiar de producto.
Fueron los trabajadores del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) los que le metieron en la cabeza empezar con el cacao, un cultivo que renació en Costa Rica en los últimos años, luego de casi desaparecer debido al ataque del hongo de la monilia.
La inserción de plantas resistentes a las plagas, más productivas, así como el desarrollo de una actividad más enfocada hacia la calidad, son algunas claves de este resurgir.
“Fui de los primeritos”, destaca el agricultor mientras apunta que Édgar McLaren, agente de Matina del MAG fue quien lo llevó a Pocosol de San Carlos a traer los primeros 170 árboles de cacao injertado. Así fue como comenzó.
Tres años después empezó la cosecha de esos primeros árboles. Sin embargo no fue buena. “Se vio que no pegaban en esta zona. Dicen que allá son buenos, pero qué va. Aquí les da monilia y es muy poca la producción”, recuerda don Marcial.
Lo cierto es que esos primeros árboles no fueron exitosos en las tierras limonenses, pero poco después llegaron los nuevos clones del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie). Con esos don Marcial siguió intentándolo y son los que hoy llenan la finca de tres hectáreas en Matina.
Ser agricultor no es soplar y hacer botellas. Don Marcial lo tiene claro porque con el cacao tuvo que estudiar, aprender y seguir preguntando. La visita a su finca de los encargados del MAG significa resolver una lista de dudas que ya tiene preparadas.
¿Debe sembrar un injerto nuevo en un árbol que no está siendo efectivo? ¿Debe cortarlo? ¿Qué pasa si combina cierto clon con otro? Don Marcial tira sus preguntas y escucha atento a las respuestas para después proceder a la acción.
Lo que el cacao le ofreció a don Marcial para seguir tratando después de la decepción con la primera cosecha, fue estabilidad.
“Fui probando y probando agriculturas aquí. En el cacao me he quedado por falta de tierra también. Si tal vez tuviera otro pedacillo probaría con otra cosa, pero esto me ha funcionado”.
La que tiene hoy sigue siendo una agricultura familiar que “no da para hacerse rico” pero sí para mantenerse. El que ofrece es un producto de calidad, así se lo exigen sus compradores. Porque aunque don Marcial no es exportador directo su producto si sale del país.
La mano de obra y el costo de manejar una producción de cacao es mucho más bajo que el de una de banano. Don Marcial se encarga él solo casi al 100% de su finca. De vez en cuanto contrata a algún peón para hacer trabajos más pesados como zanjas o canales, pero cortar la fruta y generar los injertos de los nuevos árboles, es trabajo exclusivamente de él.
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“Como ya estoy viejo yo vengo y me traigo la chuza (herramienta para cortes). Agarro un palito y le corto las hojas. Hago dos, tres palos. Trabajo una hora o dos horas aquí podando o me vengo y abono. Nunca le dedico un día entero a la finca, porque ya el cuerpo no aguanta”, declara don Marcial.
Lo que se produce en la finca es la semilla en baba y la vende a ¢550 el kilogramo porque tiene la certificación Rainforest lo que significa que sus plantaciones cumplen con estándares estrictos del uso de agroquímicos.
En el proceso de extracción de la baba que se hace cada 15 días, don Marcial sí cuenta con ayuda. Sus dos hijos –empleados de una bananera– y un yerno se sientan desde las 5:00 a. m. con las mazorcas de cacao ya cortadas, a abrirlas y extraer las semillas. A las 8:00 a. m. el trabajo ya terminó.
Es una tarea simple y mecánica pero que debe hacerse rápido, porque la baba no puede estar mucho tiempo al aire libre sin que empiece el proceso de fermentación.
“Pues para la familia que yo tengo ya con esto salimos. Lo que nos da la parcela con eso nos la jugamos. Da para los gastos de ella mismo –la parcela– y los gasto de uno. Siempre hay gastos, hay jaranas”, aseguró don Marcial mientras seguía revisando las mazorcas que nacen en medio de los troncos.