A Juan Marín Navarro, de 33 años y Jordi Rivera Hernández, de 24, los separan unos 50 kilómetros de distancia entre Dota y Aserrí, sin embargo, su pasión por la caficultura sostenible e impulsados por desarrollar los cafés de especialidades los identifica y los ha llevado a destacarse en la actividad que heredaron de sus padres. Estas son sus historias.
Juan Marín, se dedica a la caficultura desde niño en la zona de Santa María de Dota. Recuerda que desde los dos años su papá, Carlos Marín lo llevaba a los surcos. En su niñez recolectaba el grano en la finca familiar para ahorrar y comprar sus implementos escolares. Ahora, ya completó una carrera universitaria, como farmacéutico también ayudado económicamente con el trabajo en el campo.
Se dedica al café de especialidades desde 2017, cuando inició un proyecto, innovando con nuevos modelos de producción y aplicando nuevas tecnologías. La pasión por la caficultura la heredó de su papá y de su abuelo Misael Marín, quien inició la actividad en los años 40.
La producción la desarrolla con 10 variedades de café, entre las que cita el Catuaí, Geisha, Java, Costa Rica 95, Esperanza y Villalobos, entre otros.
La producción de cafés de especialidades requiere un proceso específico de siembra, cosecha y beneficiado, sin uso de agroquímicos y generalmente en pequeños lotes. Juan ya ha logrado colocar la fanega (saco de 46 kilos) en $1.000, cuando en el mercado convencional los precios han tenido un pico máximo cercano a los $200 durante este año, como lo detalla el comportamiento del contrato C en la Bolsa de Nueva York.
A pesar que trabaja en su ramo, el interés por la caficultura lo empujó a realizar estudios de agronomía. A partir de 2020 dirige dos fincas más en la zona, donde además combina la producción de aguacate y la investigación de arándanos y frambuesas en 2022, todas la frutas bajo el concepto de sostenibilidad.
El productor ya comercializa el café de especialidades bajo la marca La Piapia Specialty Coffee, nombre de un ave en honor a su abuelo a quien así apodaban. Actualmente generan cinco puestos de trabajo.
Tras la nueva marca de café
Jordi Rivera Hernández, con entusiasmo y sencillez combinados, asegura que su pasión por la caficultura lo llevó a molestarse con su mamá Carmen Hernández, durante su niñez, porque no le permitía dedicarse a la actividad a tiempo completo. Hoy en día, dirige la finca familiar nombrada Joaquín Rivera e Hijos, ubicada en La Uruca de Aserrí.
“Siempre anduve con mi papá en la finca desde muy pequeño. De ahí nació la pasión por el café”, relata.
Jordi es el segundo de los tres hermanos, Jonathan el mayor y Josué es el cumiche, “pero yo soy como el pilar de la finca, yo soy el de todo, doy capacitaciones”, asegura. Decidió dejar los estudios en el noveno grado y dedicarse a tiempo completo a las labores del campo. “En el campo he aprendido”, añade categórico.
En la finca ha logrado rendimientos hasta de 100 fanegas por hectárea de café convencional cuando el promedio nacional se estima en 20. Trabajan con más de cinco variedades de café y actualmente venden la cosecha de café, convencional y especiales, a una misma empresa comercializadora, pero los planes ya están trazados. El siguiente paso es procesarlo y comercializarlo bajo una marca a partir de la cosecha en vísperas.
“Vamos a procesar el cafecito a ver qué tal nos da mandar pruebas al exterior”, asegura. En la finca cultivan las variedades Catuaí, Marsellesa, Venecia y Paraíso Amarillo. Sobre el éxito en la productividad asegura que se debe a “saber trabajar y asesorarse bien”.
En paralelo, la finca de 25 manzanas produce aguacate y cítricos, que son entregados a una cadena de supermercados para su comercialización. También cultivan jocote. Las labores en la finca la realizan ocho personas.
Los dos cafetaleros señalaron, por separado, que la empresa noruega Yara les ha brindado asesoría y han logrado reconocimientos en concursos regionales que convoca la compañía, debido a los resultados logrados en los proyectos que desarrollan los productores.
Según datos del Instituto Costarricense del Café (Icafe), el 92% de los productores tienen una área sembrada de café menor de cinco hectáreas, representando el 44% del área total. El 6% de los productores tienen superficies de entre 5 y 20 hectáreas, abarcando el 21% del área total, mientras que solo el 2% de los caficultores tiene plantaciones superiores a las 20 hectáreas, representando el 35% del área.
Jordi dice no arrepentirse por su decisión de vida. “Mi dicha es que una mente positiva sale adelante donde quiera que sea”, concluye.