Luis Guillermo Angulo, a sus 35 años, no esconde su orgullo al decir que no necesitó de la formación en las aulas sino en la vida para forjar una empresa, la cual cultiva hoy 85 hectáreas de verduras y hortalizas y va en ruta avanzada para comenzar a exportar.
Está a punto de forjar su sueño de colocar hortalizas fuera del país, pese que son productos con poca proyección en las exportaciones. El portal estadístico de la Promotora del Comercio Exterior (Procomer) establece que, por ejemplo, los envíos de lechuga al exterior sumaron solo $33.000 en el 2020 y las hortalizas y sus mezclas llagaron a $323.000.
Pero no importa. Se acostumbró a lograr sueños sin importar las circunstancias. Por eso está renovando, en unos casos, o sacando, en otros, cinco certificaciones para conquistar mercados externos.
Estaba en una amplia sala de reuniones, en un terreno de 4.500 metros cuadrados, donde su empresa Agricultores del Guarco (Agmol) S.A., tiene oficinas, viveros o semilleros y la planta de empaque, en Tobosi, de ese cantón cartaginés. Ahí accedió a contar la historia de su compañía y cómo afrontó el 2020, el difícil año de la pandemia.
Desde ahí, administra las 85 hectáreas en producción, controla con sus colaboradores la producción de la semilla de todos los productos (lechuga en especial, chile dulce, tomate, cebolla, cebollinos, culantro, apio, entre otros). También controla el empaque, pues los productos de todas las fincas deben llegar a ese lugar.
El año pasado, en plena pandemia y con ventas muy bajas, decidió renunciar como proveedor de Walmart, algo impensado para muchos empresarios. Pero también en ese 2020 cumplió uno de sus grandes sueños: le aprobaron otro crédito para comprar su propia finca, pues hasta ese momento cultivó en áreas alquiladas.
De esa manera agregó 15 hectáreas propias a las 70 que mantenía en cultivo con el sistema de alquiler, en su compañía, cuya historia propia se empezó a forjar cuando el emprendedor apenas estaba cumpliendo su mayoría de edad.
Sin Walmart, hoy entrega su producción a Vegetales Fresquita, la cual a su vez coloca en cadenas de restaurantes, hospitales y otros clientes. Además, vende en mercados mayoristas, como el Cenada, y a intermediarios.
De empleado a comerciante
Un intento inicial en el colegio no convenció al emprendedor. Le llamaba mucho más la atención, dice, una finca hortícola de unos vecinos amigos.
Terminó trabajando ahí, donde no solo aprendió de los cultivos sino a comercializar, cómo negociar con clientes, cómo hacer una cartera de compradores.
Y cuando tenía 17 años comenzó su camino por la ruta de la comercialización agrícola. Sucedió en el Mercado de Mayoreo de la Corporación Hortícola, en La Lima, Cartago. Esa noche, sin tener los 18 años, apenas logró vender ¢25.000.
Pero siguió ese camino sin desmayar y un año después dejó de ser empleado para pasar a comercializador, ya con un grupo de agricultores que le vendían sus productores para que él los llevara al mercado. Y también con una lista de compradores, entre mayoristas, verdulerías y otros.
Empacaba en un “galerón de latas”, al lado de una casa de habitación que alquilaba en Tejar de El Guarco.
En vista de que en la empresa donde trabajaba le vendían a Hortifrutti, una división de Walmart, fue a tocar la puerta. ¡Y se la abrieron! Las exigencias en certificaciones y otros requisitos de esta empresa lo terminaron de consolidar como comercializador.
Esa consolidación lo llevó a pedir crédito para comprar el terreno y hacer las edificaciones de Tobosi, donde brindó la entrevista.
Pero ya por el 2016 un cambio de timón en Hortifrutti causó presión sobre Agricultores del Guarco (Agmol) S.A. Le bajaron las compras en algunos casos hasta en un 75% y le exigieron que pasara de comerciar a producir.
Angulo dejó de vender poco a poco algunos productos a esa compañía, hasta que a mediados del 2020, pese al impacto de la pandemia, se retiró definitivamente como proveedor.
De comerciante a productor
A partir del 2016 y mientras se mantuvo con Walmart, Angulo dijo cumplir otro sueño: Convertirse en productor. Lo hizo alquilando tres hectáreas en Guadalupe de Cartago. Fue muy importante dijo, que la gente de Walmart “hacía que uno se la creyera”.
Un año y medio después ya había alquilado otras siete hectáreas.
Mientras combinaba su labor de comerciante y productor, Angulo observaba cómo cerraron fincas de helechos y flores, carretera a Quebradilla y Tobosi, ante la caída de esas actividades. Su inquietud era cómo alquilar una de esas fincas y un día preguntó.
Se llamaba Flores del Iztarú, la propietaria es estadounidense y la administradora prometió consultarle a la dueña. Le ofrecieron un invernadero de una hectárea “como prueba”, pero él pidió cinco hectáreas y hablar con la dueña seis meses después cuando viniera a Costa Rica.
Y tal fue la relación comercial que le alquilaron todas las 37 hectáreas, por la buenas condición en que tenía los cultivos. Había invertido ¢50 millones, ya de fondos propios, en las cinco hectáreas.
En el camino agregó otras hectáreas alquiladas, el sueño de la empresa ya era realidad, pero le faltaba ser propietario de una finca.
Al otro lado de Cartago, al este, en El Bosque de Oreamuno, pasó por casualidad y vio una antigua finca de flores abandonada. Preguntó, pidió un crédito, sacó la propiedad en la mitad de lo pedido originalmente y hoy, ocho meses después de comprarla se llama “El sueño” y ya colocó producción obtenida en esa, su finca.
En “El Sueño” ya está construida una cámara de frío. Se logró tras ser elegido en el programa Alivio, de la Promotora del Comercio Exterior (Procomer), porque de esa finca saldrán los productos de exportación que, en la segunda mitad del 2021, Angulo espera enviar al Caribe, a Panamá o Estados Unidos.
“Es cuestión de soñar, de creérsela”, dijo en sus instalaciones, mientras los ocho camiones llegaban con el producto de las fincas, donde los tractores y los 90 empleados laboran día a día para acompañar el crecimiento de la compañía.