El Banco de Costa Rica (BCR) inicia su travesía hacia la privatización como una entidad financiera que posee características atractivas para su venta. Posee una cartera de crédito grande, los préstamos está balanceados por actividad y clientes; ganancias estables, provisiones suficientes para atender posibles créditos malos y un nivel de morosidad por debajo del 3%, porcentaje considerado sano.
Sin embargo, tiene atributos que le afectan. En los últimos años la entidad cedió terreno frente a sus competidores, en especial BAC Credomatic; el número de empleados y sucursales lo hacen pesado; y es una institución que solo opera en Costa Rica. Además, al tratarse de un activo público el proceso de venta tendría amplia divulgación, lo cual puede poner a dudar a eventuales interesados.
Estas son parte de las fortalezas y debilidades del BCR señaladas a La Nación por cuatro especialistas en banca de inversión (firmas especializas en valoración y venta de empresas), así como exbanqueros que conocen la entidad pública desde adentro o tuvieron la experiencia, durante su vida profesional, de un proceso de adquisición bancaria.
El gobierno del presidente Rodrigo Chaves anunció la venta de la entidad como una opción para enfrentar las dificultades fiscales. El proyecto de ley se presentó el pasado 7 de setiembre en el Congreso.
El Poder Ejecutivo tiene como meta obtener, al menos, $2.000 millones por el conglomerado estatal que incluye el banco, la operadora de pensiones, la sociedad de fondos de inversión, el puesto de bolsa y la corredora de seguros. No obstante, en una valoración preliminar hecha por el Ministerio de Hacienda se tasó la institución en $1.785 millones. Pero, ¿cuánto le falta al BCR para lograr una venta exitosa?
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Hasta junio pasado, la entidad contaba con activos totales por ¢7.267.827 millones, de los cuales el 56% es la cartera de crédito, con un saldo de ¢4.109.589 millones, según datos de la Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef). El Banco, fundado en 1890, cuenta actualmente con 3.987 empleados en las 128 oficinas que tiene en el país.
La valoración
Sergio Wiernik, director de la firma especializada en banca de inversión Capital Financial Advisors, explicó que el valor del banco depende principalmente de su nivel y perspectivas de rentabilidad futura.
“Se debe realizar un ejercicio de proyección de las utilidades futuras, y descontarlas a valor presente mediante una tasa que refleje el riesgo correcto de la institución. Una variable clave en la valoración será la calidad de la cartera de préstamos y si el nivel de provisiones es el adecuado”, destacó el especialista.
La manera habitual de establecer el monto es con base en la previsión de ganancias netas (descontado el pago de impuestos) o el valor contable de patrimonio de la entidad. En ambos casos, el valor resultante se puede multiplicar por un número que va entre ocho y 12.
Al cierre del 2021, el patrimonio del conglomerado del BCR ascendió a ¢765.421 millones y la ganancia neta fue de ¢95.083 millones, según los estados financieros auditados.
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“Cuando el múltiplo utilizado está entre ocho y 10, esto quiere decir que el resultado no fue bueno para el vendedor. Pero si es de 11, 12 o más; la venta fue exitosa”, consideró Carlos Fernández, exgerente general del BCR.
La valoración para asignarle un precio a la institución pública debe hacerla una firma internacional especializada y con experiencia en procesos de venta de activos públicos, consideró el exbanquero Luis Liberman, quien dirigía la Corporación Interfin cuando la compró Scotiabank, por $293,5 millones, en el 2006.
“No es lo mismo vender a que lo compren a uno. Con Interfin recuerdo que fui a la junta directiva y les expliqué que habían llegado tres bancos extranjeros con interés de comprar, pero era una transacción que no podíamos manejarla nosotros porque carecíamos de experiencia. Entonces, fue hacer un concurso de bancos de inversión de verdad, porque esto no es para aprendices”, recordó.
Liberman enfatizó que el Gobierno debe someter el BCR a una empresa especializada que se encargue de la preparación del documento con el cual se visitará a los posibles compradores. “Los bancos de inversión revisan todo, mandan un equipo de personas de varios lugares como Nueva York y México; y trabajan por 18 horas para asegurar que los números reflejan lo que realmente hay”, enfatizó.
Entre las fortalezas del BCR para venderlo están que cuenta con una cartera de crédito cuyo principal componente son el sector corporativo y empresarial, pues representan el 61,4% del saldo de ¢4.109.589 millones, a junio pasado.
“Hay dos particularidades del Banco de Costa Rica por el cual se vuelve un activo más fácil de vender. Primero, por las características de su cartera, porque es más corporativa. Esto es relevante porque es más de empresa y de negocio, y es el espacio donde los bancos podrían tener interés”, dijo Nogui Acosta, ministro de Hacienda
Otro aspecto positivo para el banco es que el saldo total de préstamos representó el 20% de los recursos prestados por el sistema bancario costarricense, lo cual lo coloca como la segunda institución bancaria del país, solo detrás del Banco Nacional, también de capital público.
“Históricamente, su modelo de negocios ha generado ganancias de baja volatilidad, totalizando un ingreso operativo total promedio de cuatro años de $485 millones. Además de las relaciones duraderas con clientes tanto en banca mayorista como minorista”, destacó la calificadora Fitch Ratings, el pasado 22 de agosto.
La agencia estadounidense también consideró adecuada la cobertura para enfrentar posibles créditos malos, el nivel de morosidad es del 2,84% (muy cerca del promedio histórico) y la estructura de fondeo y liquidez es estable.
Los desafíos
A pesar de que el BCR mantiene un segundo lugar en el mercado por el tamaño de su cartera de créditos, ha ido cediendo terreno, en especial frente al BAC Credomatic. La entidad privada posee actualmente, entre la banca pública y privada, el 16%, de los activos; el 17,5% de la cartera de préstamos; y el 18% de los depósitos, según Fitch.
Una de las debilidades de la captación es que una parte son depósitos de instituciones públicas las cuales están obligadas a tener los recursos en la banca pública. Al privatizarse, el dinero debe salir.
Otro de los retos a enfrentar estaría la amplia exposición e incertidumbre de la venta, por tratarse de una entidad pública.
“El proceso de venta es largo y tedioso, lo nuestro se hizo a callado hasta llegar a la fase final, a diferencia de como es en el Estado. Entonces, los efectos que puede tener sobre la clientela, en un proceso de seis o nueve meses, no es fácil. El personal del Banco deberá enfrentar preguntas que no sabrá cómo contestar hasta la llegada del nuevo dueño”, consideró Liberman.
El BCR también debería someterse a un proceso de depuración de la estructura operativa. Desde la cantidad de sucursales que posee en el país, hasta la planilla de la institución. “El Banco tiene oficinas en todo el país, quien llegue a dirigirlo dudo que le interesen tantas. Además, todas son propias, lo cual genera un costo. La banca privada alquila. La reducción implicaría, también, disminuir personal”, comentó Fernández.
Los costos de disminución de sucursales y salida de personal deben asumirse desde el Estado. “El que compra querrá una estructura ligera”, señaló el exgerente de la entidad.
El futuro del Banco Internacional de Costa Rica (Bicsa), del cual el BCR es dueño mayoritario con el 51%, está entre las incertidumbres. La intención del Gobierno es también venderlo, pero no se incluyó dentro del proyecto de ley enviado al Congreso, el pasado 7 de setiembre.
El exgerente del BCR cree que incluirlo dentro del paquete de venta resultaría interesante, por tener licencia de operación en Panamá y oficina en Estados Unidos. Por el contrario, Liberman piensa que Bicsa funcionó cuando se creó a finales de la década de 1970, en la actualidad no.
Otro de los riesgos que enfrentará la administración del presidente Rodrigo Chaves, y tal vez la más relevante, es quién lo compra.
Theo Mills, socio director de Valeo Capital Partners, firma dedicada a banca de inversión, consideró que el interés de grupos locales sería limitado, dado el volumen del Banco de Costa Rica. Las ofertas relevantes vendrían desde el extranjero.
“Sin embargo, vale la pena señalar que los principales grupos globales como HSBC y Citi han estado reduciendo sus operaciones globales y estos bancos muy grandes pueden estar fuera de la mesa”, consideró Mills.
Tanto Liberman como Fernández consideran que la opción más realista sería que el BCR sea adquirido por una multilatina (empresa latinoamericana con operaciones relevantes fuera de las fronteras de su origen).
Pero adquirir solo este banco estatal limita la participación del comprador al mercado de Costa Rica, a diferencia de lo hecho por el Grupo Aval, de origen colombiano, cuando adquirió BAC Credomatic, pues fue una operación que le permitió ganar alcance regional.