Economía

Dificultad para decidir

Siempre que se tomen decisiones con responsabilidad, siguiendo un proceso racional, se experimenta una cierta ansiedad y hasta, en algunos casos, temor y angustia. Esto es natural y se debe a que no conocemos el futuro, que para ninguna decisión llegamos a contar con toda la información necesaria, ya que ni siquiera sabemos cómo vamos a ser nosotros en el futuro y si vamos a seguir considerando tan deseables los resultados que esperamos de la decisión que ahora tomamos. Además, como decidir es elegir una o unas opciones y desechar otras, estas de desecho constituyen una pérdida y nos llevan a pensar en sus posibles consecuencias positivas que ya no podremos disfrutar. Lo que podría haber sido y no fue nos mueve a una nostalgia adelantada en el tiempo. Desde el presente, vemos con dolor la posibilidad de arrepentirnos después de no haber seguido tal o cual opción. Leí por ahí una rima que se me quedó prendida y que describe bien esta nostalgia por lo que no fue : "De todas las palabras tristes que he conocido, estas son las más tristes: `pudo haber sido' ".

Lo que llamamos indecisión es la incapacidad para decidir o la angustia excesiva a la hora de decidir. Eso es una limitación. El asno de Buridán, extenuado de hambre y sed y puesto ante un balde de agua y un balde de trigo, no pudo decidir cual atacar primero y murió de hambre y de sed. No es ser indeciso tomarse el tiempo para decidir un asunto importante. Al contrario, puede ser peligroso ser un "volado" que decide sin darle muchas vueltas al asunto. Se pueden tomar decisiones con rapidez si no se sigue un proceso cuidadoso, como, por ejemplo, cuando se decide a "escudo-corona": "Si sale escudo, entro en el negocio. Pero esto no es decidir racionalmente sino jugar al azar. Las decisiones han de ser tomadas con prudencia, la cual está a igual distancia de la temeridad y de la pusilanimidad.

Hace muchos años tuve la dicha de ir a visitar a Ralph Hower, muy recordado profesor de la Escuela de Negocios de Harvard, para conversar sobre una decisión personal. Como toda persona madura, me dijo que con gusto hablaría del tema, pero que yo era quien tendría que vivir con los resultados de la determinación. Y esto es una verdad como un piano. Alguien puede ayudarnos a revisar el método, puede aportarnos información, puede ayudarnos a ver más opciones, pero a final de cuentas el responsable de las consecuencias es quien toma la decisión.

Posiblemente viendo mi dificultad para tomar esa decisión, el profesor Hower agregó una reflexión valiosa. Me dijo que si decidía no hacer lo que estaba estudiando hacer o no, nunca conocería los posibles resultados. Una reflexión tal nos saca del refugio en el cual queremos guarecernos ante la necesidad de decidir. Nos refugiamos en la posibilidad de dejar pasar el tiempo. En la consideración de las dificultades. A veces hasta desvalorizamos los sueños que nos llevan al borde de una decisión. La reflexión de Hower me sacudió. Vi, de pronto, que un mundo posible se iba a quedar inédito. Era como tener en la mano una semilla de un bello árbol y no querer pasar por el trabajo de sembrarla y cuidarla. Porque la verdad es que si no decidimos, no arriesgamos, pero tampoco abrimos la posibilidad de obtener resultados que pueden enriquecernos y vitalizarnos.

Una decisión bien tomada desde el punto de vista intelectual y afectivo no garantiza que se obtengan los resultados deseados, ni garantiza nuestra satisfacción con esos resultados. Y esta reflexión constituye uno de los últimos intentos de escapatoria de quien está atravesando por el drama de tomar una decisión importante. Como réplica encontré en alguna parte otra rima también muy movilizadora: ¡Si lo intentas, quizás. Si no lo intentas, jamás!

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