Ante los aumentos constantes en el precio internacional del barril de petróleo, cabe preguntarse: existe realmente conciencia en el consumidor de energía sobre la magnitud del problema.
Esa pregunta surge con el fin de apoyar las medidas urgentes que deberán tomar las autoridades nacionales, si el precio alcanza el umbral de $100 como algunos analistas y financistas internacionales vienen insistiendo en los últimos meses ante la coyuntura del mercado.
Según la contabilidad energética nacional, nuestra economía depende en al menos un 80% de los combustibles importados.
Con esos combustibles atiende sus necesidades de transporte, generación de electricidad y calor.
De esa forma, ante un panorama en los mercados internacionales de insumos energéticos cada vez más caros, cualquier medida para limitar la demanda energética requiere la participación de un consumidor responsable que reduzca o elimine el desperdicio.
A manera de ejemplo ¿En una situación de emergencia nacional los consumidores particulares de alto nivel de ingreso económico estarán motivados, por razones de interés nacional, a demandar vehículos de menor cilindraje y alta eficiencia?
Ante eso surge otra consulta: ¿Estarán los consumidores de ingreso medio suficientemente motivados para movilizarse rutinariamente en transporte público?.
Estas situaciones representan dos escenarios que podríamos considerar de seguir esta escalada en el precio de los hidrocarburos importados.
Dicen los planificadores que la energía más cara es la que no se tiene.
Ante la coyuntura geopolítica internacional, no sólo debe quedar en manos de las instituciones del sector energía la mitigación de una emergencia energética.
Los consumidores estamos también obligados a racionalizar el consumo por voluntad propia, ante un nuevo paradigma energético que recién se vislumbra.