Yorleny Loría es licenciada en Auditoría Financiera y Recursos Humanos de la Universidad de Toronto, en Canadá, tiene conocimientos en inglés y francés, y ha trabajado como gerente administrativa y de recursos humanos en varias empresas. Sin embargo, ella es una de las muchas mujeres a la que les ha costado encontrar empleo durante la pandemia.
Loría ha estado dispuesta a trabajar en labores no profesionales pero, según cuenta, algunas veces la han rechazado por estar sobrecalificada. También inició el proceso para la convalidación de su título y cuenta que ha sido largo y costoso.
“Durante la pandemia yo nunca he buscado un trabajo ni de gerente, ni de jefe, ni nada por el estilo. Yo dije: ‘Señor, poneme el trabajo que yo pueda ejecutar’, y resulta que me dijo: ‘no le puedo dar el trabajo porque usted tiene más currículo que yo’”, comentó sobre uno de sus múltiples intentos.
En Costa Rica, como ha ocurrido en otros países, la crisis sanitaria golpeó más la ocupación femenina respecto a la masculina y ahora a ellas les está costando más recuperar sus puestos.
Según los datos de la Encuesta Continua de Empleo, en el trimestre que terminó en julio del 2021 la ocupación femenina se encontraba 14% por debajo del nivel prepandemia (febrero 2020), mientras que la masculina estaba en 7,5% por debajo.
El desempleo femenino alcanzó, en el trimestre que concluyó en julio del 2021, un 24%, mientras que el masculino, un 13,2%. La tasa de participación femenina cayó con la pandemia de 52,4% a 48,1%, lo cual indica que algunas decidieron ni siquiera volver a buscar trabajo. La masculina, por su parte, bajó de 75,3% a 71,5%, un poco menos.
Esto sucede a pesar de que en todos los grupos hay un mayor porcentaje de mujeres con educación secundaria o más.
Por ejemplo, un 57% de las mujeres que trabajan tienen secundaria completa o universitaria con o sin título (42% en el caso de los hombres). Entre las desempleadas, un 46% del total tiene secundaria completa o más (44% los hombres); igual nivel académico tiene el 27% de quienes están fuera de la fuerza de trabajo (25% los hombres), según los datos a julio del 2020.
Importante para todos
Costa Rica requiere que más mujeres se incorporen a trabajar, porque es la vía que tiene para poder hacer crecer su producción y, con ello, elevar los ingresos de toda la población..
“Estimular el empleo femenino debe ser una alta prioridad para Costa Rica, en parte por razones de justicia y de igualdad real de la mujer. Pero también hay una razón económica muy fuerte: ya la demografía de Costa Rica cambió, la tasa de natalidad ha bajado mucho y la población está envejeciendo rápidamente”, explicó José Manuel Salazar, exdirector general de Empleo de la Organización Internacional del Trabajo.
“En el pasado el crecimiento del recurso humano, donde se sumaba una alta tasa de natalidad a un logro educativo creciente, fue una de las fuentes principales de crecimiento económico. Esta fuente ya no es tan fuerte. Promover el ingreso de las mujeres al mercado laboral es una forma de sumar al crecimiento económico ese talento, que con una brecha tan grande como la que tiene el país, puede sumar al menos un punto, si no más, al PIB (producto interno bruto), dijo Salazar.
El informe Estado de la Nación ha llamado la atención sobre la oportunidad que tiene el país de aprovechar el bono de género; esto es, precisamente, la posibilidad de ampliar su producción aprovechando la mano de obra femenina.
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¿Por qué sigue sucediendo?
Pese a este beneficio, ¿por qué las mujeres siguen afrontando más dificultades en el mercado laboral?
Salazar y Natalia Morales, investigadora principal del capítulo de Equidad e Integración Social del Informe Estado de la Nación, señalaron varias causas, cuya atención ayudaría, a su vez, a mejorar la situación.
Una tiene que ver con los patrones culturales de nuestra sociedad.
“La mayoría de las sociedades tienen, o no han salido aún, de una mentalidad patriarcal que asigna a las mujeres un rol tradicional de cuido de los niños, de labores domésticas y de subordinación a su esposo”, comentó Salazar.
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“Tiene que ver en cómo distribuimos las cargas de trabajo, cómo se percibe el empleo femenino dentro de las familias y dentro del propio mercado. Tiene que ver también con aspectos de segregación. Muchas mujeres profesionales o las que tienen mejor perfil de educación, están dentro de las áreas que se han visto más afectadas; no todas ellas tienen el perfil para los sectores más dinámicos. Otro aspecto tiene que ver con el trabajo no remunerado, las redes de cuido”, dijo Morales.
Precisamente, la siguiente razón que apuntó Salazar es la falta de una infraestructura de cuido adecuada.
“La no existencia de una infraestructura amplia y de calidad para el cuido de los niños es una enorme barrera para la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, aún para mujeres con alto nivel de logro educativo”, comentó Salazar.
Morales citó, además, que para muchas de estas mujeres el salario que les ofrece un trabajo remunerado no les compensa todo lo que implica salir a trabajar, pagar una guardería o una señora que les ayude con el tema del cuido, o con los servicios domésticos.
Para decidir trabajar, muchas mujeres tienen que dejar arreglados los temas del hogar, comentó Loría, la mujer que compartió su testimonio de su lucha por un empleo.
“Para tomar la decisión y el empeño de ir a encontrar trabajo yo tengo que tener subvencionadas esas otras cosas. Tengo que tener la solución para esos detalles familiares”, comentó.
Mujeres más afectadas
FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA CON BASE EN LA INFORMACIÓN DE LA ENCUESTA CONTINUA DE EMPLEO || / LA NACIÓN.
¿Cómo avanzar?
Morales explicó que se requieren políticas desde varios frentes para incentivar el empleo femenino, por ejemplo políticas laborales, pero también desde la educación para que las mujeres se interesen en las áreas más dinámicas en materia de empleo, como las que tienen que ver con ciencia y tecnología.
“También necesitamos políticas que cambien un poco los roles sociales que se han asignado a hombres y mujeres. Ahí necesitamos políticas que se llaman de corresponsabilidad que tienen que ver con repartir las tareas dentro del hogar”, comentó Morales.
Salazar, por su parte, señaló tres pilares de una política para estimular el empleo femenino: universalizar la red de cuido lo más pronto posible, para eliminar esa restricción que es muy real; campañas educativas para combatir la cultura patriarcal o si se quiere machista que le asigna a la mujer un papel tradicional en el hogar, en vez de en el mercado de trabajo; y políticas de “acción afirmativa” (affirmative action) para educar bien a las mujeres, para abrirles oportunidades de formación vocacional y de educación vía plataformas virtuales, de aprender inglés, de promover el emprendimiento femenino, etc.
Morales también consideró relevante las políticas de fomento productivo y microemprendimientos.
En esta línea, este año el Consejo Nacional para Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit) realizó la primera convocatoria nacional de Emprendimientos Femeninos STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y se presentaron 199 propuestas. A criterio de la presidenta del Conicit, Guiselle Tamayo, esta participación denota que había una necesidad que hacía falta atender en el sector y que es algo a lo que hay que ponerle atención.
No obstante, emprender y conseguir financiamiento también es más difícil para las mujeres.
Según el II Informe sobre Brechas Financieras entre Hombres y Mujeres, el acceso al crédito en el sistema financiero costarricense mantuvo, a setiembre del 2020, una amplia diferencia entre mujeres y hombres, en favor de estos últimos, pese a una leve mejoría respecto al 2018.
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Conforme a dicho estudio, el 44% de los créditos están en manos de mujeres y el 56% pertenecen a hombres.
Morales consideró que Costa Rica tiene una ventaja que no tienen otras naciones y es que las mujeres no tienen un rezago educativo respecto a los hombres; al contrario, tienen un mejor perfil.