Xinia Rojas trabajó por más de 10 años como empleada doméstica en una agencia de publicidad; sus labores, como ella las describe, abarcaban desde la limpieza hasta los “mandados” del día a día, pero como a muchas personas más en su ocupación, la llegada de la pandemia implicó cambios radicales que culminaron en su eventual despido.
Xinia es una de las miles de trabajadoras domésticas que durante el 2020, y principalmente en los meses más crudos del confinamiento, perdieron sus empleos, enfrentaron jornadas reducidas y mayor informalidad.
De los casi 230.000 empleos que se perdieron entre el 2019 y 2020, por el efecto de la crisis del nuevo coronavirus, el golpe más fuerte se presentó en el sector comercio (16,1%), seguido por empleo doméstico (12,9%), construcción (12,7%); y alojamiento y restaurantes (11,8%).
Rojas no fue la excepción, tan pronto la covid-19 impactó el mercado laboral, sus empleadores decidieron reducir su jornada laboral en 75%, pasó de trabajar ocho horas diarias a visitar por dos horas una oficina vacía para hacer labores de limpieza.
Posteriormente, en agosto, le aseguraron que no podrían mantener más su trabajo, por lo que pasó de un empleo estable en el que contaba con seguro de la CCSS y algunos otros beneficios, a la búsqueda de empleos informales en “lo que saliera”.
Desde entonces ha trabajado en una agencia de carros, en varias casas y ocasionalmente ayudaba a la agencia de publicidad, pero hace unas semanas consiguió, nuevamente, un trabajo formal y su patrona le aseguró que la incluirá en el sistema de seguro social tan pronto se “normalice” la situación del país.
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Datos de la Encuesta Continua de Empleo (ECE) muestran que durante el 2020, las trabajadoras domésticas recibieron el mayor choque de la pandemia en abril, mayo y junio cuando, en comparación con el primer trimestre del 2020 (enero, febrero y marzo), se perdieron 48.629 empleos.
Es decir, para el primer trimestre móvil del año (enero-marzo) la población ocupada en el segmento de “hogares como empleadores” era de 124.750 individuos, pero tan pronto se empezaron a reportar los primeros casos de covid-19 y el mercado se empezó a contraer, casi 50.000 empleadas domésticas perdieron su empleo pues la cifra bajó a 76.121 (casi 40%), para el trimestre móvil de abril-junio.
Con el transcurso de los meses la situación mejoró, la ocupación fue creciendo, sin embargo, de acuerdo con datos de enero del 2021 aún existe un vacío de 17.028 personas que perdieron el trabajo y no han logrado ubicarse en esta área.
María Luz Sanarrusia, coordinadora de la ECE, explicó que los motivos por los que este segmento sufrió uno de los principales impactos responde a la reducción de los ingresos en los hogares, de manera que a medida que los sectores productivos fueron deacelerando también los ingresos familiares, lo que repercutió en lo tipos de servicios que consumían las familias, entre ellos, las tareas domésticas.
Según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a nivel de región (América Latina y el Caribe) el 70,4% de las trabajadoras domésticas se han visto afectadas por las medidas de cuarentena.
Por otra parte, Sanarrusia comentó que otro factor determinante en el desempleo de este sector fue la protección de la salud, es decir, que el nicho familiar buscó la manera de mantener su “burbuja” sin contagio y factores o personas externas podrían poner esto en riesgo por lo que, es muy probable, que esto afectara el nivel de ocupación.
A medida que las restricciones se fueron flexibilizando, los hogares empezaron a recontratar o requerir apoyo nuevamente de trabajadoras domésticas, por lo que, a partir de agosto, el mercado laboral se volvió a robustecer con un promedio de 6.000 trabajadoras domésticas por mes.
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La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en su informe social para el 2020 destacó que muchas mujeres empleadas en este sector experimentan incertidumbre acerca de su remuneración, sobre todo en el caso de las que no cuentan con un contrato formal.
“Quienes han continuado asistiendo a su lugar de trabajo, han visto aumentadas sus responsabilidades al tener que atender, por ejemplo, actividades relacionadas con el cierre de escuelas en los hogares con niños y niñas. También han tenido que incrementar la higiene para prevenir contagios e incluso hacerse cargo de la demanda de cuidados de la salud de los miembros del hogar en que trabajan”, advierte el informe de la Cepal.
Los sindicatos de trabajadoras domésticas de la región también indican que durante la pandemia han recibido quejas sobre las condiciones de trabajo, debido a que han cancelado contratos sin causa justificada, se han cambiado unilateralmente sus condiciones, se ha reducido el tiempo de trabajo y el salario, o las trabajadoras se han visto obligadas a permanecer en sus lugares de trabajos, alejadas de sus familias y sin el descanso adecuado, destaca el informe de la Comisión.
Condiciones de trabajo
Otro factor que evolucionó de manera negativa con la pandemia fueron las condiciones de empleo doméstico.
Según datos de la ECE y la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), en promedio, solo el 30% de las empleadas domésticas cuentan con un seguro social, aunque en términos porcentuales hubo una variación mínima sobre la cantidad de personas aseguradas.
Al desagregar los datos, enero del 2020 inició con 16.798 colaboradoras domésticas aseguradas, y cerró el año con 16.132, es decir, casi sin cambios significativos.
Sanarrusia también destacó que el promedio de ingreso mensual y cantidad de horas trabajadas para este segmento decreció debido a la pandemia.
Por ejemplo, durante el primer trimestre del 2020 (enero, febrero y marzo) el 38% de los hogares como empleadores tenían jornadas de más de 40 horas, sin embargo, para el segundo y tercer trimestre esta proporción disminuyó a 26%.
Es decir, que las trabajadoras en el hogar durante la pandemia empezaron a tener jornadas de menos de 40 horas semanales, lo cual afecta y se ve reflejado en la remuneración.
En cuanto a la población más afectada por grupo de edad, datos del Instituto confirman que las mujeres entre 35 y 59 años fueron quienes recibieron el mayor impacto.
Brechas de género
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en su informe social del 2020 destacó que históricamente los paquetes de estímulo creados para mitigar los efectos de las crisis no siempre tienen un efecto positivo en la autonomía de las mujeres.
En específico, en las políticas de reactivación de las crisis se han priorizado sectores como la minería, la construcción y la explotación de recursos naturales, que tienen altos niveles de participación masculina.
Sin embargo, de acuerdo con el informe de la Cepal, la crisis generada por la pandemia tiene la particularidad de que las mujeres ocupadas están concentradas en sectores que se ven muy afectados, tales como el comercio (21,6%), la manufactura (11,0%), el turismo (9,2%) y el servicio doméstico (11,1%).
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Es decir, que los sectores de alto riesgo en la pérdida del empleo concentran alrededor del 56,9% de las mujeres ocupadas en la región.
Específicamente, en Costa Rica, la pandemia agudizó aún más las brechas de género en el mercado laboral, de manera que el desempleo en hombres fue 11 puntos porcentuales menor que el de la mujeres, en el tercer trimestre del 2020.
Esta tendencia se ha mantenido en todos los trimestres, la brecha es desde 9 p. p. hasta 13 p.p. de diferencia. Los mismo sucede con el trabajo informal el cual, debido a la pandemia, aumentó, pero el segmento más afectado siguen siendo las mujeres, entre las cuales destacan las trabajadoras domésticas.