Nuevamente, el Estado costarricense se encuentra en sala de emergencias con una propuesta gubernamental de reforma fiscal, la cual vuelve sobre los temas conocidos de impuesto al valor agregado (IVA) y Renta.
Al menos se da un paso en la dirección correcta, aunque de manera superficial e insuficiente en relación con el gasto público y sus prebendas.
Del proyecto de IVA algunas cosas deberían ser revisadas a profundidad, en concreto la abundancia de exenciones de carácter subjetivo las cuales no solo minan la capacidad recaudatoria del proyecto, sino que generan a los proveedores de las personas exentas un efecto en sus derechos de deducción por la aplicación de las reglas de prorrata.
Debe eliminarse el régimen simplificado, refugio de grandes bolsas de artificial formalidad, la cual a su vez concede una regla excepcional no tributaria a las obligaciones de los comerciantes establecida en el Código de Comercio que elimina el deber contable. Este aspecto atenta contra los principios de transparencia en la era de la fiscalidad y el control de la legitimación de capitales.
En cuanto al proyecto de renta, hay temas novedosos y congruentes con algunos de los predicados de BEPS, aspecto que denota estudio –al menos parcial del Gobierno– al incluir reglas de subcapitalización y de instrumentos híbridos. Quedan por salvar valladares que deben ser valorados, están vinculados con la condición de las exenciones de ciertas actividades que compiten en el mercado, con condiciones distorsionantes locales e internacionales.
El asunto de fondo en la renta mundial es una valoración política al respecto de un impacto severo para un país netamente importador de capitales. Soy del criterio que dicha piedra en el camino puede ser obviada –por carecer de potencial efectivo de recaudación– creando ruidos y sensibilidades en una región en la que la competitividad por atraer inversión es muy amplia y los competidores, aparte de diversos, cuentan con regímenes fiscales que más bien favorecen las condiciones para la generación de inversión y empleo, tan necesarios en nuestro país.
Faltan la generación de incentivos a la reinversión de utilidades y de generación de empleo, pero en la sala de emergencias no se pueden pedir gustos.