La reina Isabel II falleció este jueves a sus 96 años después de un histórico reinado de más de 70 años, en los que gozó de un amplio respaldo de la comunidad británica y acumuló una importante fortuna personal, entre sus inversiones, joyas y bienes inmuebles.
Pese a que la cifra oficial es uno de los secretos mejor guardados en Reino Unido, la revista Forbes calculó la fortuna de la monarca en $500 millones, mientras que otras estimaciones, como la realizada por el medio británico Sunday Times, afirman que la reina dejó una herencia que asciende a los $425 millones para el 2022.
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Esos $500 millones que estima la revista especializada sobre activos personales de la reina son gracias a sus inversiones, arte, joyas y bienes raíces, incluidos dos castillos: Sandringham House y el Castillo de Balmoral, en este último fue donde murió, este 8 de setiembre.
El castillo de Balmoral, en el noreste de Escocia, tiene un valor estimado de 100 millones de libras esterlinas ($115 millones), y la finca de Sandringham está valuada en unos 50 millones de libras ($57,5 millones). Estas propiedades no se mantienen con fondos públicos.
También se incluyen algunos objetos de la Colección Real a título personal, como una colección filatélica que perteneciera a su abuelo, el rey Jorge V, tasada en 100 millones de libras esterlinas ($115 millones). Así como el pago de la Subvención Soberana otorgado por el gobierno, que en el año financiero del 2020-2021 ascendió a 86 millones de libras ($98,9 millones).
Ese dinero, que equivale al 15% de las ganancias obtenidas por el Crown Estate, una enorme cartera financiera que incluye tierras, inmuebles y otros tipos de activos, como parques eólicos que pertenecen a la monarca pero que son administrados de manera independiente, se utilizan para cubrir sus gastos oficiales y de otros miembros de la casa real.
Otra fuente importante de ingresos era el ducado de Lancaster, propiedad de la casa real desde la Edad Media. En el ejercicio del 2020-2021, su ingreso neto por esa fuente de ingresos fue de más de 20 millones de libras (unos $23 millones), aunque la monarca cedió parte de este monto a su familia y pagó impuestos sobre el dinero no utilizado en tareas oficiales.
Ese dinero forma parte del “Privy Purse”, que es como se denomina a los ingresos privados de la monarca, que provienen sobre todo de la finca del ducado de Lancaster. Sus activos están constituidos por tierras, inversiones financieras y propiedades por un monto de más de 500 millones de libras, que pertenecen a la monarquía.
La reina también tenía las joyas de la Corona, valoradas en unos 3.000 millones de libras, aunque le pertenecían de manera simbólica, pues son transferidas automáticamente a quien la suceda, en este caso, pasarán a manos de su hijo, el ahora rey Carlos III.
Aunque los beneficiarios finales se sabrán hasta que la Casa Real Británica reparta la fortuna, una vez se conozca el interior del testamento de la monarca; es probable que sea su sucesor, el Príncipe Carlos, quien se quede con gran parte de los activos y propiedades que dejó la reina Isabel II, cuando sea coronado como rey.
Lo cierto del caso es que quien estuviera a cargo del ducado de Cornualles se beneficiará de los ingresos del ducado de Lancaster y de la asignación anual de la Subvención Soberana que otorga el gobierno del Reino Unido a la familia real británica.
Pero no hay que olvidar que Carlos III tiene tres hermanos, la princesa Ana y los príncipes Eduardo y Andrés, quienes también pueden recibir parte de la herencia.
De igual forma, otros descendientes directos de la monarca se pueden llevar parte de la herencia. Todo eso se conocerá cuando se abra el testamento de una de las reinas más conocidas de la historia.
De momento, el protocolo, conocido como “Operación Puente de Londres”, establece entre 10 y 12 días de luto oficial hasta que se oficie el funeral, para después continuar con los demás actos.