Para las nuevas generaciones es casi parte de la historia, pero hace una década tomarse una kola, una zarza o una limonada, era parte del ritual de ir a la "pulpe".
Las fábricas que las elaboraban en sus buenos tiempos superaban las dos decenas, (¿recuerda La Navarra?); pero hoy sobreviven una media docena, según explicó Jorge Piedra, administrador de una de ellas, la Cruz Blanca.
La competencia ha sido despiadada por parte de las grandes marcas de gaseosas, reconoce Rodrigo Bolaños, gerente de Embotelladora Muñoz, fabricante de los refrescos Minerva, ubicada en Grecia.
La venta de sus gaseosas ha disminuido en al menos un 60 por ciento en el transcurso de los últimos 10 años y la diversificación de productos ha sido la alternativa de estas pequeñas compañías.
Con un poco más de optimismo, La Mundial, ubicada en Alajuela, reconoce las dificultades del mercado, pero su gerente, Freddy Quesada, aseguró que el golpe para ellos no ha sido tan duro dado que han innovado para enfrentar el cambio y la competencia de las transnacionales.
Al igual que reseñó Piedra, han sido los siropes el producto que les ha permitido seguir a flote.
Lucha desigual
Una cámara de refrigeración para refrescos vale al menos ¢250.000 y en el país hay una empresa transnacional que las da gratuitamente al comerciante para exhibir el producto de sus marcas.
"Nosotros simplemente no podemos hacer eso" resumió Bolaños, un sentir que expresaron todos los fabricantes de gaseosas criollas ante la falta de recursos para competir.
Agregó que antes, cuando el pulpero tenía su propia refrigeradora, el cliente abría y veía la variedad de opciones y evaluaba su decisión.
La situación de embotelladora Muñoz llegó a un punto en que se vieron obligados a convertirse también en distribuidores de otro tipo de productos, así como de algunas líneas de néctares importados.
Quesada sabe que el poder económico de un gigante mundial de las gaseosas le permitirá tener el liderazgo, pero recordó que hace unos años quedaba un nicho para todos en el mercado.
Indicó que hoy, en cambio, el grande intenta copiar los productos que tradicionalmente identificaron al pequeño embotellador.
Según él, en términos conservadores, en Costa Rica ese líder copa al menos el 85 por ciento del mercado de gaseosas y el resto debe dividirse entre otra marca mundial y los fabricantes costarricenses.
Es lógico entonces, dijo, que sean tantas las embotelladoras nacionales que han debido cerrar, y serán más, tal vez todas, las que llegarán a eso si no hay una intervención del gobierno para frenar algunas prácticas que él llama monopolísticas.
Piedra, de Cruz Blanca, relató que incluso han optado por importar y distribuir refrescos foráneos ya que, ante la merma en las ventas de los suyos, les resulta más rentable.
A esta situación se le suma lo que apunta el gerente de Minerva: un cambio de costumbres en los consumidores, quienes se inclinan hacia productos más naturales y saludables.
La aparición de jugos, agua embotellada y mezclas de leche con sabores son algunos de los casos que así lo respaldan.
En el caso de La Mundial ya preparan el lanzamiento de una bebida a base de leche, aunque están claros en que su especialidad seguirán siendo las gaseosas.
Para confirmarlo, lanzaron dos nuevos sabores de gaseosas (piña y naranja) y varias presentaciones, lo que según Quesada les dará un respiro.
¿Por cuánto tiempo?
Ninguna embotelladora se atrevió a predecirlo.