Doña Cecilia, de 76 años, vive de una pensión mensual de ¢97.000, la cual heredó cuando su esposo falleció hace más de una década. Actualmente, esa es su única fuente de ingresos con la cual cubre los gastos de servicios básicos como agua, luz y alimentos esenciales, tales como arroz, frijoles, aceite y azúcar.
Hace poco, ella hizo gestiones en el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) con la esperanza de obtener un subsidio adicional, ya que el dinero que recibe no le alcanza para satisfacer plenamente sus necesidades. Su hijo la apoya con un tratamiento médico mensual que debe comprar, ya que de lo contrario ella no podría costearlo.
“Le doy gracias a Dios que la tengo (la pensión), pero esto no me alcanza. Hace poco tuve que quitar la televisión por cable de mi casa, porque no me sirve, eran ¢14.000 y la verdad es que me quedaba sin plata. Además, tengo que comprar pastillas que valen ¢67.000 porque padezco de depresión, por dicha mi hijo me ayuda”, relató.
Como Doña Cecilia (nombre ficticio utilizado para proteger su identidad), una de cada cuatro personas mayores de 65 años en Costa Rica se enfrenta a situaciones de precariedad económica que las colocan en una situación vulnerable ante la pobreza.
Esto lo revela el primer de estudio sobre personas mayores en el país, elaborado por el Observatorio del Envejecimiento y el Centro de Investigación Observatorio del Desarrollo de la Universidad de Costa Rica (UCR), con base en datos de la Encuesta Nacional de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Según este informe, que evaluó el proceso de envejecimiento de la población y las condiciones en las que se encuentran las personas mayores en su vida cotidiana,189.373 de las 710.417 personas de 65 años o más están en condiciones de pobreza.
Esto significa que el 26,6% de las personas adultas mayores no cuenta con ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades más básicas. A manera de referencia, en Costa Rica, la pobreza total para el 2022 fue del 23%, según los datos del INEC.
Emiliana Rivera Meza, investigadora del Centro de Investigación Observatorio del Desarrollo (CIOdD) de la UCR, explicó que la población adulta mayor enfrenta desafíos sociales y económicos que inciden en una mayor vulnerabilidad de este grupo de ciudadanos para caer en condición de pobreza.
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Uno de estos factores es la dificultad para mantenerse en el mercado laboral debido a la escasez de oportunidades de empleo, y a la falta de una pensión que les permita vivir plenamente en la vejez.
Otro factor destacado por Rivera es que muchas personas mayores dependen únicamente de las pensiones del Régimen No Contributivo de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), que rondan los ¢82.000, lo cual normalmente no les alcanza para satisfacer sus necesidades básicas.
De la cifra total de adultos mayores en condición vulnerable, 154.101 se encuentran en situación de pobreza no extrema, lo que significa que tienen ingresos inferiores al costo de una canasta total de bienes y servicios esenciales. En junio de este año, esa línea de pobreza se definió en ¢117.768 por persona, al mes.
Por otro lado, los restantes 35.272 adultos mayores viven en pobreza extrema, lo que indica que no tienen los recursos suficientes para cubrir la canasta básica de alimentos, que incluye 14 grupos diferentes de productos como cereales, lácteos y azúcar. En junio del 2023, el costo mensual de esta canasta básica, por persona, era de ¢58.545.
Isela Corrales Mejías, directora de Programas Gerontológicos de la Asociación Gerontológica Costarricense (Ageco), afirmó que la pobreza en la población mayor se agrava debido a la falta de acceso al mercado laboral, los sistemas de pensiones y la falta de opciones reales para acceder al bienestar social.
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Añadió que hay casos en los que las personas mayores suelen ser proveedoras dentro de sus familias, y que otros factores como vivir solas, no tener una pensión o recibir montos bajos, así como enfrentar aumentos en los gastos médicos o medicamentos, también influyen en su situación.
Según el informe de la UCR, la cantidad de personas de 65 o más en pobreza aumentó en 84.627, al pasar de 104.746 en el 2015, a 189.373 en el 2022. Como porcentaje del total de adultos mayores también se percibe un incremento de 2,9 puntos porcentuales, pues el indicador de pobreza en esta población pasó de 23,8% al 26,7%, en siete años.
Abandono
Emiliana Rivera Meza, de la UCR, resaltó que la cantidad de personas mayores que sufren abandono también ha ido en aumento, debido a las dificultades que enfrentan algunas familias para atender a sus parientes, incluyendo a las personas mayores de 65 años.
Hasta julio del 2023, el Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam) registró un total de 1.027 adultos mayores que reciben un subsidio en la modalidad de abandono o situación de calle. En el 2020, la cifra era menor, de 795, aunque el dato más reciente se redujo ligeramente en comparación con los 1.169 casos del 2022.
Emilia Mora Campos, directora ejecutiva de Conapam, comentó que el abandono de las personas mayores se debe a diferentes elementos de la dinámica familiar, por lo que no se puede atribuir únicamente a una situación económica.
“Tenemos personas mayores que son víctimas de violencia intrafamiliar. En algunos casos, su principal apoyo también es una persona mayor que no puede brindarles cuidado. También hay personas mayores que no tienen familiares, por ejemplo, que no tienen hijos, y personas cuya red de apoyo se encuentra en situación de pobreza”, explicó Mora.
Según el estudio de la UCR, la relación de dependencia, es decir, la cantidad de personas mayores que dependen de la población de 15 a 64 años, aumentó de 11 por cada 100 personas en edad de trabajar, en el 2010, a 20 por cada 100 en el año anterior, debido al rápido envejecimiento de la población.
Impacto en la calidad de vida
La vulnerabilidad económica de las personas de 65 y más se traduce en un empeoramiento de su calidad de vida en una etapa en la que mantenerse saludables es fundamental.
La directora de Programas Gerontológicos de Ageco, Isela Corrales, explicó que este deterioro se traduce en situaciones que inciden negativamente en la salud física, emocional y social del individuo.
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Factores como la desnutrición, la disminución de la autoestima y el deterioro generalizado del estado de salud conducen a un envejecimiento prematuro.
Corrales añadió que, si bien existen iniciativas estatales de asistencia, como la Red de Cuido, el acceso a ellas es limitado para la población.
En el ámbito local, el informe destacó que tanto los hombres como las mujeres mayores tienen menos años de vida saludable, pero esta situación se observa especialmente en las mujeres mayores de 65 años debido a factores como desigualdades socioeconómicas, niveles educativos más bajos y barreras históricas en el acceso y la participación en el mercado laboral.