El costo de la canasta básica de alimentos empezó a desacelerarse desde agosto anterior, pero no al mismo ritmo que lo hace la inflación general.
Hasta febrero del año pasado, la brecha en la variación interanual entre los dos indicadores era prácticamente inexistente, ya que caminaban a un ritmo similar. No obstante, esa diferencia se acrecentó con el paso de los meses.
Aunque desde agosto el costo de la canasta básica de alimentos y la inflación, ambos calculados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), iniciaron un proceso de desaceleración (sigue creciendo, pero a menor intensidad), el ritmo de crecimiento es distinto.
En febrero, el costo de la canasta básica alimentaria aumentó 15,6% respecto al mismo mes del año anterior, tras alcanzar en agosto un máximo histórico interanual de 24,1% desde que se inició su medición en enero del 2011. Desde entonces, el indicador registró una caída de un 35% hasta su valor actual.
Por otro lado, el índice de precios al consumidor (IPC) se ubicó en 5,58% para febrero, en comparación con el 7,65% de enero. Este indicador también alcanzó un techo de 12,13% en agosto anterior antes de empezar a desacelerarse; en esos cinco meses disminuyó en 54%.
Algunos alimentos muestran comportamientos diferentes en sus aumentos. Por un lado, el costo de comprar tubérculos y raíces, entre ellos la papa, subió un 51,71% en los últimos 12 meses; los huevos mantienen una tendencia al alza con un incremento del 41,95%; mientras que las grasas, como el aceite, margarina y natilla, subieron 31%.
En tanto, carnes como la de res o el pollo, así como el pescado, han desacelerado a un ritmo más pronunciado. Estas dos últimas alcanzaron una variación interanual para febrero que se ubicó por debajo del 5,58% en el que se ubicó la inflación. Por ejemplo, la res incrementó en un 8,53%, mientras que el pollo en 3,11% y el pescado en 2,39%.
Esta canasta, según define el INEC, es un conjunto de alimentos expresados en cantidades que permiten satisfacer las necesidades de energía o calorías diarias de un individuo promedio y es la que se utiliza como referencia para medir la pobreza.
El costo de estos alimentos básicos, donde se integran 14 grupos diferentes de productos, sumado a un monto adicional para cubrir otras necesidades básicas, forman lo que se conoce como la línea de la pobreza. Aquellos hogares cuyos ingresos no les alcanzan para cubrir ese monto se consideran pobres.
Mientras que las familias a las que sus ingresos no les permiten ni siquiera costear la canasta básica son las que se ubican en el nivel de extrema pobreza. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Hogares del INEC, efectuada en julio pasado, 110.631 hogares viven bajo esta condición.
Para febrero de este año, el costo mensual de la canasta básica de alimentos alcanzó los ¢60.449, con lo que es ¢8.179 más cara que el mismo mes del 2022 y ¢11.526 más costosa que hace dos años. Pese a que en la comparativa interanual se ha desacelerado el crecimiento, el precio del grupo de alimentos subió ¢277 si se toma como referencia la cifra de agosto, cuando alcanzó una variación interanual histórica.
Bajo este panorama, una familia de cuatro miembros debe destinar ¢32.716 más que hace un año para poder satisfacer sus necesidades alimenticias, ya que en febrero del 2022 requería de ¢209.080 para comprar esos productos y ahora tiene que destinar ¢241.796 mensuales, lo que implica mayores dificultades para acceder a esos alimentos, sobre todo para aquellos con menos recursos.
Esto porque las poblaciones más vulnerables tienen que destinar un mayor porcentaje de sus ingresos en la compra de los productos alimenticios cuando los costos son más altos, en comparación a la realidad de otros sectores de la población, según la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Arrastran secuelas
Desde el 2021, la mayoría de sectores que producen alimentos han tenido que sortear aumentos en los costos de producción, como consecuencia de los incrementos en bienes que forman parte de sus cadenas de producción, sobre todo en materias primas e insumos. Todo esto se refleja en los precios al consumidor.
El sector de lácteos sufrió incrementos importantes en fertilizantes, el maíz y la soya, según indicó la Cámara Nacional de Productores de Leche (CNPL). De acuerdo con esa entidad, los productores han experimentado una escalada sostenida en sus costos, lo que generó una contracción en la tasa de crecimiento de la producción de leche en todo el país.
A esta situación se le unieron otros factores como los embates de los fenómenos El Niño y La Niña, así como el impacto de la crisis de contenedores y la guerra en Ucrania. Ivannia Quesada, presidenta de la Cámara, manifestó que procuran que esta merma temporal en la capacidad productiva del sector lácteo nacional afecte lo menos posible a los consumidores.
Por otro lado, a finales de enero anterior, la Cámara de Avicultores de Costa Rica (Canavi) y productores consultados por La Nación reconocieron que el precio del huevo registra una tendencia al alza desde hace meses debido a factores como una producción relativamente baja en un periodo de alta demanda.
Luis Mesalles, economista y gerente de La Yema Dorada, había mencionado también que los precios en 2021 y 2022 fueron relativamente bajos para el sector, en momentos cuando la producción se encareció por el aumento de materias primas como el maíz y la soja, así como de materiales de empaque y combustibles, lo que provocó la salida de productores.
Además, el alza en los precios también está relacionada con una distorsión de mercado y de la producción provocada por el CNP, según Cardoza. La institución entregaba, en años anteriores, huevos en las canastas dadas a escuelas y colegios. Esto impulsó a nuevos productores a incursionar en el negocio, sin embargo han terminado por ir retirándose del mercado.
En el sector de carnes bovinas, el director ejecutivo de la Corporación Ganadera (Corfoga), Luis Diego Obando, también reconoció que, aunque los precios de la res han desacelerado en las últimas semanas, todavía se mantienen más altos en comparación con años anteriores.
“Todavía se siente el impacto de los insumos agropecuarios, desde fertilizantes hasta vitaminas, minerales, etcétera, para la producción. Están muchísimo más caros que antes y eso influye en los costos de producción”, comentó Obando.
Por otro lado, Mario Montero, vicepresidente de la Cámara Costarricense de la Industria Alimentaria (Cacia), manifestó que lo que sucede en la coyuntura internacional, así como factores propios del país como la caída del tipo de cambio y los aumentos en las tasas de interés, tienen implicaciones sobre la economía interna, que se reflejan de manera directa en los precios.
El vicepresidente de Cacia aseguró que la posibilidad de pensar en reducción de precios hacia lo interno de la economía no es imposible o remota, pero sí es de esperar que suceda mucho más lento en algunos productos.