
Nueva York (AFP). Conquistando Cadbury contra viento y marea, la directora ejecutiva de Kraft Foods, Irene Rosenfeld, una de las dos únicas mujeres que dirigen empresas que integran el Dow Jones, muestra su agudo sentido de la competencia y la ambición de quien de pequeña soñaba con ser presidenta de Estados Unidos.
Al cabo de una batalla de varios meses, durante la cual debió convencer a accionistas y dirigentes de Cadbury al principio muy reticentes y combatir la resistencia de sus propios accionistas, principalmente al multimillonario Warren Buffett, Irene Rosenfeld logró echar mano al célebre confitero británico.
Rosenfeld cuenta con 26 años en la industria agroalimentaria y más de 20 como parte del gigante de los snacks y platos preparados, que le permitieron llegar a la cima.
Luego de un breve pasaje por la dirección de Frito-Lay, una división de Pepsico, entre 2004 y 2006, vuelve en 2006 a Kraft como directora general, obteniendo el cargo de presidenta del consejo de administración en 2007 luego de la separación del grupo de su ex casa matriz, Altria.
A los 56 años, con 46.000 empleados bajo su dirección, se coloca en sexto lugar en la clasificación de las 100 mujeres más poderosas del mundo, según la revista Forbes. Es una de las dos únicas mujeres que dirigen una de las 30 empresas que integran el índice el Dow Jones de la bolsa de Nueva York. La otra es Ellen Kullman, presidenta ejecutiva de Dupont.
Titular de un doctorado en marketing y una licenciatura en psicología de la prestigiosa universidad de Cornell, Rosenfeld comenzó su carrera en la investigación sobre el consumo y mantuvo una inclinación por los productos y los hábitos de los consumidores.
Enemiga de los gastos superfluos, ella ve en la adquisición de Cadbury la perspectiva de sinergias y de un ahorro adicional en gastos de funcionamiento, distribución y publicidad.
Castaña de cabellos cortos, pecas y una amplia sonrisa, Rosenfeld proviene de una familia judía de Long Island, en las afueras de Nueva York, es casada y madre de dos hijas.