En el siglo XVI vivió un banquero y comerciante inglés llamado Tomás Gresham. En su nombre se bautizó la llamada "ley de Gresham", la cual dice que, cuando en un sistema existen dos monedas, una buena, esto es, con un valor estable, y otra mala, esto es, con tendencia a devaluarse, la gente paga con la moneda mala y atesora la moneda buena, de manera que la mala saca de circulación a la buena. En efecto, si tuviéramos desconfianza en el colón, tenderíamos a guardar la otra moneda de circulación nacional -el dólar- y haríamos nuestros pagos en colones, lo cual ya vimos ocurrir en los ochentas.
Herberth Simon, Premio Nobel en Economía por trabajos realizados sobre la inteligencia y la acción humanas, aplicó metafóricamente la "ley de Gresham" para señalar que, cuando nos enfrentamos con la distribución del tiempo que dedicamos a los asuntos que tenemos que hacer, los asuntos estructurados sacan de nuestra atención a los no estructurados. Un asunto estructurado es aquel para cuyo enfrentamiento conozco los pasos que hay que dar. Por ejemplo, si tenemos que ir al súper a comprar abarrotes, hacemos una lista, escogemos un día y hora, nos trasladamos ahí, hacemos un recorrido ordenado a través de las góndolas, pagamos, le pedimos a un chico que nos lleve las bolsas, regresamos a casa, ponemos en la refrigeradora los productos perecederos y en la despensa los no perecederos&...; Como se ve, la actividad de ir de compras es estructurada. En cambio, reunirnos con unos amigos para que opinen sobre algunas ideas que hemos venido madurando es una actividad no estructurada. Hay que poner en blanco y negro las ideas, hay que decidir cuándo y dónde, hay que consultarles si les va bien esa fecha, hora y lugar, hay que tener fecha alternativa para el caso de que alguien no pueda. Por esa razón, nunca tenemos que pasar por el súper diciendo "un día de estos pasaré por aquí" y sí nos ocurre con frecuencia encontrarnos con los amigos y decirles "hace días que pienso pedirte que nos sentemos a hablar de unas ideas que quisiera consultarte". Las actividades estructuradas le quitan tiempo y energía a las actividades no estructuradas. Por eso, en las empresas no hay tiempo para revisar el rumbo, para formular planes, para preguntarse con detenimiento cómo nos está yendo y hacia dónde deberíamos apuntar. En cambio, siempre se firman cheques, se conversa con proveedores, se atienden clientes, se hace gestiones fuera de la empresa.
Dice Simon que los asuntos estructurados siempre tienen "abogados" que nos impiden postergarlos. El padre que está conversando con su hijo sobre su rendimiento escolar -actividad no estructurada- y a quien su esposa le muestra el aviso de que mañana vence la tarjeta de crédito, interrumpe la atención o la reunión con el hijo. La secretaria que se asoma por la puerta y con sus gestos nos dice que hay que firmar unas cartas, nos saca de la concentración con la que estábamos pensando en las ventajas competitivas de nuestra empresa.
Todo ente de acción -gobierno, empresa, asociación o persona física- necesita hacer altos en el camino para examinar por dónde va y hacia dónde quiere dirigirse. El alto en el camino es un paréntesis en la rutina . Se trata de separar en la empresa un día al mes para que, junto con cuatro o cinco ejecutivos de nivel, nos dediquemos a pensar y a tomar nota de los asuntos no estructurados. En la vida privada, el alto en el camino puede tomar la forma de un día feriado en el que ni leemos periódicos ni vemos tele, sino que, recluidos en un rincón agradable, con unas hojas para hacer apuntes, preparamos una lista de las cosas que nos parece muy importante realizar y que venimos posponiendo hace tanto. El tiempo tiene esa rara capacidad de fluir sin hacer ruido. El alto en el camino podría evitarnos sorpresas desagradables.