La pesca ilegal amenaza no solo los ecosistemas y las especies, sino también las economías locales de las distintas zonas costeras.
El Instituto Costarricense de Pesca dice tener detectada al menos a 1.200 personas dedicadas a estas prácticas, a la vez que admite carecer de recursos para endurecer controles y sanciones.
Estos pescadores laboran sin permisos, utilizan técnicas que ‘arrasan’ con todo lo que se encuentren a su paso e irrespetan los períodos de veda.
Lo anterior reduce la cantidad de especies, lo cual amenaza y perjudica formas sostenibles de pesca y el turismo deportivo.
Tal problema se ha convertido en una constante en zonas como Barra del Colorado, en el Caribe, Puntarenas y Guanacaste.
Quienes trabajan en la ilegalidad utilizan el trasmayo, que consiste en tres redes, cuyos bordes son arrastrados por barcos o bien se dejan colgando de boyas para que las empuje la corriente.
El biólogo del Servicio Nacional de Guardacostas, Mauricio Rodríguez, explicó que las mayas capturan todo a su paso de forma masiva y nada selectiva.
Además, según denunció el biólogo que labora en Barra del Colorado, el trasmayo se practica en zonas prohibidas, como las desembocaduras de los ríos.
En Barra del Colorado se detectan al menos 30 trasmayos al mes.
Por su parte, el presidente de la Cámara de Turismo de Guanacaste (Caturgua), Hubert Gysemans, denunció la pesca con longliners en las costas de dicha provincia.
Se trata de buques de pesca que emplean palangres.
“Usan enormes redes, matan gran cantidad de especies marinas. Esas acciones atentan contra la reproducción de peces como el pez vela y marlin”, detalló Gysemans.
Afectación. Tanto en el Caribe como en el Pacífico la pesca recreativa se ve golpeada por este tipo de prácticas.
En Guanacaste, por ejemplo, según datos de la Caturgua, unas 7.000 personas se encuentran vinculadas a dicha actividad ,ya sea como guías de los visitantes, alquiler de botes, transportistas y servicios de alojamiento, entre otras áreas.
En Barra del Colorado las especies afectadas son los sábalos y los róbalos, presas predilectas para los amantes de la pesca deportiva.
Este tipo de pesca es impulsada por las autoridades nacionales y concebida por las distintas comunidades como una nueva forma de generar ganancias.
Entre sus ventajas se destaca que es de conservación, es decir, que el pez se devuelve al mar luego de ser atrapado.
Se estima que un pez vela vivo puede llegar a representar hasta ¢450.000 por el efecto cadena (pago de las cabinas, el guía, por ejemplo); mientras que el precio de uno muerto apenas alcanza los ¢8.000.
“Los visitantes que llegan a Costa Rica en busca de pesca recreativa gastan el 80% del tiempo de la estadía en esa actividad”, manifestó Gysemans.
Mientras, a Barra del Colorado acuden turistas de Alemania y Estados Unidos para pasar un fin de semana de pesca.