“Comenzó construcción de Intel”, así tituló La Nación en su edición del 25 de abril de 1997 el inicio de los trabajos en La Ribera de Belén, para que esta firma líder mundial en la fabricación de microchips se instalara por primera vez en Costa Rica. A partir de ese momento comenzó una travesía que de casi 27 años, marcada por altos y bajos.
Meses antes, en noviembre del 1996, la empresa tecnológica dio a conocer a todo el mundo que eligió a Costa Rica para establecer una planta de alta tecnología. En un artículo titulado “Millonaria inversión tecnológica”, La Nación informó que el capital involucrado oscilaba entre los $300 millones y los $500 millones.
En ese entonces, la cifra colonizada ascendía a entre ¢43.000 millones y ¢108.000 millones, hasta ese momento, la inversión más grande de una sola empresa en Costa Rica. El proyecto inicial preveía la construcción de una planta de 60.000 metros cuadrados en La Ribera de Belén.
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“Estará ubicada en La Ribera de Belén, muy cerca del aeropuerto Juan Santamaría, y generará, en su primera etapa, unos 2.000 empleos para costarricenses (400 de los cuales serán ingenieros) y en cinco años la cifra llegará a 3.500″, se informó en ese entonces.
Anteriormente, la inversión extranjera más grande que se había registrado en el área de alta tecnología, fue la que hizo la compañía DSC Communications. Según el artículo, del 14 de noviembre de 1996, la firma invirtió $15 millones en su planta de producción, en la Zona Franca Metropolitana, ubicada en Heredia.
La fábrica de ensamblaje de chips inició operaciones el 17 de abril de 1998, un año después de iniciar la construcción de la planta de producción. En una nota bajo el título “Economía costarricense a ritmo de Intel”, se explicó que, con su instalación, la empresa cambió el modelo exportador de Costa Rica, dominado tradicionalmente por el café, el banano y el turismo.
En 1999, los microcircuitos ocuparon el 40% del total de las exportaciones y la empresa aportó más del 4% del PIB de Costa Rica. Un año después, en el 2000, el país sufrió las consecuencias de un cambio en la línea de producción, que provocó un descenso importante en las exportaciones y una reducción en el PIB hasta el 1,5%.
Además de la planta de ensamblaje, la compañía estadounidense también incorporó en el camino el Centro de Servicios Corporativos y su área de diseño e investigación a las operaciones en Costa Rica.
Salida y regreso
En abril del 2014, surgió una noticia que sembró gran incertidumbre desde el puntos de vista de la productividad y el empleo. En artículo titulado “Intel anuncia oficialmente el cierre de la planta de manufactura en Costa Rica”, la empresa tecnológica confirmó que iba a reducir operaciones en los seis meses siguientes, y que iba a cerrar la planta a fines de ese año.
“Después de un extenso análisis, la compañía ha concluido que la mejor solución de largo plazo para maximizar la eficiencia y la efectividad operacional a nivel mundial es cerrar sus operaciones de Ensamblaje y Prueba en Costa Rica”, enfatizó la firma.
Pese a la salida de la planta de ensamblaje, en el 2014, la firma multinacional mantuvo en el país los centros de Servicios Globales y de Desarrollo de Ingeniería. Y su huella fue cada vez mayor con los años, pues la firma Consejos Económicos y Financieros S. A. (Cefsa), cuantificó en más de 6% el aporte de la multinacional al PIB real del país, entre el periodo del 2005 al 2011.
Pero así como sorprendió la salida de la manufactura de Intel, lo hizo su regreso. Tras siete años fuera de Costa Rica, la multinacional anunció, el 10 de diciembre del 2020, la reapertura de operaciones de ensamble y prueba. Meses después, a mediados del 2021, la firma anunció que iba a ampliar su inversión en el país a los $600 millones, desde los $350 millones anunciados previamente.
Según el último anuncio que la corporación hizo en agosto pasado, hay 3.700 personas colaboradoras en Intel Costa Rica. En los últimos dos años han contratado a 1.700 trabajadores. Recientemente, también informó que se presupuestó una inversión de $1.200 millones para sus operaciones en el país, en los próximos años.
De esta forma, Intel mantiene en marcha su fábrica de ensamble en Costa Rica, luego de una larga travesía de altos y bajos, que está por cumplir 27 años desde que la compañía tecnológica estadounidense anunció sus intenciones de instalarse en el país en noviembre de 1996.