Descubierta en Puerto Rico, allá por los años 30 del siglo pasado, la acerola es una fruta prácticamente desconocida, aunque es materia prima idónea para elaboración de refrescos, jaleas y mermeladas, productos que desde hace siete años comercializan un grupo de mujeres en la zona rural de Puriscal.
Aunque su nombre no provoca asociarla con una fruta, este producto tropical empezó a tomar auge en Brasil, Cuba y Florida y Hawaii, en los Estados Unidos, para luego ampliar su presencia en México, Colombia, Haití, Perú, Ecuador, Venezuela y algunos países de África, según una investigación del Instituto Nacional de Innovación y Transferencia en Tecnología Agropecuaria (INTA), publicada en 2007 y actualizada en 2016.
Similar a una cereza pero con sabor a varias frutas, es la descripción resumida que brinda María Elena García Marín, presidenta de la Asociación de Mujeres Exitosas de Pedernal (AMEP).
Es conocida como cereza de Barbados y su característica principal es que contiene un alto contenido de vitamina C, hasta 20 veces más que la naranja, explicó a La Nación, Iván Calvo Villegas, autor del estudio sobre la fruta cuando era investigador del Inta, ahora ya retirado. También es rica en vitamina A, hierro y calcio, añade.
Es familia del nance y la pitanga, explicó Calvo quien se dedicó a la investigación del fruto, por varios años, con muestras importadas desde Brasil y sembradas en el centro experimental del INTA, en Alajuela. La acerola es un cultivo de clima caliente y se desarrolla entre los 50 y 800 metros sobre el nivel del mar.
Mujeres de Pedernal tras el éxito
La AMEP se fundó en 2012 con 45 miembros, actualmente son 16. Lograron a través del INTA capacitarse en el Instituto Tecnológico de Costa Rica para el procesamiento de la fruta.
Luego vino en simultáneo el aprendizaje en contabilidad, mientras se enfrentaban con temor a manipular equipos semi industriales. “De ser agricultoras a pasar a la agroindustria, fue un paso muy importante”, asegura doña María Elena, quien no logró completar la secundaria por buscar una fuente de ingresos desde muy jóven, explicó.
Posteriormente gestionaron una transferencia no reembolsable a través del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), que tramitaron tres mujeres, dos de ellas, Celia Díaz y Rosa Montero, ambas de la tercera edad y Carmelina Fernández, ya fallecida. “Si no fuera por ellas no existiríamos”, dijo categórica la líder gremial.
De esa manera, desde 2016, empezaron a procesar la fruta en su propia planta que a la vez es centro de acopio, comercializándola como pulpa fresca Las jaleas y mermeladas.
Además en refrescos combinan la acerola con piña, guanabana, maracuyá, fresa, tomate y guayaba. Al portafolio se suma, la elaboración de vinos de acerola y mora, este último en proceso de registro.
Doña María Elena, de 56 años, resiente que no se logre dar a conocer las bondades de la fruta lo que afecta el desempeño del emprendimiento. Las ventas, desde la pandemia por la covid-19 a la fecha, se realiza a través del perfil de Facebook y en mercadeo de persona a persona. No logran participar en ferias, como cuando empezaron el proyecto.
“Como no es un sabor conocido, la gente no se acerca a probar, llega, observa, revisa y se va. Nos ha costado mucho entrar al mercado”, comentó. Añadió que están auxiliándose de contactos para comercializar los productos en Europa, un mercado donde la acerola tiene aceptación.
Iván Calvo, el especialista de frutas, menciona a la AMEP como referencia en el aprovechamiento de la acerola en Costa Rica, además de un extranjero en Lepanto, Puntarenas.
Él consideró que el mejor uso para su aprovechamiento es la transformación agroindustrial debido a que es un producto de fácil deterioro, por eso recomienda que los cultivos estén a corta distancia de las plantas de procesamiento.
Durante sus investigaciones, Calvo recuerda que promovió el uso de la acerola entre las industrias como insumo natural de vitamina C, pero las respuestas obtenidas fueron que preferían el producto sintético porque significaban menos costos.
De concerje a emprendora
Doña María Elena, originaria de Puriscal es madre de tres hijos, entre los 36 y 23 años, el mayor es policía, otro es ingeniero en Tecnología Informática y el menor, estudiante de enfermería. Conoció a su esposo Edwin Arroyo en La Nación donde ella trabajó como concerje y él como guarda de seguridad, hace 36 años.
Ella migró a San José en busca de una mejora económica y logró empleo en el medio de comunicación. Con la intención de ampliar la familia, luego del nacimiento de su primer hijo, renunció para dedicarse al hogar, y ante la falta de opciones, junto con otras mujeres decidieron fundar la AMEP.
Como representante legal de la Asociación, se encarga de todos los trámites, además de coordinar al grupo de mujeres en la producción en seis parcelas y el procesamiento de la fruta, labores que realizan en partes iguales, asegura.
Cinco mujeres se dedican a la parte de procesamiento y seis a las actividades agrícolas, las demás son señoras de la tercera edad que aunque no están activas en las labores siguen siendo socias.
La AMEP ha recibido apoyo también del Instituto de Desarrollo Rural (Inder), del Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu), el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) y el Consejo Nacional de la Producción (CNP).