Hace poco más de dos años las calles de Barrio Escalante estaban llenas de gente ansiosa por comer en alguno de los restaurantes que ocupaban varias de sus suntuosas casas.
Para entonces, se podían contar unos sesenta o setenta locales comerciales con ofertas gastronómicas que luego se volvieron ícono en este punto de la capital: cerveza, hamburguesas, helados de licor y cocina artesanales, solo por nombrar algunos.
El barrio, colmado de casas que una vez fueron hogar de familias distinguidas, se llenó pronto de parqueos improvisados, festivales gastronómicos y una oferta amplia de comida aunque en algunos casos se le considera sobrevalorada.
Los alquileres pronto comenzaron a elevarse, en algunos casos hasta $27 por metro cuadrado. Un garaje se podía alquilar entre $4.000 y $4.500 al mes, según confirmó uno de los comerciantes de la zona a La Nación, en el 2017.
En medio de un panorama boyante y proyectándose como “la zona rosa” de San José, el Barrio comenzó a verse sumido en un ritmo de crecimiento que no podía mantener en una economía en desaceleración.
Hoy, pese a que la oferta gastronómica se ha casi triplicado, de acuerdo con información de los propietarios de la zona, el ritmo del Barrio y la afluencia de gente no es la misma.
Factores de peso
El hecho de que la zona esté teniendo menos visitantes no es casualidad. Uno de los hechos que más peso tienen sobre la situación, según los restauranteros, es que las personas han cambiado sus patrones de consumo por la situación del país.
Eddy Fernández, gerente del restaurante Lupulus, que abrió sus puertas hace más de dos años, explicó que la situación económica es lo que más les ha afectado.
“A la gente le da miedo salir y gastar. Han pasado tantas cosas este año, con el tema de huelgas, impuestos y cambios, hay mucha incertidumbre y la gente no se siente segura de gastar”, admitió Fernández.
Según este comerciante, eso le juega particularmente en contra al Barrio por varios motivos; sobre todo por la percepción que tienen las personas de que Escalante es un lugar muy caro.
“Cuando entramos acá los restaurantes eran caros y la gente hoy mantiene la idea de que, en efecto, Escalante es absurdamente caro. Algunos lugares sí lo son y lo valen, y hay otros que lo son y no tienen tan buena calidad para el precio que manejan”, admitió Fernández.
Él explicó que, dado que el Barrio crecía demasiado rápido, los restaurantes asumieron inversiones costosas y costos fijos muy altos, que terminaron trasladando a los clientes.
Ante esta situación, Lupulus bajó los precios, negoció con proveedores y trabajó en mejorar la estructura de costos para ofrecer buenos productos, a precio más bajo, acordes al resto del mercado.
“Este año la rotación de mesas ha bajado 30% o 40%. La venta final por día ha caído mucho”, admitió Fernández.
Otro hecho que afectó fue la oferta disponible.
Los restauranteros coinciden en que llegó un momento en el que todos vendían lo mismo. Los negocios que se instalaron después del boom comenzaron a ofrecer lo mismo que los restaurantes ya posicionados y eso perjudicó la imagen del Barrio y la calidad de la oferta.
Jorge López, propietario del restaurante Agüizotes, asegura que Escalante tenía una oferta superior a la que podría cubrir, lo que llevó a que algunos restaurantes cerraran.
“Ya no hay tantos lugares de cerveza y hamburguesa, se está tratando de que haya más gastronomía especializada”, admitió.
A esto se le suma la incursión de mercados gastronómicos y nuevos servicios de entregas.
López comentó que en su caso las plataformas de servicio como Glovo o Uber Eats, han afectado su negocio.
“Es parte de los cambios de consumo. La gente piensa que ahorra más si se queda en la casa y pide comida”, comentó.
Diego Castro, propietario del restaurante Impar, que cerró sus puertas este año, admitió que tuvieron problemas de precios, estilo de platos y estrategias.
Sin embargo, que llegara una oferta de gastronomía fuera de Escalante a precios más bajos influyó también en el cierre.
“Costa Rica se llenó de mercaditos. Se crearon muchísimos ambientes y eso es bueno, pero eso sí golpeó muchísimo a Escalante”, comentó el expropietario.
Para los restauranteros las inversiones de los mercaditos son muy altas, pero tienen costos fijos más bajos de los que puede tener un restaurante en esta zona.
A la situación se le suman los propios problemas del barrio, como la falta de parqueos y la inseguridad.
Castro asegura que el Barrio se volvió menos seguro y los problemas de parqueo afectaron su negocio.
Transformación
Uno de los principales puntos de la transformación se da en la ocupación del Barrio Escalante. Más vecinos están vendiendo las casas y los espacios se están ocupando de forma distinta.
Jorge López explicó que ahora la tendencia es dividir una sola casa del barrio – que son usualmente grandes – en varios espacios. De esta forma un grupo de restauranteros se divide una misma propiedad y entre todos comparten los costos fijos del inmueble.
La oferta también está cambiando. Al Barrio han llegado restaurantes con inversiones muy grandes y comida muy diferente a lo que hay.
En un breve recorrido por las calles se pueden observar al menos tres restaurantes nuevos de comida asiática y oriental, diferente a la oferta tradicional del barrio.
La zona se está reacomodando además a sus nuevos inquilinos. En el barrio se construyen al menos cuatro desarrollos inmobiliarios de vivienda y uso mixto, un público al que le apuestan los empresarios para levantar el negocio. Solo uno de los desarrollos alberga 200 apartamentos.
El barrio también se está llenando de tiendas y otros negocios que pretenden darle un nuevo enfoque a las calles que eran referencia de la gastronomía local.
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Entre tanto, los vecinos y comerciantes se están organizando para crear una cámara de comercio que incluya las librerías, tiendas y los edificios que lo integran.
“Vamos a dejar de vernos como un barrio de restaurantes y vamos a pasar a ser un destino”, admitió López.
Según Randall Fernández, gerente de Colliers, las ventas y alquiler para reformar se han incrementado, lo que podría implicar que más vecinos están saliendo del barrio; pero aún así sigue siendo –afirma– un subcono urbano de atracción, aunque admite que los precios de los inmuebles ya no son como antes.
“Toda la gente de las construcciones aledañas va a necesitar servicios, médicos, educación y todas las cosas accesorias que un desarrollo necesita. Vamos a ver un barrio mezclado, que no solo sea la parte gastronómica”, explicó.