Café, tapa dulce, maderas o flores, cebada, lúpulo y levadura. En el país, tres negocios viven de vender mixturas similares y otros cinco están a punto de hacerlo.
De espalda a componentes y artimañas artificiales, escépticos de la producción para consumo masivo, ellos lo apuestan todo por la cerveza “viva” o artesanal.
Eso, a pesar de que deban importar la materia prima (lúpulos, levadura y cebada), vencer engorrosos tramites para registrarse y, además, educar a un público acostumbrado a lo comercial.
Treintaycinco, Calle Cimarrona, PerroVida, Pezuña negra y Perra Hermosa, son esas empresas a pocos pasos de consolidarse.
Hasta hoy, la única con permisos para distribuir algunas de sus marcas – como Segua, Libertas y cervezas de temporada– es la pionera cartaginesa Costa Rica Craft Brewing, vigente desde el 2010.
Otros, como los restaurante-cervecerías Volcano Brewing (Arenal) y Bribri Springs (Caribe) solo pueden vender en sus sedes.
Vera Quirós, funcionaria del Ministerio de Salud, informó de que para arrancar con la empresa, se debe obtener un permiso de funcionamiento, y adquirir (por unos ¢50.000) el registro sanitario de cada cerveza. Esos registros deben renovarse cada cinco años.
Panorama. Los fabricantes insisten: “aquí hay mercado de sobra”. Incluso la consolidada Costa Rica Craft Brewing, capaz de elaborar entre 10.000 y 12.000 litros al mes, tiene problemas para surtir a sus más de cien clientes fijos. Y, aunque hace un año duplicó capacidad de producción, acumula cerca de 50 nuevas solicitudes.
La lista de espera existe y crece también para Treintaycinco (Escazú), que planea arrancar con 4.000 litros al mes, y Calle Cimarrona (Los Yoses), que iniciará su producción con 600 a 800 litros.
Los nuevos cerveceros alardean su exclusividad a la hora de vender sus “obras”, las cuales caerán, embotelladas o en barril, en mostradores de bares y restaurantes.
Los clientes deben apreciar calidad y sabor, y estar anuentes a pagar entre ¢2.000 y ¢3.000 por unidad (doble o triple de lo que cuesta una cerveza comercial)
Pero Costa Rica está “muy cómoda” con el sabor de esas cervezas tipo lager y pilsener. Los nuevos cerveceros coinciden en que la tendencia artesanal es un gusto que importan, sobre todo, los estadounidenses o los ticos que viajan.
Prueba de ello es Calle Cimarrona, la única de las iniciativas 100% de costarricenses (son dos hermanos veinteañeros). El resto es de extranjeros, de entre 30 y 40 años, muchos habituados a hacer su ‘birra’.
“Aquí hay que empezar por educar. Pocos saben que es posible hacer cerveza, incluso, muchos creen que es ilegal. No crece materia prima (todo se importa)”, explicaron Esteban y Federico Zamora, de Calle Cimarrona.
Para Peter Gilman, copropietario de Costa Rica Craft Brewing, e Ignacio Castro, de Treintaycinco, esa no es excusa para dejar de elaborar recetas ticas auténticas, cuya versatilidad es el atractivo vital.
En fábricas como las suyas aprovechan materia orgánica variada como cas, miel o cacao, para dar un amplio rango de sabores.
Aunque la idea de negocio nace de mentes foráneas, Luis Arce, dueño de la tienda de insumos Ticobirra, dijo que el 95% de sus clientes son ticos que fabrican en casa para consumo propio; solo el 5% (en su mayoría extranjeros) tiene su empresa.