Corría 1985 y Óscar Ramírez decidió, a sus 24 años, que era hora de iniciar un emprendimiento. Entonces, quiso ofrecer una alternativa con aisladores plásticos para las conexiones eléctricas de las casas. En esa época solo se usaban las de cerámica.
Inició en una cochera lo que hoy es ElectroPlast, una firma suplidora de unos 150 productos de plástico de inyección, entre cuyos compradores están 15 multinacionales, en especial del sector de equipo médico.
ElectroPlast se mantiene hoy como una empresa familiar (Ramírez es dueño único), en un sector que ha sido golpeado de diversas maneras, como lo es el del plástico.
La compañía espera este 2021 trasladarse a sus nuevas instalaciones, en La Ceiba, Orotina. En el mediano plazo, y con esas instalaciones, pretende duplicar la capacidad operativa actual.
Actualmente, ElectroPlast brinda empleo a 220 personas, un número con posibilidades de crecer con el traslado a las nuevas instalaciones.
LEA MÁS: Reto del clúster médico es llevar empresas fuera de la GAM
La industria del plástico tradicional se mantiene golpeada por la alta competencia y por políticas locales y de otros países. Pero hay mercado en otros productos no tradicionales, como lo demuestra el giro de negocio de ElectroPlast.
La Promotora del Comercio Exterior (Procomer) informa en su portal estadístico que la exportación de artículos de plástico para el envasado cayó sostenidamente en los últimos años.
El país percibió por la exportación de este tipo de producto $116 millones en el 2015, monto que se redujo a $93 millones en el 2019 y a $92 millones el año pasado.
Al contrario, el producto de la categoría “otras manufacturas de plástico” pasó de generar $72 millones en el 2016 a $95 millones el año pasado.
Una dura cuesta
El comienzo de lo que hoy es ElectroPlast estuvo lleno de dificultades. Ramírez consiguió una máquina manual y obsoleta que le regaló un familiar pues ésta estaba en abandono, explicó Diego Vicente, sobrino del emprendedor y actual gerente general de ElectroPlast.
Con ese equipo comenzó a trabajar por las noches en una cochera para moldear piezas plásticas, pues durante el día salía a vender de puerta en puerta a las ferreterías.
LEA MÁS: Empresas exportadoras pueden fortalecer su cadena logística en el entorno de la pandemia
Un tiempo después del difícil comienzo de 1985, el empresario logra un avance. Se asocia con un inversionista, Hernán Echeverría, que aporta capital para comprar las primeras dos máquinas automáticas. Entonces, alquilan una pequeña bodega en la Uruca, donde oficialmente nace la compañía.
Hacia la mitad de la década de los años noventa, Ramírez entiende que se deben buscar nuevas negocios con posibilidades de éxitos futuros, pues la industria tradicional del plástico comienza a flaquear en el país. En aquel momento toca la puerta de la primera multinacional del sector de equipo médico que se estableció en Costa Rica: Baxter Healthcare.
La compañía costarricense debía certificarse en ISO 9001, en tiempos donde en el país existían únicamente dos multinacionales con dicha certificación, para convertirse en proveedor de Baxter.
En 1997, finalmente y luego de superar auditorías tanto del ente certificador como también de la propia empresa, le dieron a Electroplast el visto bueno para ser incluida como suplidora.
Fue entonces que claramente quedó en firme le necesidad de explorar el nicho de mercado de dispositivos médicos, como el de más promisorio crecimiento en el país, aún cuando en ese momento solo una empresa del sector estuviese en suelo nacional.
Por tanto, adecúan la empresa para cumplir con los estándares de estas ecompañías, con el fin de lograr más encadenamientos, dijo Vicente.
No solo para quedarse como proveedor de Baxter sino también para añadir a otras 14 multinacionales, la empresa local realizó fuertes inversiones en terreno, infraestructura, y sobre todo en equipos de última tecnología y recurso humano altamente preparado.
En 1997, la empresa tenía 12 personas, para el 2010 había llegado a 70 colaboradores y hoy son 220 los trabajadores, explicó Vicente.