Patricia Mora y José Pablo Sánchez se conocieron en actividades deportivas. Ella es atleta y él es organizador de eventos. Decidieron hacer vida en pareja hace 10 años y, desde 2021, también dedicarse a la caficultura como un “trabajo secundario”. Toda la faena cafetera la realizan en “La Tormenta”, finca donde procesan el grano que comercializan.
En una actividad realizada hace una década en el Paseo de los Turistas en Puntarenas, en la que Patricia llegó de espectadora coincidieron y desde entonces siguen de la mano. Ella es atleta de triatlón, un deporte que combina el atletismo, la natación y el ciclismo.
La Tormenta es el hogar de Patricia, donde José Pablo la acompaña los siete días de la semana para preparar el café que luego venderán molido y empacado. Ofrecen 14 variedades, que promocionan a través de redes sociales y ventas en ferias.
El café es producido en dos fincas propiedad de Claudio Mora, el padre de Patricia, quien se dedica a la producción de café de manera tradicional desde 1980.
Bajo la marca La Tormenta, comercializan café de variedades como Pacamara, Catiguá, Geisha, Centroamericano, San Isidro 48 y Villa Sarchí, entre otros.
José Pablo, de 37 años, relata que el hermano de Patricia, también llamado Claudio, impulsó la diversificación de las fincas y la siembra de microlotes con nuevas variedades resistentes a plagas y enfermedades. Sin embargo, debido a la emergencia provocada por la pandemia de la COVID-19, los planes cambiaron y decidieron enfocarse en el esquema de cafés especiales, así fue como la pareja decidió emprender este nuevo proyecto.
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Los cafés especiales incluyen un manejo diferenciado en todo el proceso productivo, principalmente relacionado con el manejo sostenible, lo cual conlleva a destacar el sabor del grano y garantizar que cada cultivo tenga sus particularidades.
Desde ese momento, empezaron a procesar el café como socios y por ahora son los únicos empleados en el emprendimiento.
El café es trasladado desde las fincas por don Claudio. “Él trae el mejor grano recolectado para su hija. Nos aseguramos de obtener un buen grano, separado por cada variedad”, explica José Pablo.
El producto es colocado en el “micro-mini beneficio”, como él mismo lo describe, ubicado en La Tormenta, en la provincia de Heredia. “Entre ella y yo hacemos todo. Lo despulpamos, lo seleccionamos dependiendo del tipo de lavado que haremos, lo ponemos a secar al sol sobre cemento. Luego viene la rotación y la medición de humedad”, explica.
Todas estas actividades son parte de la preparación del grano en pergamino, luego es almacenado y posteriormente, de acuerdo a la programación de ventas, lo llevan a tostar en un proceso que fiscalizan para garantizar el sabor que desean. “Este es nuestro trabajo secundario”, comenta.
Un día de 25 horas
Patricia, de 33 años, dice ser apasionada en todo lo que hace. Su día comienza con el entrenamiento deportivo a las 3 a.m. durante la temporada alta de café. “Me levanto a entrenar y luego voy a sacar el café cuando empieza a salir el solcito, cuando ya no está el sereno de la mañana”, relata. Por la tarde, realiza la actividad inversa: guarda el café y luego dedica tiempo nuevamente a los ejercicios.
Para ella, este es un estilo de vida gratificante. “Ver a mi papá emocionarse literalmente de que su hija pueda seguir la tradición del café, a pesar de que me falta un poco de conocimiento en la parte de agricultura, pero nos ha dado las herramientas para entender el proceso. Es gratificante tanto desde el punto de vista familiar como para tener un estilo de vida saludable”.
Se está preparando para participar en septiembre en una competencia Full Iron Man, la categoría más alta de competencia en el triatlón que se llevará a cabo en Italia, y que incluye 3,8 kilómetros de nado, 180 kilómetros de ciclismo y 42 kilómetros de atletismo.
Patricia es gerente de cuentas en Amazon. “Yo no se como lo logro”, comenta sonriendo.
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La inversión
Los equipos con los que cuentan han sido adquiridos a través de inversión personal, y ahora que están obteniendo las primeras ganancias, están reinvirtiendo en el emprendimiento. “El café ya empezó a venderse solo”, asegura José Pablo.
Al principio, obtenían el café sin pagarlo, lo que les permitió avanzar. La única máquina que tienen, la despulpadora, la adquirieron de segunda mano y han optado por el trabajo manual, lo que les ahorra gastos. “Todo es trabajo de nuestras manos, tiene un precio, pero diay, no lo cobramos. Solo somos los dos, esa es la gracia de nuestro café”, añade.
Debido a todo esto, los cálculos de inversión inicial rondan los ¢500.000, sin embargo, ahora están surgiendo preocupaciones. “Cuatro manos ya no son suficientes, necesitamos más manos o adquirir equipos. Estamos en ese punto de análisis”, comenta.
Para finalizar, José Pablo quiso reconocer el apoyo que han recibido de su suegro en la parte de producción y de su cuñado en los aspectos técnicos desde que el emprendimiento era solo una intención.