Texas
El presidente Donald Trump, prometió reavivar la manufactura en Estados Unidos. Pero hay un sector antes próspero que prevé sufrir una caída en las ventas durante su mandato: el de los fabricantes de armas de fuego.
Los temores a que el gobierno impusiera límites sobre las armas —algunos reales, otros imaginados— provocaron un aumento en la demanda durante la presidencia de Barack Obama, y los fabricantes se esforzaron por seguir el ritmo.
En la década terminada en 2015, el número de empresas estadounidenses con licencia para fabricar armas de fuego creció un llamativo 362%. Pero las ventas han caído y la burbuja parece estar estallando ahora que hay un firme defensor de los derechos de armas en la Casa Blanca y los republicanos controlan el Congreso.
“En realidad, la tendencia casi desde el día o la noche de las elecciones ha sido que las ventas de armas han caído”, señaló Robert Spitzer, presidente del departamento de ciencias políticas en la State University of New York en Cortland.
El cambio de tendencia no se escapa a los empleados de compañías como Battle Rifle Co., una pequeña empresa situada en un discreto centro comercial a las afueras de Houston.
En el escaparate tiene una sección con cajas de armas cortas y paredes llenas de armas largas similares a rifles de asalto. La fábrica y sus ocho empleados, todos veteranos del ejército o las fuerzas de seguridad, están en la parte trasera.
“El presidente Obama fue el mejor comercial de armas que ha visto el mundo jamás”, comentó el director de producción Karl Sorken, veterano del ejército y que se describió como progresista.
Mercado poblado
Hay casi 10.500 fabricantes de armas en EE. UU., muchos de ellos registrados desde 2000, señaló Larry Keane, vicepresidente y asesor legal de la Fundación Nacional de Deportes de Tiro.
Los expertos señalan que muchos se sienten atraídos por las armas largas, debido en parte a que las ventas en esa categoría crecieron cuando en 2004 expiró una prohibición sobre las “armas de asalto” de la era Clinton y las amenazas de los políticos de restringirlas impulsó la demanda.
Al mismo tiempo, los deportes de tiro crecieron en popularidad y los veteranos que regresaban a casa buscaban armas a las que se habían acostumbrado en Irak y Afganistán.
De 2004 a 2013, las ventas de todas las armas cortas —pistolas y revólveres— se multiplicaron casi por cinco, según datos de la industria. Las ventas de rifles se multiplicaron por tres en ese periodo.
Battle Rifle nació en medio de ese auge, fundada en 2010 después de que su fundador, Chris Kurzadkowski, se metiera en el garaje para construirle a su hijo policía un rifle desde cero.
Ahora, su tienda tiene una cómoda zona de estar, un televisor y tipos de café con nombres como AK-47 y Espresso Blend. El trabajo se hace en la parte trasera, donde los empleados, todos varones, combinan el interés por las armas largas, la Segunda Enmienda, la precisión y un aspecto artístico para fabricar de rifles a medida.
Battle vende unos siete por semana. Los precios oscilan de los $700 a los $4.000, dependiente de los accesorios, especificaciones y decoraciones personalizadas. En torno al 60% de sus armas se venden a policías.
“Nuestros antepasados se dieron cuenta de lo que hace la tiranía, y si no tienes una forma de protegerte de la tiranía, entonces te conviertes en un súbdito”, dijo el experto en munición Jamey Spears, que pasó cinco años en las fuerzas de seguridad de Texas hasta que recibió un disparo en una redada de drogas en Dallas. La bala de calibre 45 de punta hueca que pasó por un hueco en su protección sigue alojada junto a su columna, un bulto perceptible que le recuerda lo cerca que estuvo de morir.
“No tengo más que la más sentida adoración por la gente que sirve para que otros puedan estar a salvo”, dijo.
Un motivo para el aumento en el número de fabricantes de estas armas largas, que la industria cataloga como “rifles deportivos modernos”, es que no están protegidos por patentes o marcas comerciales. Eso permite que cualquiera con la licencia federal adecuada pueda fabricarlos.
Otro motivo ha sido una clientela adinerada. La mayoría de los propietarios de estas armas son varones, la mitad con edades entre los 45 y los 64 años, y más de la mitad dice ingresar más de $75.000 al año, según un sondeo de 2013 realizado por la Fundación Nacional de Deportes de Tiro, que representa a los fabricantes de armas.
Daniel Defense, una empresa con sede en Black Creek, Georgia, aprovechó ese crecimiento. Abrió en 2000 fabricando rifles modernos. El año pasado vendió 60.000 armas completas.
Su fundador, Marty Daniel, que tiene unos 310 empleados y va a ampliar a más del doble el tamaño de su fábrica, dijo estar preparado para el descenso en las ventas, que cree durará todo el año. Sin embargo, ve la caída como parte de un ciclo de negocio natural, como ocurre en el mercado de bienes raíces.
“Hay algunos baches de vez en cuando. Y estamos en uno porque Trump resultó elegido”, comentó Daniel, señalando que tampoco es “el fin del mundo”.
En Battle Rifle, Sorken dijo confiar en que la industria seguirá creciendo, aunque no sea al ritmo de los últimos años.
“En este país, la cultura de armas es tan fuerte que no me preocupa que se vaya a ningún sitio”, comentó Sorken.