Flor de María Castro tenía siete años cuando Abel Gonzalo Castro, su papá, fundó la soda que desde 1949 lleva su apellido. Hoy, con 80 años, ella recuerda que le ayudaba a su progenitor a vender los helados y que tenía que subirse a un pequeño banco para sacar las paletas del congelador porque si no “se iba de cabeza”.
Tras la muerte de su papá en el 2001, y a sus 56 años, Flor heredó Soda Castro, el reconocido negocio que está ubicado en avenida 10, justo en el centro de San José y que hoy cuenta con una amplia variedad de platillos como sándwiches, tamales, hamburguesas, papas fritas, batidos y bebidas calientes, además de sus famosos helados.
Al dejar su niñez, la comerciante no estuvo involucrada en el negocio de la soda por varios años, pues ella ejercía su propia actividad. Fue hasta 1998, por solicitud de su papá, cuando Flor de María empezó a adentrarse de nuevo en el negocio y retomó la práctica de las ventas de helado después de algunos años.
Aunque por su edad ahora pasa más tiempo en su hogar, Flor acude cada vez que puede al negocio y es quien está al frente de todas las decisiones que se toman. Según ella, la ayuda de su esposo y la confianza en sus empleadas ha sido vital para administrar el comercio de buena manera.
El inicio de una tradición
Cuando Flor tenía siete años, Abel Gonzalo Castro tuvo el deseo de hacer helados. Ahí fue cuando su papá compró dos máquinas con las que hacía los famosos “helados de palillo” que después se convirtieron en paletas. Él madrugaba para hacer sus propias mezclas de natilla, coco y maní, y posteriormente venderlas a 10 céntimos cerca de donde hoy se ubica el local.
“Papá se levantaba a las tres de la mañana a hacer sus propias mezclas por iniciativa de él porque duraban como seis horas en hacerse. Eran helados cuadraditos y de ponerles palillo, no como ahora que son paletas”, recordó la heredera.
Flor llegaba al negocio para ayudarle a vender los helados después de que salía de la escuela. Cuando ella terminaba de hacer sus tareas, el padre dejaba su puesto para revisar la tarea de su hija y era doña Flor quien asumía momentáneamente la venta.
A medida que aumentó la clientela, su papá compró más máquinas porque según ella “ya no daba a basto” debido a la gran cantidad de escuelas y colegios cerca de la zona. Además, Abel Gonzalo consiguió un local un poco más grande, donde hizo un mostrador y puso mesas. Ahí fue cuando inventó las ensaladas de frutas, en el año 1953.
Para ese momento, aunque ya no necesitaba subirse a un banco, Flor le ayudaba a su papá sirviendo las ensaladas de frutas que en aquel año costaban 75 céntimos. “Fue la primera persona que hizo ensaladas de frutas con helados. Era una cosa tal que no cabía la gente en el espacio de tanto que les gustaban”, recuerda.
Explica que tuvieron que pasarse de local otras dos veces hasta ocupar el espacio físico que tienen en este momento. Flor cuenta con dos terrenos de 50 metros de fondo para este negocio, uno donde tiene la soda y otro justo al frente, que lo utiliza como parqueo exclusivo para sus clientes.
Al día de hoy su negocio sigue vendiendo las mismas ensaladas de frutas bajo la misma receta, aunque los helados de palito se tuvieron que cambiar por paletas porque ya no existen aquellas máquinas con las que su papá inicio la venta de helados.
Según Flor, su negocio ha funcionado de forma casi ininterrumpida. Incluso durante la pandemia no cerró.El único momento en el que tuvo que cerrar fue hace algunos años cuando la calle principal sobre la que se ubica el local estaba en reparaciones. Según explica la comerciante fueron tres meses en los que perdieron las ventas porque la condiciones para trabajar y comer en el lugar eran muy difíciles.
“¿Quién iba a venir? Ni siquiera se podía pasar del tierrero y de la cantidad de escombros que había. En ese momento quebraron muchos negocios”, explicó.
A pesar de esto, explica que ningún momento ha sido tan difícil para el negocio como este año. Sus ventas disminuyeron y los productos aumentaron mucho de precio. “Este año ha sido más fuerte aún que el año pasado y que cuando empezó la pandemia. Pero no puedo decir que Dios no me ha ayudado. Hasta aquí he podido y ahí vamos con la ayuda de él”, resaltó Castro.
El sabor de la nostalgia
Mientras Flor explicaba el impacto de las escuelas en la venta, Luis Rojas se acercó a preguntarle si sus helados son los mismos que se vendían en el local de la par hace 57 años, cuando él cursaba cuarto grado en la escuela Juan Rudín.
“Hace un poco menos de 60 años yo pasaba por aquí chiquillo a comprar helados. A mí me gustaba de natilla, de fresa y de mora”, recordó Rojas quien volvió al local con 66 para seguir recordando aquel sabor de su infancia.
“Este año ha sido más fuerte aún que el año pasado y que cuando empezó la pandemia. Pero no puedo decir que Dios no me ha ayudado. Hasta aquí he podido y ahí vamos con la ayuda de él”
— Flor de María Castro
Durante todos los años que la Soda Castro ha recibido público ha sido muy común ver que las familias llegan con niños ilusionados por comer helados, una tradición que se ha extendido hasta por cuatro generaciones en algunos casos.
Para Flor, hay ciertas claves que hacen que el producto mantenga la clientela a través de los años. La que más destaca es la calidad. Menciona que la fruta tiene que estar fresca siempre y que los helados y la gelatina tienen que ser de la misma consistencia que tenían hace 69 años.
“La calidad no se puede cambiar, ni la cantidad. Indiscutiblemente tiene que ser la misma para que la gente pruebe y se de cuenta que es el mismo producto”, explicó la comerciante.
Un cambio de arte
Por muchos años Flor no estuvo relacionada al negocio de la venta de helados. Después de salir del colegio, Flor se dedicó a estudiar artes en la Universidad de Costa Rica (UCR). Luego de terminar sus estudios trabajó dando clases particulares de pintura y dibujo.
Aunque Flor le ayudó a su papá con el negocio, ocasionalmente, tuvo que cambiar las artes plásticas por las artes de la heladería, la ensalada de frutas y el servicio al cliente por completo cuando, en 1998, a sus 56 años, su papá le pidió ayuda porque no tenía tanto apoyo, explicó.
“Al principio lo pensé un poco, pero dije ‘no, papá ya está de edad y voy a ayudarle’. Entonces ahí ya me quedé fija ayudándole”, narró.
Tras su fallecimiento a finales del 2001, don Abel Gonzalo Castro le dejó 19 de 20 acciones de la sociedad que había creado, y desde ese año ella está totalmente al mando de ese local. A pesar de esto, Flor enfatizó en que la única Soda Castro que administra es la que está ubicada en avenida 10 y que lleva ahí muchos años.
Según ella, es importante diferenciar que las otras Sodas Castro que funcionan bajo el mismo nombre (o Soda D’ Castro) tienen administraciones distintas. La confusión en muchas personas surge porque antes de su fallecimiento, Abel Gonzalo Castro ayudó a abrir esas otras sodas y permitió que siguieran funcionando bajo el mismo nombre.
Una actividad llena de recuerdos
Los recuerdos de la Soda Castro no son solo de sus clientes. Flor de María Castro también recuerda muchas anécdotas desde que apoyaba a su papá con el negocio. Parte de que ella pase más tiempo en su hogar y menos tiempo en el local se debe a que hace algunos años sufrió una caída que la lesionó del hombro, lo que hace que se desgaste más rápido mientras está en el establecimiento. También recordó como un gran susto cuando la intentaron asaltar, revolver en mano, en más de una ocasión.
En 1968 Castro padeció meningitis, una infección en el cerebro que puede causar daño cerebral, pérdida auditiva e incluso la muerte, y en 1973 padeció de cáncer. Hoy no tiene secuelas por ninguna de esas dos afectaciones. “A mí Dios me ha bendecido tantas veces que ni cuenta me he dado. Yo no puedo decirle que no me siento bien. Yo tengo muy buena salud”, anotó.
Pero no todo es negativo. La comerciante tiene recuerdos muy positivos, incluso con algunos clientes. Castro aún tiene presente al expresidente de la Corte Suprema de Justicia, Luis Paulino Mora, a quien ella etiquetó como uno de sus clientes favoritos. Flor de María recordó que Luis Paulino junto a su chofer frecuentaban sentarse en las mesas del local y comer una ensalada de frutas con barquillos.
Acepta que aún no ha pensado en qué pasará con el negocio cuando ya ella no lo tenga. Sí menciona que está a la espera de que se resuelvan unos temas administrativos que involucran a su negocio para tomar una decisión. Mientras tanto, su experiencia seguirá liderando la Soda Castro que muchas personas recuerdan por los momentos que vivieron y los helados que se comieron en ese local, en el centro de San José.