En el segundo trimestre del 2020, cuando los centros de hospedaje estaban cerrados debido a la emergencia por la covid-19, el matrimonio de Raquel Sánchez y Francisco Castro se puso en acción para hacer cambios “controlados” en su hotel Cala Lodge, ubicado en el bosque nuboso de Monteverde.
Esas modificaciones debían estar siempre dentro de la línea de la empresa familiar que privilegia la sostenibilidad, el bosque y la conservación; y que, con ello, el desarrollo, de 2,6 hectáreas se acerque cada vez más a ser una escuela para los turistas y estudiantes. Por eso y porque la idea es crecer según las posibilidades de una empresa familiar, es que los dueños hablan de cambios “controlados”.
En ese contexto, la decisión fue abrir un espacio para spa, mejorar las áreas comunes y de reuniones, crear espacios para los denominados nómadas digitales y fortalecer los jardines que tienen solo variedades propias de la zona con el fin de atraer especies de pájaros y otros animales como insectos (abejas, mariposas) y mamíferos. También instalaron hamacas gigantes para disfrutar en plena naturaleza.
La familia invirtió ahorros en esos cambios, pues había que prepararse para cuando la emergencia por la pandemia estuviera pasando. A partir de la reapertura, en julio del 2020, se notó un incremento en los nómadas y se aumentó el tiempo de estadía de los turistas en el sitio, hasta que actualmente se ha recuperado la visitación a los tiempos de prepandemia.
Cala Lodge está en una esquinita en el corazón de Monteverde y colinda con la gran reserva del Bosque Eterno de los Niños. Posee bosque transicional y secundario en sus terrenos.
Raquel Sánchez, propietaria del hotel y gerente, recordó la llegada de la pandemia y luego el cierre total de actividades como una época sumamente dura, pero se mostró satisfecha porque en medio de la situación algunos hoteles lograron desarrollar un plan conjunto de ayuda a la comunidad.
Por ejemplo, la alianza H4 Monteverde, formada por los hoteles Belmar, Cala Lodge, Los Pinos Cabañas & Jardines y Trapp Family Lodge, en el 2018. Este grupo decidió aportar $1 por cada visitante, de diciembre del 2020 a mayo del 2021, para ayudar en media pandemia.
Sánchez recordó que el 50% de lo recaudado se entregó al grupo Sembrando Sostenibilidad del Instituto Monteverde y el otro 50% al Fondo Comunitario Monteverde, el cual lo destinó a la Comisión de Enlace. Esta última recopila las estadísticas para determinar, por ejemplo, cuántas y cuáles personas están sin empleo y dirigir las ayudas.
Cala Lodge es un hotel de una familia que, como muchos otros de ese tipo, debieron afrontar con cambios la pandemia y, especialmente, prepararse para un regreso con éxito. Este centro tiene en este momento 16 habitaciones rodeadas de naturaleza.
Los centros de hospedaje de 20 o menos habitaciones, que se califican como un establecimiento pequeño, representan el 83% de la totalidad de negocios del ramo en el país, de acuerdo con cifras del Instituto Costarricense de Turismo (ICT).
Costa Rica tiene, según esa fuente, 3.084 hoteles y cabinas con esa característica, de los alrededor de 3.715 sitios totales de hospedaje. Representan 24.082 habitaciones de las 57.789 que en total se ofrece.
Turismo como desarrollo
Para los dueños de Cala Lodge, el turismo es una actividad económica que permite contribuir con el desarrollo de las comunidades. “Es una industria multidisciplinaria que une talentos de todo tipo, en la cual una de las responsabilidades es la educación”, enfatizó Sánchez.
Además, la actividad es una de las mejores formas de repartir el ingreso en todo el país y se puede convertir, aparte de ser herramienta para desarrollo social, en un medio para lograr la sostebilidad, al permitir la convivencia de los humanos con otras especies, aseguró la empresaria.
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Con esa meta, Castro, guía turístico naturalista y de una de las familias pioneras de Monteverde que llegó en 1920 a la zona, y Sánchez, graduada en protección y manejo de recursos naturales, unieron sus conocimientos y comenzaron con la compra de un lote, allá por el 2010. Lo hicieron con los ahorros de sus trabajos anteriores.
Poco a poco fueron adquiriendo más área y el último terreno comprado fue precisamente en el 2019, justo antes del año de inicio de la pandemia. El desarrollo “controlado”, bajo los objetivos y visión de la empresa familiar, hace que hoy el área de construcción sea solo de 790 metros cuadrados (m²), para dedicar el resto de las 2,6 hectáreas (26.000 m² en total) a bosque y jardines con plantas propias de la zona.
“Ambos, al estar trabajando en turismo, teníamos esta idea de emprender nuestro propio negocio, pero que tuviera un concepto diferente enfocado en la sostenibilidad y la conservación”, recordó la empresaria.
Hoy tienen el proyecto en marcha, adecuado a la nueva realidad, y cumpliendo su meta de ser una escuela de sostenibilidad. Para eso, reciben estudiantes para capacitación y tienen, por ejemplo, un convenio con la Universidad Técnica Nacional (UTN).
También, poseen certificaciones como la de Bandera Azul Ecológica en el área de cambio climático, la de hogar sostenible para las casas de los colaboradores, el sello de la marca país Esencial Costa Rica y el Certificado de Sostenibilidad Turística (CST) del Instituto Costarricense de Turismo (ICT). Para el 2022, una de las metas centrales es lograr la certificación de carbono neutralidad.