Carlos Manuel Soto es un joven costarricense que cursó su secundaria en el país y ganó una beca para estudiar en la Universidad Loyola Marymount, en California, Estados Unidos.
Cursando el último año en Administración de Negocios, en el 2015, le pidieron presentar una idea de negocio que no estuviera relacionada con tecnología.
“Eso era un viernes, había que presentarlo el lunes, yo salí con unos amigos, fuimos a comer algo y por alguna razón presté mucha atención a toda la gente que pedía tequila, entonces al día siguiente me puse a ver la industria, a ver cómo funcionaba, entender de dónde viene”, explicó Soto.
El tequila, añadió Soto, tiene una apelación de origen, lo cual significa que, para que se llame tequila, debe ser hecho en ciertos estados dentro de México.
Presentó entonces la idea de hacer una empresa para producir tequila, y de momento no pasó a más.
No obstante, la idea quedó circulando en su cabeza mientras veía que el tequila tenía gran demanda en la zona donde vivía y decidió tomar unos ahorros que tenía y comprar un boleto para viajar a Jalisco, en México, donde pasó tres semanas conociendo sobre la bebida y sobre el agave, que es la planta de la cual se extrae el tequila.
Ahí encontró una destiladora y un maestro tequilero, que es un ingeniero dentro de la fábrica, Agustín Sánchez, un hombre de 83 años quien ha estado en la industria toda su vida.
“Yo me senté con él y le dije: Agustín, ¿cómo podemos hacer algo que sea diferente a lo que todo el mundo está haciendo? Y él me dijo que con lo que había estado jugando era mezclar agaves de diferentes regiones”, contó Soto.
Los agaves que están arriba en la montaña, detalló Soto, tienden a ser más dulces, reciben más sol y menos agua, mientras que los que están en los valles recogen agua, tienen más sombra, lo que resulta en un sabor más pimentoso.
Soto y Sánchez comenzaron a hacer entonces diferentes combinaciones de agaves y Soto se devolvió a Los Ángeles con 13 botellas con fórmulas diferentes. Cuando llegó, le pidió a 11 amigos y profesores que probaran las mezclas y todos seleccionaron una específica y entendió que aquella mezcla era especial.
Fue así que empezó a pensar en una marca, contactó a una amiga costarricense, Silvana Volio, que estudiaba diseño en otra universidad de Estados Unidos, y ella diseñó las botellas.
“Ya para cuando me iba a graduar teníamos el diseño de la botella, el nombre, había registrado la marca en Estados Unidos, Nosotros Tequila, estaba desarrollando el convenio (con México) y básicamente solo tenía que tomar la decisión si se convertía de verdad en un proyecto”, contó Soto.
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Producción en escala comercial
Tras valorar opciones, Soto encontró una visa de emprendedurismo y con un préstamo, en octubre del 2016, volvió a Jalisco para hacer la primera producción, que fue de 168 cajas, las cuales comenzaron a vender en enero del 2017.
“Los primeros cuatro, cinco meses que estábamos vendiendo fueron terribles, en realidad estábamos entendiendo la industria, ver cómo funcionaba”, añadió Soto.
Con 23 años, Soto iba a tocar puertas de restaurantes y negocios ofreciendo su producto, pero era difícil que personas con mucho tiempo le pusieran atención al joven, el cual casi había decidido desistir cuando la compañía importadora le informó que se iba a realizar la Competencia de Licores del Mundo en San Francisco (San Francisco World Spirits Competition) y le sugirió enviar la bebida.
“En ese momento nos quedaban como $1.000 para manejar todo lo que teníamos y entrar a la competencia costaba $500”, dijo Soto sonriendo. Decidieron enviar su botella a participar y pasó cerca de un mes.
Tal fue la sorpresa de Soto que el producto no solo escaló por todas las categorías de la competencia, sino que resultó ganador entre grandes empresas. Era mayo del 2017.
Inmediatamente, envió el correo electrónico con el premio a los lugares donde había tocado las puertas, detallistas, restaurantes y, por primera vez, empezaron a responder y los pedidos comenzaron a llegar.
Hoy la empresa Nosotros Tequila tiene casi tres años de operar, vende en 650 cuentas que incluyen bares, restaurantes y tiendas en Los Ángeles, California; la semana pasada comenzaron su expansión a Nueva York y están en el proceso de llegar a Costa Rica. Planean expandirse también a Chicago y Las Vegas.
La empresa tiene nueve empleados y el 1% de las ventas lo destina a una organización llamada Olas para Agua, que es un grupo de surfistas que encontraron lugares, cercanos a los cuales practican su deporte, donde hay familias que no tienen agua potable y decidieron ayudar con educación y filtros para potabilizar el líquido.
En Costa Rica analizan, actualmente, instalar el proyecto en dos comunidades, una en Guanacaste y otra en Limón.