El aprendizaje en el trabajo, desde la Edad Media, consiste en que unos conocedores de un arte u oficio llamados maestros, transmitan su conocimiento a las nuevas generaciones y las capaciten para el trabajo productivo.
Hoy vuelve el tema a la atención pública. Ahora se le llama educación dual. Se la reconoce en algunos medios, como el arma secreta de la industria alemana. Se la invoca cuando vemos que la capacitación formal que se recibe en colegios y universidades, no convierte al estudiante en un colaborador eficaz en las empresas, y cuando observamos que es imposible adquirir en una institución formal, todo el conocimiento, las destrezas, las actitudes, que se requieren para el trabajo eficaz.
Agrego, con gran tentatividad, un nuevo ángulo a la cuestión. El aprendizaje de destrezas y la adquisición de conocimientos no son excluyentes. Aprender un oficio y aprender filosofía, se complementan gracias a la neuroplasticidad. Podemos influir en los procesos cognitivos a través de estimulaciones sensoriales. Por eso el joven que aprende a operar una máquina, está aumentando su potencia para aprender álgebra. Y quien recorre con su mente –no solo con sus ojos– un diálogo de Platón, ¿no estará mejorando su capacidad para jugar al fútbol?
Los jóvenes aprenderán en la empresa –sin que se los enseñen– sobre disciplina, colaboración, lealtad, eficiencia, orientación al resultado, afectividad, dinámica del poder.
La educación dual es una oportunidad para que conjuntamente, colegios y empresas den un salto formativo. Para que se planteen el fenómeno de la enseñanza-aprendizaje en todas sus dimensiones y alejándose de paradigmas limitadores, y vayan dándole tanta o más importancia al proceso de aprendizaje como a los contenidos. Si el proceso es bien manejado, el aprendiente fabricará de manera sostenible, su propio conocimiento y no necesita ser atiborrado en un lapso de su vida. Comprendan que aprender es estar participando en un proceso de cambio. Acepten que no todo se aprende de la misma manera. Y reconozcan que el libro de papel, se ve superado por ese instrumento de bolsillo que a veces nos sirve para hacer llamadas telefónicas.