A las 8:50 a. m. de un miércoles, casi dos docenas de compradores rondaban frente a la tienda de H&M, insignia mundial, en la esquina de la calle West 34th y la avenida The Americas, en Manhattan, Nueva York, ansiosos por entrar tan pronto como abrieran, a las 9 a. m.
Justo en frente, una tienda GAP también se disponía a abrir. Solo había una mujer afuera y estaba repartiendo volantes de un restaurante cubano.
El contraste resume la situación de los minoristas en Estados Unidos. Una por una, las marcas icónicas, como GAP, J. Crew, American Apparel y Abercrombie & Fitch han reportado un desplome en las ventas, mientras que las extranjeras, “chic” y baratas, como H&M, Uniqlo y Zara están abriendo tiendas que se llenan a reventar y seducen a clientes que antes solo buscaban un estilo estadounidense básico.
El mercado medio de la moda estadounidense ha perdido el rumbo, y ninguna compañía representa eso mejor que GAP. La empresa anunció hace poco que cerraría una cuarta parte de sus 675 tiendas norteamericanas en los próximos años.
Sin embargo, estos cierres solo son los más recientes en una década de tropiezos de una marca que alguna vez fue sinónimo de éxito sin precedentes. Tanto así que la actriz Sharon Stone usó una de sus blusas de cuello de tortuga con una falda de Valentino, en la ceremonia de los Oscar en 1996.
En 1998, su comercial de televisión Khaki Swing , todo sonrisas y optimismo estadounidense, se transmitió a 76 millones de espectadores durante el capítulo final de Seinfeld .
La marca también se quemó en la conciencia popular por haber confeccionado el famoso vestido azul de Mónica Lewinsky.
En una presentación reciente ante inversionistas, Art Peck, el director de GAP, habló de modo conmovedor sobre la trayectoria descendente de la marca.
Cuando concluya la ronda más reciente de cierre de locales, su huella en Estados Unidos habrá caído a dos quintas partes del punto máximo que tuvo en el 2000.
“Ninguno de nosotros está contento con nuestro desempeño actual”, dijo el director general.
Atascados. Otrora maestra de lo informal, esta firma abastecía a los estadounidenses de pantalones cortos básicos, ropa de mezclilla y camisas de botones, mas ahora se está dando cuenta de que la que fue su base estable de clientes estadounidenses, se ha dividido.
Por un lado, hay un auge de lo lujoso; pero en el otro extremo del mercado, los minoristas que ofrecen descuentos, como T. J . Maxx y las tiendas Burlington, ven ganancias robustas.
GAP, Abercrombie y sus pares están atascados en el medio. Se tambalean en un juego que dominaron alguna vez: ser el destino preferido de legiones de adolescentes y adultos jóvenes con dinero en los bolsillos y tiempo para escoger sus prendas.
Ese privilegio parecen tenerlo ahora gigantes, como H&M, cuya sede está en Suecia, y Zara, propiedad de Inditex, una compañía española que, en cuestión de semanas, produce versiones más baratas de las tendencias que se exhiben en las pasarelas.
Las 368 tiendas H&M en Estados Unidos, que este año abrirán otras 65, reciben un embarque nuevo de estilos todos los días. Uniqlo, propiedad del gigante japonés Fast Retailing, es la que se parece más a GAP en cuanto a que vende lo básico.
Sin embargo, Uniqlo lo comercializa a precios más baratos, en docenas de colores, en telas de alta tecnología. Además, ofrece colecciones de precios medios, de diseñadores y celebridades.