Limón. Entre una discoteca abandonada y un supermercado fantasma en playa Bonita de Limón, la dueña del restaurante Quimbamba, Heidy Rojas, se permite unas cuantas palabras de aliento.
“Ya es hora de que Limón despierte”.
Los edificios enmohecidos alrededor son el recuerdo de su última desilusión económica, la que sobrevino cuando Carlos Pascal, empresario limonense cuyas inversiones le habían dado un respiro a Limón, fue privado de sus propiedades en medio de un proceso judicial.
A menos de tres kilómetros de aquí, un campamento y unas piedras que en el futuro se transformarán en un puerto de $1.000 millones, son, por el contrario, el concepto más vivo que tiene Heidy de la prosperidad.
El permiso de “zarpe” para el proyecto de la Terminal de Contenedores de Moín (TCM) despertó a un puñado de inversores que llevan más de seis años arrullando ideas y que, a partir de ahora, pretenden sembrar millones de dólares en las tierras del Caribe.
Eso, si superan escollos como problemas de acceso a agua potable y falta de planes reguladores con los que dicen haberse topado de frente.
Otros proyectos como el aeropuerto multimodal, el ferrocarril desde Guanacaste, la ampliación de la ruta 32 y la refinería china completan el racimo de obras que alertaron a los inversores.
Hay interés. Proyectos como Condominios del Parque Caribe, de capital estadounidense y costarricense, representará una inversión de $30 millones, en total. Su construcción empezó en agosto, meses antes de que la empresa APM iniciara obras.
Según aseguró uno de sus socios, Eduard Morgan, la primera fase consta de 48 piezas y ya están prácticamente vendidas.
Desarrollos inmobiliarios como este fueron los primeros en retar la incertidumbre. “Hubo mucha cautela para iniciar proyectos económicos”, explica la vicealcaldesa del cantón Central, Cynthia Small.
Frank Hilton, empresario limonense, planea invertir $135 millones en una zona residencial en Bordón, Talamanca. Se trata del proyecto Bordon Eco Village Resort, que incluiría 80 casas y apartamentos, un hotel de lujo de 150 habitaciones y 70 camas en una clínica-hospital.
Hilton fue parte del éxodo de limonenses hacia Estados Unidos, empresarios que se fortalecieron en el norte y ahora planean voltear su mirada hacia el Caribe.
Lo es también Rómulo de León, de la compañía Coral Reef Development Group, quien espera construir un hotel de 200 cuartos frente a playa Bonita, acompañado por torres de oficinas y condominios, con una inversión de $50 millones.
Incluso los corredores de bienes raíces comienzan a percibir un repunte en el costo de la tierra. “Para ponerle un ejemplo, el año pasado el metro cuadrado en la zona 32 (terrenos aledaños a la ruta 32) costaba $100. Ahora está en $150”, destaca el vendedor de casas y terrenos Ariel Ortiz.
Datos de la Cámara de la Construcción evidencian un aumento en la tramitación de permisos para edificios comerciales y bodegas en el 2014.
Otros tres desarrollos se cocinan, aunque a fuego lento, para reanimar la economía de Limón.
El Parque Multimodal Búfalo, del Grupo Isiven, será una zona franca y un proyecto inmobiliario que espera atraer inversiones de hasta $300 millones.
Un par de terrenos más, uno de 160 hectáreas y otro de 200, servirían de base para dos parques industriales más.
Su dueño, el empresario costarricense Roberto Zúñiga, informó de que el desarrollo de estos proyectos estará condicionado al avance en la construcción del megapuerto de APM Terminals.
La construcción de una nueva sucursal de la empresa de transporte de carga Matra, significará unos $200.000 para la zona.
¿Y los pequeños? Con los parques industriales llega el empleo, pero ¿qué pasa con los pequeños empresarios? A muchos, las olas de cambio aún no los bañan, pero su sola promesa los motiva.
Osvaldo Orozco, dueño del bar Pura Vida, en Moín Norte, espera que el “tufo” de la inseguridad y el narcotráfico desaparezcan de su pueblo, una faja verde encerrada entre los canales de Tortuguero y el mar Caribe.
Las obras atraen a profesionales y mano de obra calificada de otros lugares. Es a lo que le apuesta Heidy Rojas: “Si vienen a trabajar al puerto, pasan por aquí y ya comen y se quedan un rato… eso es lo que esperamos”.