Amanecer en la cálida Pacayitas de Turrialba o en el frío de Santa María o Copey de Dota, desayunar con una amplia y variada muestra de la gastronomía local y luego adentrarse en las fincas productivas o en las montañas para observar el amanecer, la naturaleza y la fauna de Costa Rica y disfrutar de la belleza escénica.
Todo eso es posible a pocos kilómetros de la capital, San José, en un ambiente brindado por las familias de los pueblos rurales de Costa Rica. La organización de las comunidades les ha permitido ofrecer redes de servicios para que extranjeros y nacionales conozcan la cultura, la naturaleza, la gastronomía y la forma de vida de las regiones fuera de la Gran Área Metropolitana, mediante el turismo rural (TR) y el turismo rural comunitario (TRC).
También puede vivir una semana al borde del Parque Nacional Braulio Carrillo o hacerlo con una familia en Palmichal de Acosta, en las faldas de la montaña, y levantarse con el café, el aguadulce, el gallo pinto, las tortillas o las chorreadas típicas de Costa Rica. Además, puede escoger la naturaleza de Talamanca y vivir de cerca con los indígenas o quedarse en un albergue a poca distancia de la exhuberante naturaleza de Corcovado en la zona sur del país.
Se trata de un turismo vivencial, de una experiencia para contar y, con ello, invitar a que otros vengan, según el ICT y quienes impulsan los proyectos en las comunidades. Estadounidenses, europeos y canadienses son quienes más se aventuran con las comunidades, aunque hay de otros muchas nacionalidades.
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El Instituto Costarricense de Turismo (ICT) tenía registradas en sus bases 332 empresas con Declaratoria Turística (DT) o Certificado de Sostenibilidad Turística (CST), a noviembre pasado, que prestan servicios de turismo rural. Pero esa entidad reconoce que en numerosas ocasiones las redes de turismo rural comunitario no llegan a inscribirse, por lo cual es de suponer que son muchas más la comunidades que tienen proyectos de esta índole.
El listado actual de empresas registradas ante el ICT incluye posadas de turismo rural y rural comunitario, actividades temáticas, gastronomía y agencias de viajes receptivas, explicó la entidad en una respuesta por escrito.
Este sistema comunitario permite, adicionalmente, que las familias rurales obtengan nuevos ingresos, al vender alimentos, hospedaje, guía y otros servicios a los turistas.
Según el ICT, el turismo rural es realizado por empresas, las cuales se inscriben ante ellos como sociedades anónimas. El turismo rural comunitario es realizado por cooperativas o asociaciones y se registran como tales.
Cruzando el bosque
¿Le apetece salir de una comunidad de Dota, transitar tres o más días por la reservas Forestal Savegre y Forestal Los Santos y salir a otra comunidad de Aguirre, Quepos, cerca de las playas del Pacífico Central?
Casa Parra Adventures se encarga de ofrecerle esa recorrido o el tour para observar quetzales, así como un recorrido por Santa María de Dota para observar casas antiguas y conocer la historia de ese cantón, un tour a cataratas u otro para conocer acerca del café.
Daniela Parra, de esa empresa, dijo que particularmente en el recorrido para cruzar el bosque, que se hace entre tres y nueve días, según se escoja, se involucran varias comunidades que reciben a los grupos y les prestan servicios: San Gerardo de Dota, Providencia, Copey, Santa María, San Isidro de Dota, Piedras Blancas hasta Londres de Quepos. Las familias de estas comunidades brindan hospedaje, alimentación y pequeños albergues, entre otros servicios, detalló Parra.
La ruta más larga recorre la cuenca alta, la cuenca media y la baja del río Savegre, calificado como el más limpio de Latinoamérica, y en su recorrido pasa por fincas donde los propietarios protegen el bosque. A estos dueños se les paga un peaje para transitar por sus terrenos, lo cual incentiva la protección, explicó Daniela, cuyos abuelos fundaron la empresa hace 27 años.
La guía turística no ocultó su satisfacción porque las familias en las poblaciones por donde pasan los visitantes producen los huevos, los quesos, los vegetales, las hortalizas y crían otros animales para atender la demanda. Unas 20 familias se integran plenamente a esta oferta de turismo rural comunitario.
El calor de Turrialba
La crisis de los precios del azúcar llevó a la familia de Vianney Araya y Ligia Jiménez, guiados por su hijo Fabián, a adentrarse en el turismo rural, en Pacayitas de la Suiza, Turrialba. Eran malos tiempos para la zona, eminentemente cañera, por lo cual establecieron un mariposario en la finca que denominaron Vialig en honor a los padres. Poco a poco se dieron cuenta de la atracción por la belleza escénica de la región.
En el 2012, contó Fabían, se comenzó a integrar a la comunidad. Unas 20 familias lograron cumplir con los requisitos y ahora hospedan a turistas extranjeros (generalmente dos por familia) hasta durante nueve días y le dan alimentación, hospedaje y otros servicios, además del intercambio cultural. Además, hay ocho fincas productoras de la región que ofrecen los tour: mediante alianzas estratégicas se brindan las experiencias café, caña de azúcar, lechería, mariposas, agua y naturaleza y otros más, narró el guía turístico.
Actualmente, Finca Vialig forma parte del El camino de Costa Rica, mediante el cual se ofrece un tour saliendo de Barra del Parismina, en la desembocadura del río Pacuare, cruzando el país y llegando a la costa del Pacífico en el cantón de Quepos. Este recorrido dura cerca de 12 días e integra a numerosas familias en varias comunidades.
En Pacayitas, como en todos los pueblos, se cobran precios muy accesibles para las familias y se dan servicios excelentes “aunque los hospedajes no son cinco estrellas”, comentó Araya. Por ejemplo, un almuerzo tiene un valor cercano a los ¢3.500 y un tour unos $20 para los extranjeros, agregó el guía de Finca Vialig.
Las familias, los guías, los transportistas y otros que se integran a prestar servicios deben pasar por el cumplimiento de las reglas y la capacitación para participar en las cadenas de turismo rural comunitario, coincidieron Parra y Araya.