El 14 de setiembre de 1994, el presidente José María Figueres Olsen, anunció el cierre del Banco Anglo Costarricense. La entidad, fundada en 1863, enfrentaba pérdidas por el orden de los ¢16.000.000 millones. Estaba técnicamente en quiebra.
La fiesta patria de ese año no tuvo un titular alusivo en La Nación. En su lugar, la portada del 15 de setiembre destacó Fin del Anglo. Gobierno pedirá cierre a la Asamblea. El encabezado era acompañado de una fotografía del presidente Figueres, flanqueado por el ministro de la Presidencia, Elías Soley y el primer vicepresidente, Rodrigo Oreamuno.
El cierre fue anunciado por recomendación de un comité especial debido a que estaba en un “gravísimo proceso de desintegración”, informó este medio al conmemorarse el vigésimo aniversario de este suceso, en el 2014.
La información detalla que Figueres se reunió con su gabinete para decidir el destino del banco más antiguo del país.
Tres días antes, La Nación en su editorial recomendaba cerrar la institución, que estaba en el ojo público desde hace varios meses. Un día después del anuncio, el diario respaldó la medida.
“Nos parece de lo más acertado, en vista de las circunstancias que rodean a este penosísimo caso”, señalaba el editorial, y solicitó a las autoridades que se revelaran los nombres y cargos de los culpables, cita un reportaje elaborado por el periodista Alessandro Solís, publicado en la Revista Dominical, en marzo del 2017.
El Anglo estaba intervenido desde junio de ese año por irregularidades con créditos, sobregiros e inversiones riesgosas. Entre las principales razones que derivaron a la precaria situación que enfrentaba la entidad está la compra de la subsidiaria chilena Almacén de Valores Comerciales (AVC), con la que captó recursos sin encaje, otorgó créditos y contrató préstamos externos sin autorización.
También se hace referencia a la compra de bonos de deuda externa venezolana como otra de las razones. El precio de esos bonos cayó en picada desde enero de 1994. Las pérdidas, finalmente, superaron los $50 millones.
Por otro lado, la cartera de morosos era del 94%. El cierre se aceleró por los retiros masivos mientras fue intervenido.
Para setiembre de ese 1994, el Anglo tenía perdidos la tercera parte de sus depósitos; para solventar eso, solicitó créditos al Banco Central por ¢26.000 millones. El gasto de operación equivalía al 92% de sus ingresos, lo que provocaba bajas utilidades.
Según el libro: “La quiebra del Banco Anglo Costarricense. Compilación de Documentos Históricos” de Marco Hernández y Miguel Masís, años antes la Auditoría General de Entidades Financieras (AGEF) había comenzado a hacer advertencias a la junta directiva del Banco Anglo sobre problemas de conducción del Banco, como la sobreestimación de la utilidad neta.
Las irregularidades en el Banco Anglo y su posterior cierre provocaron que en la Asamblea Legislativa se debatieran y aprobaran una serie de reformas para mejorar la regulación y supervisión del sistema financiero local, señala una nota de la periodista Patricia Leitón en ocasión del 25 aniversario de la debacle del Banco Anglo.
Por la quiebra del Anglo fueron condenados, el 20 de junio del 2001, el exgerente general, Carlos Hernán Robles quien salió bajo libertad condicional en mayo del 2009 y los exmiembros de la junta directiva Manfred Amhrein, Rónald Fernández, Carlos Orborne, Arturo Fallas y Carlos Manuel González, por los delitos de peculado, con una sentencia de 15 años.