La última visita de Augusto de la Torre a Costa Rica fue hace una década, cuando se desempeñaba como economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe. En su reciente estadía, calificó al país como “un caso de éxito pero con nuevos dolores de cabeza”, entre ellos temas ligados a la política monetaria, los niveles de violencia y la efectividad del gobierno.
En entrevista con La Nación, de la Torre, de 70 años, ahora dedicado a la academia y a consultorías pro bono (gratuitas) en su natal Ecuador, brindó recomendaciones al gobierno y al Banco Central de Costa Rica (BCCR) sobre situaciones que consideró deben atenderse con prioridad para mantener el desempeño económico.
Llegó al país por invitación de la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado (Uccaep) para ser el expositor principal del Congreso Nacional de la Empresa Privada, el 29 de febrero anterior.
— En su exposición en el Congreso de Uccaep, usted recomendó la puesta en marcha de un mercado de protección cambiaria. ¿Por qué consideró que es complejo ponerlo a funcionar?
— El país que más se parece a Costa Rica, creo que es Perú. Ambos comienzan la búsqueda de un nuevo esquema monetario basado en metas de inflación y mayor flexibilidad cambiaria, pero parten de una situación en que una buena parte de las transacciones financieras están dolarizadas.
“Costa Rica tiene alta dolarización, entonces transitar a este nuevo sistema es más doloroso y complicado porque se pueden producir períodos como los de ahorita. Se abren grandes brechas de retorno a favor del colón que generan un gran incentivo para endeudarse en dólares y promueven flujos de capital de corto plazo especulativos muy fuertes.
“En Costa Rica esto es doloroso porque vive y muere con su sector de producción transable, es muy sensible a la competitividad externa. Si no se tiene cuidado y persisten estos períodos de apreciación cambiaria, se puede destruir a la gallina de los huevos de oro. Esto es lo más desafiante.
“En el fondo, el Banco Central está buscando tener una política monetaria independiente que, a través de la tasa de interés, pueda responder a las condiciones de la economía doméstica en la cual la trayectoria de la inflación se desacople, se separe del tipo de cambio y eso ya se está viendo. La inflación está muy baja y el tipo de cambio muy volátil”.
— Usted mencionó que era misteriosa una tasa de política monetaria alta. ¿Por qué?
— En estos sistemas de metas de inflación con flexibilidad cambiaria, la esencia es la guía que el Banco Central da a la sociedad para que forme sus expectativas de precios y salarios. El sistema que tenía Costa Rica, basado en un ancla cambiaria, donde se fijaban los salarios y precios dependiendo de donde creían que iba a estar el tipo de cambio, es un sistema monetario muy distinto al que quiere ir ahora, donde se fijan las expectativas a la luz de la guía que el Banco Central le propone a la sociedad.
“Por ejemplo, en Estados Unidos, la Reserva Federal, cada semana, cada mes está conversando con la sociedad, explicándole bajo qué criterio va a decidir sobre la tasa de interés. Me parece que lo que está faltando en el nuevo sistema costarricense es una conversación más abierta y transparente entre la sociedad y el Banco Central. En esa conversación, una de las preguntas obvias es ¿por qué la tasa de interés de política monetaria está en esos niveles, dado que el país está pasando por una deflación?”
— ¿Cuál sería la respuesta?
— Me imagino que el Banco Central tendrá sus razones, pero me parece que falta una explicación, una guía más clara. Vistas las cosas desde afuera, sin ver los detalles en la mente del directorio del Banco Central, a mí sí me parece misterioso por qué la tasa de interés de política monetaria no ha bajado.
“Parte del proyecto monetario que tiene el país, me parece a mí, es ir hacia la independencia monetaria, como ha sucedido en Chile. Por ejemplo, en 2008, Estados Unidos subió la tasa de interés y Chile la bajó. Para eso es que tenemos estos sistemas, para poder atender con la tasa de interés a las condiciones locales, independientemente de lo que están haciendo otros países.
“Hay una tensión difícil de sortear para el Banco Central. La única manera es con una explicación más completa de lo que le está motivando a hacer lo que hace”.
— ¿Conversación más completa puede tomarse como transparencia?
— Sí. Los especialistas en temas monetarios que asesoran a países que se han ido moviendo hacia metas de inflación, con flexibilidad cambiaria, le dedican tiempo a la manera como los bancos centrales se comunican, las minutas de las reuniones de los directorios y los anuncios que hace el presidente del Banco Central.
“En los países con alto grado de dolarización y cuyo sector exportador es sensible a la moneda, también hay una conversación sobre la competitividad, como sucede en Perú”.
— Usted señaló como otro de los ‘dolores de cabeza’ de Costa Rica, la efectividad del gobierno. ¿Cuáles son sus recomendaciones?
— Hay distintas maneras de evaluar la calidad institucional de los países. A mí el que más me gusta es el Índice Global de Gobernabilidad del Banco Mundial, basado en datos objetivos, no solo en encuestas y produce seis índices.
“A Costa Rica se le ve bien en cinco: el imperio de la ley, el respeto a los pesos y contrapesos, la voz de la ciudadanía, la rendición de cuentas y la estabilidad política, pero está debajo del promedio en la efectividad del gobierno.
“Ciertamente un país que está tratando de buscarse la vida en los mercados internacionales, a través de servicios, turismo ecológico y equipos médicos, necesita tener un gobierno de mayor efectividad. Ahí hay una tarea pendiente, cómo llevar esta característica a un nivel más moderno”.
Efectos cambiarios
— Usted enfatizó en las afectaciones a la competitividad...
— Para un país exportador como Costa Rica que está con productos en los mercados internacionales con precios que los exportadores no pueden controlar, para ellos la apreciación de la moneda puede ser muy dura y tener efectos irreversibles. Una empresa exportadora se ve obligada a cerrar sus operaciones porque ya no es competitiva, no la va a poder reconstruir después cuando la moneda esté a otro nivel.
“Para que el experimento costarricense funcione bien, va a tener que desarrollar ese mercado muy pronto y en el interín va a tener que establecer reglas de intervención y conversación con la sociedad que mitiguen la excesiva volatilidad cambiaria y la excesiva persistencia de brechas de retorno que generan estos flujos de capitales”.
— ¿Qué efecto genera el flujo excesivo de capitales de corto plazo?
— En el fondo es un dolor de cabeza para el banquero central. En 2010 y 2022, Chile, Colombia y Perú pasaban por un período de recalentamiento y los bancos centrales tuvieron que subir las tasas de interés para controlar la inflación, pero el efecto secundario fue que empezaron a entrar esos capitales de corto plazo para aprovechar el diferencial de retorno que de pronto se volvió interesante para un inversionista extranjero.
“Traer dólares al país, convertirlos en moneda local, invertirlos, ganar la tasa de interés local y además, lo puedo sacar con una ganancia cambiaria porque el colón está más fuerte. El retorno para el que trae dólares e invierte en colones y luego vuelve a sacarlos es enorme.
“Estos son los flujos que se conocen como carry trade inflows y típicamente eso obliga a los bancos centrales a comprar dólares. Entonces es un dolor de cabeza. Además, estas brechas de retorno crean discrepancias que es interesante y atractivo invertir en colones pero endeudarse en dólares y la moneda se aprecia.
“En un país como Costa Rica que depende muchísimo de las exportaciones, tener períodos persistentes de apreciaciones de este tipo pueden generar costos irreversibles”.
— En el actual contexto, con la llegada de capitales de corto plazo, ¿se corre el riesgo de que ingresen fondos ligados al narcotráfico?
— Sí, creo que hay ese riesgo. Se pueden abrir las oportunidades de lavar dinero mal habido, y con más rentabilidad. Sin embargo, es muy difícil identificarlo y medirlo en los datos.
— En el año 2018 se realizó una reforma tributaria y la regla fiscal en particular ha sido clave para la estabilización de las finanzas públicas. Pero hay deterioro en seguridad y educación. ¿Por cuánto tiempo considera posible mantener la restricción en la inversión social?
— Una buena parte del contrato social de un país se refleja en las finanzas públicas, donde no solo importa el nivel del gasto total o el nivel de recaudación, importa mucho la composición. Cuando un país como Costa Rica está tratando de llevar una trayectoria de finanzas públicas más sostenibles, sana, robusta, con menos endeudamiento público y menos déficit, debe pensar en que si la sociedad quiere que haya más gasto de calidad, la misma sociedad debe estar dispuesta a tributar más.
“Si la sociedad cree que ya está tributando mucho, que no puede financiar más gasto, pero lo necesita, tiene que priorizar. Costa Rica tiene que replantearse en su discusión social, cuál es la composición del gasto que quiere, si lo quiere en seguridad, ver qué gasto está dispuesto a reducir”
— Entonces usted sugiere una concertación. ¿A quién corresponde la responsabilidad?
— Exacto. Le corresponde al gobierno coordinar la priorización social y proponer compromisos que obviamente implican sacrificios compartidos. Obvio que Costa Rica enfrenta el fantasma de la narcoviolencia, tiene grandes fronteras limítrofes muy porosas, una cantidad enorme de costas que hace que sea un terreno geográfico fácil de operar para los narcotraficantes y como no tiene ejército, le es difícil controlar esa situación.
“Si Costa Rica no se organiza rápidamente para combatir este cáncer, podría caer en manos de esta infiltración de la narcoviolencia, eso me preocupa muchísimo y eso va requerir gasto, o se pagan más impuestos o se recomponen las prioridades del gasto”.