La verdad, no es tan difícil, porque los cambios no son muchos, pero sí importantes.
Para los que reclamamos que la reducción del gasto debe ir a la par de nuevos impuestos, se nos complace, aunque no lo suficiente, pues hay una regla fiscal que limita el crecimiento del gasto corriente del gobierno central e instituciones públicas no financieras, al crecimiento del PIB nominal promedio de los últimos cuatro años y comienza aunque tímidamente a limitar las anualidades. Es poco impacto financiero esto, pero es una buena señal política.
Luego, viene el impuesto de renta al que se le adiciona un nuevo impuesto: el de ganancias del capital.
La reforma en renta, genera más preguntas que respuestas y si bien grava con 15% las ganancias de capital (la diferencia entre el valor en libros y en lo que vendió un activo), no integra este nuevo gravamen con el impuesto sobre las utilidades de las empresas, generando aún más condiciones de litigiosidad al sistema y tiene graves problemas de doble imposición.
Quienes redactaron este proyecto (copiaron del proyecto de Solidaridad) se les olvidó que copiar se vale, pero que hay que hacerlo bien.
Luego, el otro gran cambio, es el IVA, donde se gravan todos los servicios (construcción, por ejemplo) y se deja igual la tarifa del 13% pero se introduce una nueva de 4% para educación y salud y se gravan las compras de bienes tangibles o intangibles en la web (Netflix) y se le devuelve al contribuyente el 4% que le cobra el médico con la consulta.
Se gravan alquileres de más de ₡431.000 al mes y queda exenta la canasta básica y las ventas a zonas francas y exportaciones. Efectivamente, hay afectaciones porque los impuestos siempre reducen nuestra capacidad individual de gasto pero en principio, aumentan nuestra capacidad colectiva de inversión, bueno, previa atención del horrible déficit que nos ahoga.
La reforma es necesaria como necesario es el recorte de abusos en empleo público, detener las ineficiencias en la conducción de las instituciones y direccionar el gasto público a los verdaderos pobres.
Esta pequeña reforma sobre la que parece haber acuerdo político, no es suficiente para paliar nuestro problema financiero, pero es, sin duda, una señal que revela la urgencia y preocupación por comenzar a resolverlo.
Los mismos de siempre se opondrán y seguro con razones muy válidas pero si no avanzamos, esos mismos de siempre y todos los demás, vamos a lamentar no haber actuado a tiempo.